Este artículo se publicó hace 15 años.
Y la carne se hizo estrella
Vi por primera vez a Russian Red en concierto justo hace un año. Fue en la sala El Sol de Madrid y creo recordar que faltaban unos días para que publicara su disco, I love your glasses. Ya en aquel momento el fenómeno que se había creado a su alrededor era de dimensiones considerables. ¿Qué artista sin disco en el mercado es capaz de llenar la sala El Sol y dejar a decenas de fans en la calle?
Daba la impresión, ahora confirmada, de que se trataba de un caso extraordinario (al menos, en España). Por varias razones. La primera, que un músico acceda a gran cantidad de público sin la ayuda de una discográfica (ya sea esta multinacional o independiente). Porque el éxito inicial de Ru-ssian Red se produjo exclusivamente a través de la Red, algo sólo comparable a lo que fuera había conseguido una banda como Arctic Monkeys.
En segundo lugar, Lourdes Hernández ha borrado de un plumazo la distancia, en España casi insalvable, entre el indie y el mainstream. Al igual que el grupo Vetusta Morla, que también camina con paso firme hacia el gran público después de autoeditarse su disco de debut, Russian Red ha ocupado un espacio, muy necesario en nuestro país, al que acceden con gusto tanto los iniciados más desprejuiciados como los que escuchan música de manera más ocasional.
La voz del millón de dólaresEn tercer lugar y quizás lo más extraordinario del asunto en cuestión, está su voz. Autodidacta de formación dio algunas clases de canto, pero lo dejó a los tres meses, la voz de Lourdes roza lo sobrenatural. Es verdad que a la interpretación, al ser básicamente intuitiva, le falta cierta intención y matices, pero el diamante en bruto está ahí y casi se puede palpar.
A tanta gente no se llega por casualidad. Algunos tienen éxito gracias al marketing, pero en este caso la mercadotecnia no entró en juego. Con una guitarra que le queda varias tallas grande, ese torrente de voz capaz de atravesar valles y unas canciones tan sencillas como inspiradas y efectivas, Lourdes Hernández ha tardado menos de un año en convertirse en una estrella, todavía pequeñita, pero con propiedades cegadoras.
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