Este artículo se publicó hace 16 años.
Los Veintisiete analizan mañana las consecuencias del "no" irlandés
Los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea tendrán mañana en Luxemburgo la primera ocasión de evaluar las consecuencias del rechazo irlandés al Tratado de Lisboa, que ha vuelto a colocar las reformas de la UE en el dique seco.
El "no" del pueblo irlandés ha convulsionado por completo la agenda de los Veintisiete en un momento en que la Unión parecía liberada de las querellas institucionales y concentrada en afrontar problemas inmediatos como la subida de los precios de los carburantes o la desaceleración económica.
El cometido de este Consejo de Asuntos Generales y Relaciones Exteriores (CAGRE) es preparar la "cumbre" de jefes de Estado o Gobierno que se celebrará en Bruselas tres días después y que ha pasado de ser un encuentro rutinario sin grandes novedades a convertirse en un cónclave de crisis.
Desde que se conoció el resultado del referéndum irlandés se han multiplicado los llamamientos de los responsables europeos a que continúe la ratificación parlamentaria en los ocho países que todavía no la han concluido: Reino Unido, República Checa, Suecia, Chipre, Italia, España, Holanda y Bélgica.
Así lo han reclamado el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durâo Barroso, el primer ministro esloveno y presidente de turno de la UE, Janez Jansa, y, en una declaración conjunta dada a conocer el mismo día del recuento irlandés, la jefa del Gobierno alemán, Ángela Merkel, y el presidente francés, Nicolás Sarkozy.
De momento, ese compromiso formal de no paralizar las ratificaciones es la única respuesta a la crisis que puede esperarse del Consejo de mañana y de la cumbre del jueves y viernes próximos.
Los preparativos para la puesta en marcha a partir del 1 de enero de 2009 de las disposiciones institucionales del nuevo tratado van a sufrir un parón.
Como reconocía esta semana un embajador, los gobiernos europeos han estado preparando en Bruselas un poco "clandestinamente", para no interferir en las ratificaciones, la puesta en marcha de las disposiciones institucionales del nuevo tratado.
Nuevas reglas de funcionamiento, nuevos órganos, nuevos cargos, un servicio diplomático europeo, todo queda ahora en el aire.
Hasta el calendario de la ampliación -Croacia es el primero en la lista de espera- puede sufrir un retraso.
Pero, aunque malherido, el Tratado de Lisboa puede seguir vivo mientras el "no" irlandés constituya una excepción.
Como ya ocurrió en octubre de 2002 con el Tratado de Niza, que había sido rechazado el año anterior por el 50,4 por ciento de los votantes, cabe la posibilidad de repetir el referéndum una vez que los socios europeos negocien con el Gobierno irlandés cláusulas encaminadas a tranquilizar a la población respecto al verdadero contenido y alcance del tratado.
La pérdida de soberanía fiscal, la injerencia de Bruselas en cuestiones sociales o morales y la deriva militarista de la Unión son algunos de los miedos que se han esgrimido como desencadenantes del rechazo y que podrían conjurarse de esta manera, mediante "aclaraciones" que no conllevaran cambios en el tratado.
Pero, para que esta salida sea viable, se necesita, primero, tiempo -entre los dos referendos irlandeses sobre Niza transcurrieron dieciséis meses- y, segundo, que todos los demás socios estén de acuerdo en proseguir con las ratificaciones.
El Reino Unido y la República Checa representan, a este respecto, una incógnita.
El jefe de la diplomacia británica, David Miliband, ha abogado por que cada país "lleve el proceso de ratificación hasta el final", pero todo el mundo recuerda en Bruselas que el Gobierno laborista de Tony Blair fue el primero en dejar caer la Constitución europea suspendiendo su ratificación tras los "noes" de Francia y Holanda en 2005.
La situación es más confusa si cabe en la República Checa, donde el fiasco irlandés ha dado alas a los euroescépticos, empezando por el más influyente de todos, el propio presidente de la república, Vaclav Klaus.
Para Klaus, el "no" irlandés representa "la victoria de la libertad y la razón sobre los proyectos elitistas artificiales y la burocracia europea".
Antes incluso de que se publicaran los resultados oficiales, el presidente checo ya había sentenciado que el Tratado de Lisboa "se ha acabado" y que "no es posible seguir con su ratificación".
Mañana, lunes, buena parte de las miradas estarán puestas en las delegaciones británica y checa.
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