Este artículo se publicó hace 17 años.
La violencia se reduce en Bagdad, pero deja otras pesadillas
El fantasma de la violencia que perseguía a los habitantes de Bagdad ha empezado a abandonar la capital con la mejora de la seguridad, pero ha dejado otras pesadillas para las familias que van regresando a sus casas.
Pese a que algunas decenas de familias han vuelto en los últimos meses a Bagdad después de que disminuyeran los ataques de la insurgencia -en un setenta por ciento, según el gobierno -, para ellos la vida ya no es como antes.
Las casas que un día tuvieron que abandonar apresuradamente están agujereadas por las bombas, y las calles por donde paseaban se encuentran ahora rodeadas de los muros de separación instalados por el ejército estadounidense para evitar -y con éxito- la irrupción de coches bomba.
Fadel al Rabeí, que junto a su familia pasó dos años refugiado en Siria, dijo a Efe que su regreso a Bagdad fue como una pesadilla.
Al oír que la seguridad en la capital había mejorado, decidió volver a su casa en el barrio de Al Yamaa, en el oeste de la capital, pero "la sorpresa fue cuando la encontré completamente destruida".
Los vecinos de Rabeí le explicaron que los soldados estadounidenses la habían demolido al sospechar que era un depósito de armas.
Los insurgentes completaron el trabajo quemando todos los muebles y los equipos eléctricos que habían podido ser salvados.
"Fue solo el buen trato de mis vecinos el que alivió mi sufrimiento. Uno de ellos me dejó una planta de su casa para vivir allí hasta que reconstruya la mía", agregó Rabeí.
A Abu Antoin, un iraquí cristiano, también le ayudaron sus vecinos a encontrar una familia que pudiera vivir en su casa en el barrio Al Ameriya, en el oeste de Bagdad, durante 10 días en los que la tuvo que abandonar con su familia tras recibir amenazas con muerte de Al Qaeda.
Ahora que ha vuelto a su vivienda, Abu Antoin se queja de que no puede entrar en coche en su barrio por los muros de hormigón que lo rodean.
Así, todos los días tiene que dejar su vehículo al cuidado de algunos de familiares en otra zona, y eso le obliga a hacer sus compras fuera de su barrio amurallado y regresar a pie cargado hasta los topes.
Para Abu Mustafa, uno de los habitantes del barrio Al Amel, en el suroeste de Bagdad, el tener que abandonar Bagdad durante una época por la violencia costó a sus cuatro hijos perder un año académico entero.
Pese a que ya han regresado a la capital, la administración del colegio donde estudiaban los hijos de Abu Mustafa ha rechazado que continúen sus estudios este año.
Según el sociólogo iraquí, Hekmat Aziz, lo peor que ha causado la violencia sectaria entre la comunidad iraquí, que siempre se conocía por sus sólidas relaciones familiares, es dividir a las familias y separar entre los miembros suníes y chiíes de la misma familia.
Los ataques de las milicias chiíes y de los grupos insurgentes suníes obligaron a los iraquíes a abandonar los barrios "mixtos", sobre todo los que cuentan con extremistas radicales, y buscar otros lugares más monocromos.
Aziz dio el ejemplo de la familia de Abu Heidar, una de las más conocidas de Bagdad, que tuvo que dejar el barrio de mayoría chií de Al Hurriya, en el noroeste de la capital, donde había vivido durante 65 años, e ir a vivir en Al Yamah, en la vecindad suní.
Pese a que Abu Heidar era chií, su inclinación y la de su familia a la tendencia suní le obligaron a cambiarse de barrio para evitar ser víctimas de la violencia sectaria.
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