Este artículo se publicó hace 15 años.
Entre las tradiciones y las nuevas tecnologías
El día grande de los últimos hermanos Fossores de la Misericordia, una orden religiosa dedicada a cuidar los cementerios y orar por los muertos, es el de los Difuntos, una jornada que sobrevive a medio camino entre las tradiciones y una nueva cultura asociada a las nuevas tecnologías o a tendencias como el ecologismo.
"El cementerio es una prolongación de la casa en la que vivimos", cuenta a EFE Fray Tobías, uno de los cinco hermanos Fossores que cuidan el cementerio de Guadix, la localidad granadina en la que en 1953 fue fundada esta orden de frailes cuya labor es enterrar a los muertos y rogar por los vivos y los difuntos.
La idea de esta orden, que establece sus conventos en las proximidades de los camposantos o en su interior, fue de Fray José María de Jesús Crucificado, que quedó fascinado por la lectura del Libro de Tobías en el Antiguo Testamento, donde se narra la vida de Tobit, que enterraba por las noches a los muertos abandonados en contra de la voluntad de su rey.
Fray José María vive postrado en una silla de ruedas a pesar de que hace once años, mientras residía en el cementerio mallorquín de Felanixt, un médico "no le diera más de tres meses de vida".
Llegaron a tener siete comunidades repartidas por todo el territorio nacional -en los cementerios de Jerez de la Frontera, Huelva, Vitoria, Pamplona o Mallorca-, pero ahora sólo quedan once hermanos Fossores, guardianes de los camposantos de Guadix y Logroño.
Aunque mantienen los votos de pobreza, obediencia y castidad, estos frailes de austera túnica color marrón han relajado algunas reglas: "Antes los viernes nos flagelábamos y dormíamos en tablas, sobre una estera y una sábana".
"Todos somos muy mayores; de los cinco hermanos, tres están jubilados", explica Tobías, quien considera su trabajo como el de cualquier otra orden religiosa, pues "sólo varían los accidentes exteriores".
Los frailes viven en una cueva horadada en un monte cercano al cementerio, un espacio "de paz y tranquilidad" que limpian y conservan diariamente además de realizar otros trabajos como abrir sepulturas y hacer traslados o reducciones.
"No hay por qué tener miedo. Quienes están enterrados no hacen nada, están ya descansando y con ellos no hay problema ninguno", asegura Tobías, quien cree que a pesar de que "los hay con más o menos categoría", todos son "al fin y al cabo enterramientos".
"Estar viviendo entre muertos no quiere decir que tengamos el ánimo caído", señala este fraile, por lo que "si hay que contar un chiste se cuenta" e, incluso, uno de los hermanos canta y toca la guitarra.
Su jornada nace temprano, a las seis y media de la mañana, con los maitines; se despereza en el desayuno y con los trabajos entre sepulturas -"los pinos ensucian mucho las calles"- y muere poco después de la cena -la única comida no obligatoria-, tras "ver Pasapalabra y el telediario".
No hay vocaciones, lamenta Tobías. "¿Vivir en un cementerio? La gente joven no quiere oír cosas de esas", añade. Con más de cincuenta años de vida consagrada al cuidado de los cementerios, los once hermanos Fossores saben que su labor puede acabar con ellos.
"La esperanza nunca decae. Los que estamos aquí hemos cumplido más o menos nuestro deber y si cuando muramos hay que cerrar el chiringuito, se cierra. ¡Qué le vamos a hacer!", concluye.
ECOLOGISTA HASTA LA MUERTE
Mientras los Fosorres velan por tradiciones ancestrales, una nueva cultura, la del "ecofuneral", avanza tímidamente en España. Urnas biodegradables de sal, arena o gelatina, coches fúnebres eléctricos o ataúdes biodegradables son las últimas incorporaciones del sector funerario.
"El principal problema es la legislación española, antigua y anquilosada, que impide desarrollar el concepto de ecofuneral", denuncia Jordi Miralles, presidente de la Fundación Tierra.
En 2007, el Gobierno preparó un proyecto de Real Decreto para regular los enterramientos y las incineraciones, pero fuentes del Ministerio de Sanidad informan que el borrador no fue finalmente aprobado y se optó porque fueran las comunidades autónomas las que desarrollaran su propia norma.
No obstante, las empresas funerarias se han apuntado a la ecología y comercializan ya urnas biodegradables, que no usan resinas o elementos químicos y están elaboradas con sal o gelatina -que se deshacen en el agua- y tierra, que incluye además una semilla que crece cuando se entierra.
El primer coche ecológico fúnebre, de llamativo color verde, circula desde junio por Alcoy (Alicante), "con un ahorro de emisiones a la atmósfera que no tiene parangón con un coche tradicional", explica a EFE el director de Márketing de ASV, Víctor Humanes.
Otra de las dificultades, según Miralles, es que -a diferencia de lo que sucede en otros países europeos- muchos españoles tienen un seguro de vida, por lo que "al final quien decide cómo será su funeral no es la persona sino la empresa aseguradora".
La sepultura sigue siendo la opción mayoritaria de los españoles, pero "las incineraciones se incrementan cada año y representan ya el 35 por ciento", apunta Humanes.
"En Reino Unido, un ecofuneral es un enterramiento en el suelo con féretros de madera muy austeros o de material reciclado", indica Miralles. Una empresa británica elabora ataúdes realizados con periódicos reciclados o papel elaborado a partir de seda reciclada y hojas de mora.
Los empastes dentales siguen siendo los elementos más contaminantes para el medio ambiente porque contienen mercurio, aunque el uso de esta sustancia ha sido prohibido recientemente.
"No hay muchos hornos crematorios que dispongan de los filtros necesarios para mitigar las emisiones", advierte Miralles, quien critica además el uso de maderas tropicales en los ataúdes, "con un consumo energético considerable" derivado de su transporte.
"Si vas a cualquier funeraria no verás féretros sencillos de madera", denuncia Miralles, quien puntualiza que retirar los marcapasos de los cadáveres antes de incinerarlos es ofertado como un servicio adicional, a pesar de que sus pilas están hechas con metales contaminantes.
Otros servicios como la tanatoestética -el arte de maquillar a los muertos- usa pequeñas proporciones de formol, un producto altamente tóxico. "Es necesaria una nueva cultura de la muerte, porque vivimos de espaldas a ella" sugiere Miralles.
Los camposantos también se adaptan a este nuevo concepto. España acogerá pronto el primer "cementerio natural", un espacio cada vez más común en otros países europeos y en el que se ofrecen enterramientos de cenizas al pie de un árbol, que lleva el nombre del difunto.
PERFILES "FÚNEBRES"
La tradición de acudir al cementerio para colocar flores en la lápida del fallecido se desplaza a Internet, donde la red social Facebook permite a los familiares mantener los perfiles de los fallecidos a modo de "memorial".
"Cuando alguien nos abandona, no desaparecen nuestros recuerdos", escribe en su blog Max Kelly, jefe de seguridad de Facebook. "Para reflejar esta realidad, hemos creado la idea de perfiles conmemorativos como un lugar donde la gente pueda guardar y compartir los recuerdos de quienes han muerto", añade.
A estos perfiles fúnebres, sólo pueden acceder los amigos del difunto, que también lo podrán localizar en su buscador. Precisamente, son los familiares y amigos quienes deben solicitar que el perfil del fallecido albergue este memorial póstumo.
La red también simplifica la publicación de esquelas en un periódico. La página web todoesquelas.com permite al internauta comprar espacios en prensa y diseñar en cuatro pasos su propio aviso.
Por Francisco Carrión
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