Este artículo se publicó hace 15 años.
El astuto plan del microbio Odiseo
Los científicos descubren el complejo mecanismo de funcionamiento del agente infeccioso que causa leishmaniasis
Sólo en la mente del héroe Odiseo (Ulises, para los romanos) cabía la astucia que daría la victoria a Grecia en la guerra de Troya. Epeo, el mejor carpintero de entre los guerreros que asediaron la ciudad, construiría un gran caballo de madera. Con las dimensiones adecuadas, cabrían el mismo Odiseo y cerca de una treintena de hombres, suficientes para romper la seguridad de Troya.
La heroicidad, relatada tanto en la Odisea de Homero como en la Eneida de Virgilio, ha dado la vuelta al mundo, pero la ciencia ha revelado que la idea de Odiseo, a nivel molecular, no es demasiado original.
El patógeno debe conseguir la hazaña de infectar las células encargadas de destruirloEl género Leishmania está formado por protozoos causantes de un conjunto de enfermedades denominadas leishmaniasis. Englobadas en el grupo de enfermedades tropicales olvidadas, transmitidas por la picadura de un mosquito, afectan a 12 millones de personas, sobre todo en el Tercer Mundo, y causan alrededor de 60.000 muertes anuales.
A nivel celular, el patógeno causante de las distintas enfermedades ha de conseguir la hazaña de infectar las mismas células que están encargadas de destruirlo: los macrófagos. Cada macrófago es la nueva Troya a conquistar, su membrana constituye una gran muralla y, en su interior, numerosas moléculas esperan ansiosas entrar en batalla. Únicamente falta el caballo en esta molecular historia, un tipo de célula llamada neutrófilo.
Los neutrófilos son las primeras células que se reclutan en una infección para engullir todo agente extraño que aparezca. Son células algo más pequeñas que los macrófagos y tienen una vida muy corta (6-10 horas). Las leishmanias han aprendido a dejarse tragar por los neutrófilos y a prolongar artificialmente la vida de los mismos hasta la llegada de los macrófagos, unas 48 horas después. Sólo cuando estos lleguen, dejarán morir a los neutrófilos, como parte del astuto plan.
Las leishmanias han aprendido a dejarse tragar por las células y a prolongar su vidaLos macrófagos también se encargan de eliminar células muertas, tragándoselas. Al reconocer que los neutrófilos están muriendo, los tragan como células muertas, pero no como células infectadas, por lo que no activan sus mecanismos de defensa. Este es el sentido por el cual las leishmanias mantienen a los neutrófilos con vida hasta la llegada de los macrófagos: saben que éstos, como los troyanos, no ven una amenaza en un caballo inerte, aunque esconda una sorpresa letal en su interior.
Digno de admiración, no es el único mecanismo retorcido que utiliza el parásito para conseguir sus propósitos biológicos. Este tipo de patógenos tienen dos ciclos, uno en el mosquito y otro en el hospedador vertebrado. Ambos confluyen en un punto crítico: la transmisión. Mediada por la picadura del mosquito, representa un momento crucial, ya que el patógeno debe conseguir salir del mosquito en el momento de la picadura y defenderse rápidamente en el interior del nuevo huésped.
Salvando obstáculos
La enfermedad afecta a 12 millones de personas, sobre todo en el Tercer MundoUn estudio realizado en el Imperial College of London y publicado este mes en la revista Plos Pathogens desvela el mecanismo por el cual las leishmanias manipulan el comportamiento alimenticio del mosquito para aumentar su transmisión y salvar los obstáculos mencionados.
Los mosquitos tienen una válvula en la entrada del intestino cuya función es permitir la ingesta de sangre durante la picadura y sellar inmediatamente el conducto para evitar pérdidas cuando finaliza. La leishmania ha desarrollado un gel proteico llamado PSG que se pega a la válvula y hace que ésta no pueda cerrarse del todo. Como consecuencia, los mosquitos regurgitan sangre cada vez que intentan tragarla y la sangre que entraba limpia por la trompa del mosquito vuelve al organismo cargada de parásitos.
Actualmente no existe una vacuna frente a la leishmaniasis, aunque numerosos grupos de investigación trabajan en su desarrollo. Entre las estrategias utilizadas para mejorar las vacunas se ha optado por añadir compuestos presentes en el contexto de la picadura, como los presentes en la saliva del mosquito. El estudio del doctor Rogers añade una nueva variable, señalando la posibilidad de utilizar el gel PSG. Futuras investigaciones indicarán si conocer el mecanismo de transmisión mediado por el mosquito podría terminar generando una posible vacuna frente a la enfermedad.
* Lucas Sánchez es investigador del Centro Nacional de Biotecnología (CSIC)
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