Este artículo se publicó hace 16 años.
2012, una quimera en el espacio
La empresa española Galactic Suite pretende ser la primera que instale un hotel en el espacio. Los expertos dudan de que pueda lograrlo al coste y con los plazos fijados.
La propuesta de la compañía barcelonesa Galactic Suite (GS) es fascinante. Cuatro días de estancia en un hotel orbital a 450 kilómetros de la Tierra con spa incluido, un programa que añade ejercicio y meditación, y 18 semanas de preparación para el viaje en una isla del Caribe. Todo, por tres millones de euros, un precio razonable por lo que se
dice que se ofrece.
La propuesta puede parecer de ciencia ficción, pero el arquitecto Xavier Claramunt, fundador y director de GS, asegura que ya han hecho su reserva para viajar al hotel 38 clientes (entre ellos, cuatro españoles) y que los primeros disfrutarán de su estancia en 2012. Teniendo en cuenta los plazos necesarios para desarrollar un proyecto así, la construcción de los módulos en los que residirán los turistas espaciales debería estar ya avanzada, y Claramunt asegura que así es. “En octubre, se van a empezar a construir los módulos, que se parecerían bastante a los que aparecen en nuestra página web”, afirma el director de GS. La compañía encargada de hacerlo es, según él, Astrium . La sorpresa llega cuando se pregunta a la compañía aeroespacial por la construcción del hotel. No saben nada del proyecto.
Aun en el caso de que hubiese ya compañías construyendo el hotel, expertos en este ámbito señalan las dificultades para cumplir los plazos fijados por la empresa. Thomas Bouvet, de la Federación Astronáutica Internacional , cree que cumplir la fecha propuesta por GS, “aunque no es técnicamente imposible, es muy complicado”. “Bigelow Aerospace [una compañía de EEUU que pretende colocar en órbita su primer habitáculo en 2012], ya ha enviado módulos al espacio para demostrar su capacidad técnica, algo que GS no ha probado todavía”, afirma Bouvet.
La manera de transportar a los turistas al hotel orbital es uno de los aspectos más complicados en un proyecto como el de GS. Mark Homnick, consejero delegado de 4Frontiers , una de las empresas que ha asesorado a la compañía catalana para adaptar sus ideas a la realidad, asegura que “GS no estará de ninguna manera en el negocio orbital en 2012, principalmente porque no habría una forma fiable para llevar allí arriba a los turistas en las cantidades necesarias”. Esa capacidad no estaría disponible, según Homnick, “hasta 2015 o más tarde”.
Los planes de Claramunt son más optimistas: “En una primera fase, los pasajeros subirían al hotel en Soyuz y después se está desarrollando una lanzadera, que estaría lista en 2015”. Como en el caso de los módulos, la empresa encargada del desarrollo de la lanzadera sería, según GS, Astrium, y, como en aquel caso, la empresa no sabe nada.
Incluso en el caso de que alguien fuese a construirlo, para contar con un medio de transporte propio, además del problema de las fechas, GS tendría el obstáculo del dinero. De momento, el arquitecto afirma contar con 2.000 millones procedentes de inversores de Emiratos Árabes (aún sin identificar), pero desarrollar un sistema de transporte para un hotel orbital costaría, según Bouvet, “varios miles de millones de euros”.
Como ejemplo de lo costoso de este tipo de naves, puede servir la posible transformación del vehículo de transporte Julio Verne de la ESA en uno que pueda llevar astronautas a la Estación Espacial Internacional. Pese a ser una máquina que ya es capaz de llegar a la Estación con carga, hacerla habitable y dotarla de capacidad para regresar a la Tierra (de momento es de usar y tirar) requeriría una inversión aproximada de 2.300
millones de euros.
Bouvet cree que, salvo que los promotores de GS cuenten con algún inversor millonario que sustente el proyecto, como sucede en el caso de Bigelow Aerospace, las posibilidades de que la compañía española reúna las cantidades que necesita son escasas. “Sólo hay que observar el caso de Astrium que, pese a ser una gran empresa con mucha experiencia, está teniendo dificultades para reunir los 1.000 millones que necesita para su proyecto de turismo espacial suborbital”, asevera.
Pese a las incertidumbres en torno a los planes de GS, hay personas en la industria aeroespacial que consideran interesante el proyecto. Homnick dice que es “bastante especulativo”, pero cree que su experiencia servirá para medir las posibilidades de este tipo de iniciativas en el futuro. Juan de Dalmau, director del Centro Tecnológico para la Industria Aeronáutica y del Espacio (CTAE), una empresa española que ha asesorado al equipo de Claramunt en la elaboración del proyecto, valora su capacidad para vender la idea del turismo espacial de una forma sugerente y cree que el equipo de GS es muy bueno en el trabajo de cara al cliente. No obstante, cree que “más que construir hoteles en órbita, ellos quieren ofrecer una idea innovadora y moderna a un inversor”.
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