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Una turba enfurecida quema vivos a dos ladrones en Bolivia

Morales condena el brutal asesinato y lo desvincula de la jurisdicción indígena

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El asesinato de dos presuntos ladrones a manos de una turba de enfurecidos campesinos dejó ayer a Bolivia en trance y abrió una profunda reflexión sobre comportamientos de la edad de piedra.

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Los hechos ocurrieron el lunes en Achacachi, en el altiplano boliviano y feudo de los radicales aimaras conocidos como los Ponchos rojos, cuando decenas de personas atraparon a once individuos que supuestamente estaban cometiendo robos en la zona.

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Los vecinos de este municipio golpearon a los presuntos ladrones durante unas diez horas. De nada sirvió la negociación abierta por policías. Al atardecer les rociaron con gasolina y les prendieron fuego. Dos murieron abrasados. El resto fue entregado a los agentes de seguridad en un estado físico lamentable. Todos ellos fueron trasladados a varios centros hospitalarios donde quedaron ingresados.

El Gobierno de Evo Morales condenó enérgicamente este dramático episodio violento y, en un comunicado, prometió detener a los culpables de los dos asesinatos. La ministra de Justicia, Celima Torrico, de etnia quechua, rechazó que los linchamientos formen parte de "justicia comunitaria" de los pueblos indígenas y que está recogida en la nueva Constitución que será votada el 25 de enero. "La jurisdicción indígena respeta el derecho a la vida, a la defensa y otorga garantías" , indicó Torrico.

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El senador opositor Luis Vásquez acusó al Gobierno de La Paz de "pasividad". El viceministro de Justicia Comunitaria, Valentín Ticona, reconoció que existen "problemas de fondo" con este tipo de "ajusticiamiento" pero recordó que la máxima pena indígena para casos de asesinato o violación "es la expulsión de la comunidad".

 

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