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Y se armó la romería con las pescadoras

El Palmar, un pequeño pueblo junto a L'Albufera de Valencia, celebra una romería en honor al Cristo de la Santísima Salud

ÓSCAR ABOU-KASSEM

Es casi la hora de la siesta y hace mucho calor. Pero las calles de El Palmar están de lo más animado. Este pequeño pueblo junto a L Albufera celebra hoy una romería en honor al Cristo de la Santísima Salud y somos muchos los foráneos. El mejor plan nada más llegar es refugiarse del bochorno en una de las arrocerías locales.

Allí nos hablan de un trauma que el pueblo todavía no ha superado. Es un problema que se remonta 12 años atrás, cuando un grupo de cinco mujeres exigió practicar la pesca en L Albufera. Un derecho con 700 años de tradición que solo ejercían los hombres y que transmitían de forma hereditaria a sus hijos varones. El Tribunal Supremo dio la razón a las demandantes y desde 2001 obligó a la Comunidad de Pescadores de El Palmar, la cofradía que organiza la pesca en L Albufera a dejarlas faenar.

'Tres cuartas partes del pueblo no pueden ni verlas. Sólo querían entrar a mangonear y controlar los presupuestos de la Comunidad', cuenta Cecilio mientras golpea una de las mesas del restaurante Canyamel con un anillo de oro que lleva incrustado el escudo del Valencia CF, y su correspondiente murciélago desproporcionado. 'Es como una guerra civil. Hasta que no se mueran nuestros hijos, esto no se olvida', añade.

A aquellas pioneras sólo les apoyaron 15 pescadores. Les echaron de la Comunidad de Pescadores, pero ahora han vuelto a ingresar 'tras pedir perdón'. Para ellos no hay rencor, pero sí para el grupo de mujeres que lideró Carmen Serrano. Ella era la responsable local de la Asociación de Amas de Casa Tyrius. La bestia negra de los tradicionalistas. Según los pescadores, las mujeres se pasearon los primeros días para hacerse unas fotos y luego no volvieron. 'No saben ni ponerse el chubasquero', escupe Cecilio.

La cofradía de pescadores, fundada en 1238, aglutina a todas las fuerzas vivas del pueblo. Son los propietarios de los edificios más importantes e influyentes para un pueblo pequeño. Iglesia y casa del médico incluidas. Reparten por sorteo entre sus miembros los espacios para la pesca fija, los redolins. Allí recogen anguilas y lubinas.

Sin embargo, Cecilio y su mujer Esther no están interesados en pescar. Sus hijos tampoco. 'No saben ni coger un palo. ¿Para qué me voy a levantar las cinco de la mañana? Prefiero tomarme cuatro o cinco carajillos en el bar', alardea.

Ahora hay más socios en la cofradía pero menos pesca. Enrique pescaba pero se retiró para dedicarse a la hostelería. Él y su mujer Maica se oponían a la entrada de mujeres. Pero les ha venido bien: se han aprovechado de la reforma para transmitir los derechos a sus hijas. No tiene hijos varones, pero no quieren perder sus derechos por si a sus nietos un día les da por echar las redes.

En el puerto no hay pescadoras. Serrano y sus hijas no están en las listas de asientos reservados que controla el Ayuntamiento. Cada barca espera a los vips locales. La número 15 llevará al Cristo. La 7 al cura y la 14 a la fallera mayor. Me siento en una peli de Berlanga. El lanzamiento de diez cohetes indica que el Cristo ha salido de la iglesia. El plan es llegar al centro de L Albufera, celebrar una misa y volver al puerto. Cuando el Cristo toque tierra se lanzará una mascletá.

El organizador del evento en puerto va vestido de lino ibicenco. No sabe el nombre del santo, pero reparte instrucciones a todos los presentes. Los vecinos llegan a las barcas con neveras llenas de bebidas. 'Cuando vengan los yayos nos metemos en la barca', dice una madre.

El público asistente va ocupando los asientos en los botes. Aquí el agua no cubre y se pueden ver pececillos y renacuajos. Las barcas más comunes son los albuferencs pero también otras mayores, los catarrogines. Todas llevan alguna bandera, bien sean de la Comunitat, piratas o del equipo de fútbol del Valencia. La romería se retrasa más de una hora y algunos deciden partir hacia aguas más profundas y esperar al Cristo en aguas menos revueltas.

 

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