Este artículo se publicó hace 16 años.
Villa reclama un puesto
El delantero del Valencia confirma su estado de gol y da motivos a Luis para que insista en él. Marchena regala el empate con un despeje de colegio y una volea de Capdevila salva el resultado.
José Miguélez
Villa le guiñó un ojo a Luis. Le ayudó a despejar dudas. Tiene gol, mucho gol, y el de la selección habitualmente lleva su nombre. Y eso es un tesoro. Una característica que no se debe despreciar, porque no abunda. Y Villa, además, ha entrado en una de esas fases que encuentra puerta con insultante facilidad. Está en racha. Por puntería, pero también por velocidad. Llega fresco, muy mejorado de aspecto en comparación con el resto del curso. Está un punto por encima de sus compañeros (la misma sensación dejó Silva), más rápido, más fuerte, más en forma. Pide sitio.
Perú es un episodio menor, un simple amistoso, demasiado poco como para establecer conclusiones definitivas. Pero sirvió para dar pistas. Sobre todo en el asunto que más las buscaba Luis. Porque el partido de ayer representaba un improvisado cambio de planes, la vuelta a los dos delanteros después de un trayecto en el que la superpoblación de centrocampistas se había impuesto. Un ligero paso atrás en el pensamiento inicial, que Villa se encargó de aplaudir. Luis tiene unos cuantos días para darle vueltas.
Torres, grisSu compañero en el frente de ataque, en cambio, no tuvo su día. Torres, obligado a recibir de espaldas (la suerte que menos domina) y excesivamente resbaladizo. En el segundo tiempo salió Güiza. Durante un cuarto de hora en compañía y luego, cuando Luis regresó a su dibujo preferido, solo. Se desmarcó como acostumbra, pero le faltó precisión. También apareció en la segunda mitad Cesc, cuyo caso preocupa. Sus galones en el Arsenal son indiscutibles. Pero en la selección no consigue desprenderse de la timidez y el rol secundario.
Por la boca, Luis dice que no lo ve así. Pero, de momento, le ha dejado un rato fuera de la titularidad. Y cuando le puso a jugar le quitó del medio a Xavi, el jefe del juego en la selección y el que en teoría explica el apagón de Cesc con la roja. Viven en la misma zona del campo, se solapan. Y Cesc no se atreve a discutir. Sin Xavi, Cesc tampoco se soltó. No se encendió su talento, aunque dio la asistencia definitiva.
No le ayudó el tono del segundo tiempo, excesivamente interrumpido con los cambios. Sin exigencias de competición, sin necesidad de salvar el orgullo porque el marcador iba a favor y un poco intimidado por el acento agresivo de los peruanos, el equipo español perdió el hilo y desaceleró.
Tanto, que Perú se animó a probar a Casillas en un par de ocasiones y a discutirle la posesión a los de Luis.
No dio la sensación de ser capaz de comprometer el resultado. Pero Marchena, para abundar en las sospechas que despiertan nuestros centrales, decidió invitar a una ronda. Falló en el despeje y regaló el empate a Rengifo. Un pecado intrascendente, porque ayer no había nada en juego. Pero igualmente intolerable. Ese tipo de errores te echan de la Eurocopa. Y sin esperar a cuartos.
Otros detalles, en cambio, te mantienen. Por ejemplo, voleas agónicas como las de Capdevila. Y además, con la derecha. España al menos supo levantarse. No es poco.
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