Este artículo se publicó hace 16 años.
Acacias y hormigas, unidas por las jirafas
La asociación entre hormigas y acacias es un caso bien conocido de mutualismo beneficioso para ambas partes; los insectos obtienen néctar como alimento y refugio entre las espinas, defendiendo al árbol de la voracidad de las jirafas y otros herbívoros con sus feroces picaduras. Pero el estudio que esta semana abre la portada de la revista Science da una inesperada vuelta de tuerca a esta relación: si el equipo es un frente común contra el enemigo, parece que la ausencia de éste no es un alivio, sino que perjudica al ecosistema.
El descubrimiento nace de las observaciones casuales del zoólogo Todd Palmer, de la Universidad de Florida (EEUU), durante su trabajo en Kenia. Allí comprobó que las acacias en recintos vallados perdían las hormigas, algo predecible, pero que pese a estar resguardadas de los herbívoros, crecían más despacio y morían con más frecuencia que las situadas en campo abierto. Un análisis cuidadoso permitió a Palmer averiguar qué estaba ocurriendo y dibujar un panorama que ilustra las complejas y frágiles relaciones ecológicas.
Efecto en cascada
El científico comprobó que las acacias vedadas no necesitan invertir recursos en producir néctar. Al desaparecer la comida, los inquilinos repudian los árboles vallados por otros más sabrosos. El nicho que los insectos dejan vacío es aprovechado por otra especie de hormiga que, lejos de proteger al árbol, anida en las cavidades practicadas en la madera por la carcoma, un escarabajo destructor que infesta las acacias libres de ocupantes agresivos.
Las conclusiones de Palmer son relevantes en materia de conservación medioambiental, ya que los herbívoros que se alimentan de las acacias están, en muchos casos, amenazados de extinción por la acción humana.
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