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Un "Tristán e Isolda" que convence sobre todo musicalmente

EFE

El nuevo "Tristán e Isolda" de la Royal Opera House londinense es una producción que vale ante todo la pena por las grandes voces protagonistas - extraordinaria Nina Stemme- y la vibrante y a la vez sutil dirección orquestal del maestro Antonio Pappano.

El director escénico, Christoph Loy, que ya colaboró con Pappano en "Lulú" no convence del todo en su trasposición de ese drama romántico a un mundo actual con un coro de señores vestidos de esmoquin y cuyos movimientos retarda o congela como en una foto fija.

Si su minimalismo en blanco y negro funcionaba perfectamente en la ópera de Alban Berg que hizo en este mismo teatro, en la de Richard Wagner no ocurre lo mismo.

Loy ha dividido el espacio escénico por una enorme cortina tras la cual están los cortesanos del rey Marco y que los propios actores abren o cierran según su particular concepto.

Él mismo ha explicado que el espacio detrás de la cortina permite al espectador "experimentar el mundo que habitan normalmente los personajes" mientras que en el que queda delante, con un par de sillas y una mesita por todo "atrezzo", se van eliminando las "capas protectoras" para permitir el encuentro cada vez más depurado entre los amantes.

Es una idea interesante, pero en la práctica resulta algo incongruente escuchar las voces de los marineros que transportan a Isolda desde Irlanda a Cornualles para su matrimonio con el rey Marco ordenando maniobras con las velas del barco mientras uno sólo ve a unos individuos con pajarita que parecen asistir inmóviles a un banquete o una convención.

Y cuando en el segundo acto Tristán e Isolda, que han bebido ya el filtro no mortal, sino amoroso, expresan sus exaltados sentimientos en un éxtasis declamatorio mientras suena la música más embriagadora que haya compuesto Wagner, lo hacen como un matrimonio burgués ante una pequeña mesa de patas tubulares como la de una moderna cocina.

Pese a las pegas que puedan ponerse a esa producción - y hubo división de opiniones en su estreno la pasada noche-, musicalmente, este "Tristán e Isolda" es una auténtica delicia: Nina Stemme está a la altura de su reputación como una de las mejores Isoldas del momento si no de todos los tiempos.

La soprano sueca, que ha cantado ya antes a ese personaje en una grabación discográfica también con el maestro Pappano tras debutar en ese papel en 2003 en el festival de Glyndebourne, está dotada de una voz hermosa y firme, capaz de disparar con total seguridad los tonos más altos e imponerse a todo el sonido orquestal.

En cuanto a Heppner, pese a un físico no demasiado favorecedor para ese papel, convence totalmente en el papel de Tristán con una voz y un fraseo muy bellos y que parecen no requerir ningún esfuerzo.

Brillantes igualmente la mezzosoprano francesa Sophie Koch, que debuta con fuerza como la sirviente Brangäne, el barítono alemán Michael Volle (Kurwenal, sirviente a su vez de Tristán), impresionante sobre todo en el acto final, y el veterano bajo John Tomlison, que confiere la necesaria nobleza al personaje del rey Marco.

Antonio Pappano afirmó en cierta ocasión de "Tristán e Isolda" que tiene un efecto narcotizante y que es preciso entregarse a ella "de cuerpo y alma", y eso es lo que hace, combinando auténtica explosiones orquestales con los momentos más íntimos de música de cámara y expresando en todo momento el anhelo, la desolación y la angustia de esta tan bella como en todos los sentidos compleja ópera wagneriana.

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