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Como una Venecia africana

Situado en medio del lago Nokué, al sur de Benín, el pueblo lacustre de Ganvié ofrece una visión diferente de cualquier otra dentro del país. No es de extrañar que sea uno de los destinos turísticos m&aacut

ÁNGEL M. BERMEJO

Un horizonte plano, hecho sólo de agua. El ruido de los remos al hundirse en el agua para impulsar la piragua. Una vela cuadrada que se acerca. Dos garcetas que rozan la superficie del lago. El calor del golfo de Guinea. El viaje a Ganvié es corto, pero tiene algo de irreal, como pensar en lo que uno va a encontrar: una ciudad construida sobre palafitos en medio del lago. Todo resulta extraño, sorprendente. Y éstos son algunos de los ingredientes de un viaje para que pueda ser considerado como tal.

Estamos en el lago Nokué, en el sur de Benín, un país pequeño y estrecho que aparece encajado entre Togo y Nigeria. A pocos kilómetros de distancia aparece Cotonú, la capital económica del país. Y el Atlántico.

Pero aquí, en el lago, parecen muy lejanos los ruidos y los agobios de Cotonú. El Nokué tiene una 26.000 hectáreas de extensión, y dentro de sus aguas viven entre 30.000 y 40.000 personas en distintos poblados, de los cuales Ganvié es el más conocido.

¿Qué pudo impulsar a estas gentes a levantar sus poblados en medio de las aguas, a vivir sobre palafitos? Una leyenda habla del rey de los tofinu que, buscando un lugar para instalar en lugar seguro a su pueblo, se convirtió en una garceta, que sobrevoló el lago hasta encontrar unos islotes de barro en los que podrían levantar sus casas. Para llevar los materiales se convirtió a continuación en cocodrilo y, con la ayuda de sus congéneres animales, pudo llevar los cargamentos de madera necesarios para las obras.

Pero, más allá de las leyendas, la respuesta está en los libros de historia. A principios del siglo XVIII los reyes de Abomey y de Allada, de la etnia fon, habían encontrado una lucrativa fuente de ingresos en el tráfico de esclavos y recorrían la zona en busca de víctimas propiciatorias, pueblos sin protección ni tradición militar. Los tofinu eran unos de ellos, y encontraron la salvación adentrándose en el lago porque, por cuestiones religiosas, los fon no podían adentrarse en las aguas. Prejuicios religiosos que vinieron muy bien a los tofinu. Por eso Ganvié significa, en su idioma, 'Comunidad Salvada'.

Tres siglos después, Ganvié mantiene una cierta atmósfera de misterio, de lugar imposible anclado en medio de un lago de aguas oscuras. Aquí no se camina, sino que uno se desliza en piragua. Todos los días se organiza un mercado flotante en el que se compra y se vende de todo de piragua a piragua. Unas lanchas recogen cada mañana a los niños para llevarlos a la escuela. Los pocos alojamientos que existen ofrecen, en el precio de la habitación, una piragua para que los clientes puedan salir de la casa.

Pero, como ocurre en muchos otros lugares del planeta, una sociedad que ha vivido en perfecto equilibrio con un medio natural determinado, empieza a descubrir que las cosas cambian, y no necesariamente para bien. El desarrollo anárquico de Cotonú y de Abomey-Calavi ha hecho que estas ciudades crezcan hasta el borde mismo del lago, contaminando las aguas. Otros dicen que el aumento de los akaya, los recintos que los habitantes de Ganvié construyen en el lago dedicados a la piscicultura, impiden la circulación del río Uemé hacia el océano. Ganvié, que siempre ha sido un ejemplo de supervivencia, se enfrenta a un nuevo reto.


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