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Otra vez el efecto mariposa

La llegada de millones de mariposas monarca a México, tras concluir una milagrosa peregrinación, se convierte en todo un espectáculo natural digno de admirar.

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Con la llegada del otoño, la reserva de la biosfera que une el Estado de México con el de Michoacán (centro del país) acoge a millones de mariposas monarcas procedentes de Canadá y Estados Unidos en busca de mejores climas, una milagrosa peregrinación que tras concluir permite disfrutar de un inolvidable espectáculo de belleza y magia.

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La migración de esta especie comienza en septiembre en la región de los Grandes Lagos, al noreste de Estados Unidos, y concluye en México entre finales de octubre y principios de noviembre, cuando llega a sus áreas de hibernación.

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Pese a su fragilidad, son entre 2.000 y 4.500 los kilómetros que la mariposa monarca recorre hasta asentarse en los bosques de pino y oyamel de Michoacán, santuarios en los que procreará a la siguiente generación de su especie.

Uno de estos santuarios, declarados Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco, es la sierra de Chincua, en la localidad michoacana de Angangueo, todo un centro turístico que cuenta desde el pasado año con restaurantes, tiendas de artesanía y paseos organizados a pie, en bicicleta y a caballo. Pero no es el único, también están el de El Rosario y el de Senguio, en Michoacán; mientras en el Estado de México se pueden encontrar el santuario de El Chapulín en el municipio de Donato Guerra; La Mesa, en San José del Rincón y el de PiedraHerrada, en San Mateo Almomoloa.

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El espectáculo de su hibernación convierte los árboles en un ingente conglomerado de mariposas que dobla las ramas y hace de los caminos -a veces de kilómetros- alfombras por las que cabe extremar la precaución para no pisar ningún ejemplar mientras se camina. El vibrante color anaranjado de las mariposas se asemeja al que el sol regala en los atardeceres, mientras que el viento suave en las laderas se llena del batir de millones de alas.

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