Este artículo se publicó hace 15 años.
"A veces me pregunto por qué no tengo miedo de nada"
Abogada y ministra. La profesión de su padre, el magistrado José Jiménez Villarejo, marcó la primera vocación de la titular de Sanidad
La madre de la ministra empezó a estudiar en la universidad a los 40 años. Tenía ocho hijos y hasta ese momento se había dedicado sobre todo a criarlos. El noveno llegó mientras preparaba oposiciones. A partir de ese momento, las cosas cambiaron. "Éramos muchos y teníamos que estar bien organizados. Por eso en casa siempre teníamos un papel colgado detrás de la puerta de la cocina donde nos decían qué teníamos que hacer cada uno", recuerda Trinidad Jiménez (Málaga, 1962).
Ella, que era la tercera, se las ingeniaba para diseñar de vez en cuando el reparto de tareas. "Las distribuía de manera equitativa", asegura muy seria la hija de José Jiménez Villarejo, ex magistrado del Tribunal Supremo. Pero en seguida se le escapan las carcajadas. No puede evitarlo, aunque a veces su risa suene tímida.
Es la tercera de nueve hermanos, a los que había que organizar muy bien"Mi primera vocación tiene mucho que ver con la profesión de mi padre y la admiración que siempre he sentido por él". También con las reuniones que montaba con otros compañeros, en las que hablaban de justicia y de la democracia que estaba a punto de llegar. "A mí me mandaban servir la cena o poner el café y siempre estaba pendiente de lo que decían. En mi casa se respiraba ansia de libertad y eso marca mucho", dice en tono reflexivo.
Todo cambia cuando cita las frases de otros. Entonces se muestra incapaz de hablar en tercera persona. Al recordar cómo inauguró su mandato, imita a la vicepresidenta De la Vega: "Me dijo: "¡Ay, por favor, Trini, ten mucho cuidado con las crisis alimentarias! ¡No hay nada peor para un gobierno que una crisis alimentaria!".
El tono teatral tiene mucho que ver con su carácter sureño. "Me casé con un diplomático y me fui a vivir a Guinea Ecuatorial, a Israel y a Camerún. He viajado tanto, que busco tener una identidad. Y la encuentro en Málaga, mi tierra de nacimiento". Allí, entre el campo y la playa, sus padres tenían una casita donde podían soltar a toda la tribu a "correr por el monte". Eran veranos larguísimos "todo el día oliendo a sal" en los que construían cabañas para dormir en ellas por la noche. Y sin resfriarse, la ministra no recuerda haber pasado gripes.
"En mi casa se respiraba ansia de libertad y eso marca mucho"Quizá por ese motivo dice que nunca ha tenido miedos. "Eso también lo he pensado... ¿Por qué no tenías miedo?", se pregunta a sí misma en voz alta. "Pero no sé... Yo no tengo miedo a la muerte, ni a nada en general. Luego, en pequeñas cosas de la vida cotidiana, sí, te sale la inseguridad".
Tanto poderío le ha causado problemas que intenta relativizar. Hubo un tiempo en que sólo se habló de la cazadora que quería lucir en un cartel electoral en el que se la veía demasiado atractiva y decidida. "Todo cosas positivas en principio, pero que se banalizaban y perjudicaban a la imagen de seriedad que se supone que debe tener un alto cargo". Y que no se perdonan en una mujer. "Le ha pasado a todas las políticas, sobre todo a las más jóvenes".
¿Esa imagen le ha complicado la relación con los hombres? "No soy consciente. A lo mejor alguno ha dicho Yo con la Trini no me atrevo. Pero después se han atrevido muchos", bromea. ¿Y han salido bien parados? "Perfectamente. Peor he salido yo a veces", asegura. Y eso que le ha puesto empeño. Maleta arriba y abajo. "Una vez fui a una cita de reconciliación con mi ex marido hasta Bamako (Malí)", revela. "Soy la cosa más formalita del mundo y he hecho muy pocas locuras, pero nunca he sido convencional". Si hay que ir a Malí, se va.
Entre sus idas y venidas, un viaje a la URSS poco después de cumplir los 20 y aquella estancia en el Chile de Pinochet, al que se fue sola para contactar con líderes estudiantiles que le facilitaban una habitación distinta cada día. Dice que siempre con el mismo objetivo, "contribuir a hacer justicia", por mucho que cambiara la toga por el megáfono primero y por el micrófono de la sala de prensa después.
Hay otras cosas que no han cambiado desde aquella infancia en que se sintió "muy libre y con mucho contacto con la naturaleza". Trinidad Jiménez es "feliz". La palabra suena tan sincera como extraña en un despacho ministerial. Pero a Trini no le da miedo pronunciarla.
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