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"La vida interior de Martin Frost", brillos y tedios del genio de Auster

EFE

Entre la genialidad de su literatura y los errores de principiante de su cultura visual, Paul Auster solidifica su relación con el cine con la muy líquida "La vida interior de Martin Frost", un inasible pero aun así magnético tratado sobre el delirio creativo que se estrena hoy en España.

Tras el mano a mano con Wayne Wang en "Blue in the Face" y la poética "Lulu on the Bridge", Paul Auster se mira en el espejo en "La vida interior de Martin Frost", en la que plasma -y arroja contra sí mismo- la pérdida de la objetividad y la razón durante el alumbramiento artístico.

Esta última pieza acumula, entonces, los excesos de un "brainstorming" en el que se precipitan la belleza intuida de una profunda sabiduría emocional y la incapacidad técnica del neófito para amasar su talento en forma de imágenes.

"La vida interior de Martin Frost" radiografía con desordenada poética y casi con paroxismo los fantasmas de la inspiración, ese proceso en el que las ideas coquetean con lo magistral y lo descabellado, lo lírico y lo indescifrable, lo sublime y lo petulante y, sobre todo, lo real y lo delirante.

El escritor de la "Trilogía de Nueva York" comienza entonces su confesión como creador y pone sobre la mesa con punzante honestidad las cartas del genio: ases de vanagloria y egolatría, pero también de inseguridad, paranoia y repudio.

Pasión desaforada u odio encarnizado, pero siempre, en el fondo, la obsesión, la pulsión pudorosa del que sabe que una obra desnuda a su creador y quizá se tome la libertad de airear sus miserias.

En esa lucha con el ingobernable resultado final del arte se bate en todo momento el protagonista de "La vida interior de Martin Frost" -estupendo David Thewlis-, como también lo hace una película que, además, se asoma a la falla existente entre dos maneras de contar una historia tan distintas como el cine y la literatura.

Así, sorprende cómo Auster yerra en algunos de los rasgos que han hecho grandes sus textos -el poder evocador de cada historia secundaria o la orgánica introducción de las referencias a sus maestros-, mientras era más previsible que su lenguaje visual resultara poco sutil, como así sucede.

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