Público
Público

1.600 años de chistes viejos

Un texto griego del siglo IV demuestra que entonces y ahora se bromea sobre los mismos temas

JAVIER YANES

Cuando un chiste merece el calificativo de viejo, puede ser que su origen no se remonte décadas, sino milenios. Un texto griego del siglo IV traducido ahora al inglés se encarga de demostrar que los humanos se han reído esencialmente por los mismos motivos desde escenarios tan remotos como la Grecia clásica.

Bajo el título Philogelos: el adicto a la risa y firmado por dos individuos llamados Hierocles y Philagrius, el libro recoge 265 chistes agrupados por temas. Según su traductor, el profesor estadounidense de lenguas clásicas William Berg, los autores recopilaron los chistes que circulaban entre el pueblo.

Aunque los textos han llegado a la actualidad a través de manuscritos medievales, por el contenido y el lenguaje Berg ha situado su origen después de la celebración del primer milenio de Roma, festejado a mediados del siglo III, en el año 248.

El formato elegido para la publicación es el de libro electrónico, incluyendo un vídeo en el que el veterano humorista británico Jim Bowen resucita las bromas griegas ante una audiencia en un club londinense de comedia. Según Richard Stephenson, director de la editorial digital Yudu, responsable de la edición, “es como el Parque Jurásico de los chistes”.

Sexo y flatulencias

Bowen subraya la cercanía de este arcaico material con el sustrato de los chistes actuales: los griegos no se reían con la geometría o la astronomía, sino con el sexo o las flatulencias. Como ahora, las bromas se teñían de machismo o de burla hacia personajes que equivalían a los actuales leperos o gallegos; entonces eran los abderitas –tracios de la ciudad de Abdera–, eunucos o esclavos, y una figura omnipresente que Berg traduce como el “estudiante burro”.

Los medios británicos han aireado que allí estaba un precursor del sketch del loro muerto, un desternillante número de Monty Python en el que un cliente de una tienda de mascotas acude a reclamar porque el loro que compró ha muerto, lo que el dependiente trata de negar con argumentos absurdos. En Philogelos, el loro se sustituye por un esclavo. Cuando el comprador se queja de que ha muerto, el vendedor replica: “Cuando estaba conmigo, nunca hizo nada igual”.

Pero puestos a buscar analogías, el chiste del hombre que compra unos pantalones demasiado estrechos y se afeita las piernas para que le entren podría considerarse un antecesor del sketch de Gomaespuma sobre los pisos pequeños, en el que el propietario lijaba el gotelé del pasillo para poder llegar a la habitación.

En todo caso, ya lo advierte la introducción a Philogelos: en la fantasía futurista del autor Kurt Vonnegut en Galápagos, donde la humanidad ha mutado en marsopas, en algo se distingue su origen: “Sabemos que son humanos porque, cuando descansan en manada en la playa y una se tira un pedo, las demás se ríen”.

 

Jaimito
Un padre reprende al hijo su manía de fijarse en el precio de la ropa de los demás. “Eso es mentira”, responde el hijo. “Me lo dijo Fulano”, aclara el padre. “¿Y vas a creer a alguien que va por ahí con un traje de 50 dracmas?”

A cuál más burro
Un estudiante burro sueña que pisa un clavo. Al despertar, se venda el pie. Un colega le pregunta qué hace. Al oír la explicación, exclama: “¡No me extraña que nos llamen burros! ¿Cómo se te ocurre dormir descalzo?”

Machista
Un misógino asiste al entierro de su mujer. Alguien que pasa le pregunta: “¿Quién descansa aquí?” El viudo responde: “¡Yo, ahora que me he librado de ella!”

Incesto
Un estudiante burro se acuesta con su abuela, es sorprendido por su padre y recibe una paliza. El estudiante se queja: “¡Tú te has acostado con mi madre muchas veces y yo no digo nada! ¿Por qué me pegas por acostarme una sola vez con la tuya?”

Picante
Un hombre pregunta a su mujer libidinosa: “¿Qué hacemos, cariño? ¿Comer o fornicar?” “Lo que quieras”, dice ella. “Pero no tenemos ni una miga de pan”.

Uno de médicos
El estudiante burro va al médico. “Doctor, cuando me levanto estoy mareado, pero media hora después ya estoy bien”. El doctor le aconseja: “Pues levántese media hora después”.

Surrealista
Un estudiante burro quiere saber cuál es su aspecto cuando duerme, así que se planta frente al espejo con los ojos cerrados.

Idiota
A un estudiante burro le extirpan la campanilla y el médico le ordena que no hable. Así, cuando alguien le saluda, es su esclavo quien responde. Luego él explica: “No te ofendas; es que el médico me ha prohibido hablar”.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?