Este artículo se publicó hace 16 años.
Atapuerca: otro año en busca del origen de los europeos
Hace dos semanas comenzó una nueva campaña de excavaciones en Atapuerca. 140 personas participarán en la búsqueda de nuevos fósiles durante mes y medio en uno de los yacimientos más ricos del mundo
La mandíbula se encontró cerca del límite del área que se está excavando en la Sima del Elefante. Aún se podrá avanzar hacia abajo, con la esperanza de encontrar nuevos restos que permitan confirmar si aquellos huesos de 1,2 millones de años pertenecieron a un hominino de la especie antecessor.
Sin embargo, para saber qué espera unos centímetros más allá, en el mismo estrato donde el verano pasado se desenterró esa joya paleontológica, habrá que comenzar de nuevo desde lo alto del yacimiento, varios metros más arriba.
Para llegar de nuevo al nivel de la mandíbula habrá que esperar casi un siglo, “quizá sólo 50 años, si se mejoran las técnicas”, explica el codirector de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca (Burgos), el científico José María Bermúdez de Castro.
Es posible que allí, a pocos metros, haya fósiles claves para comprender la evolución humana, pero se deberán respetar los tiempos, para no malograr la información que pueda haber en los niveles superiores.
“Espero estar joven para ver lo que hay cuando se llegue”, comenta con una sonrisa Bermúdez de Castro, mientras mira la pared del yacimiento.
Hace dos semanas comenzó una nueva campaña de excavaciones en Atapuerca. Hasta 140 personas participarán en la búsqueda de nuevos fósiles durante mes y medio (la campaña anual concluye a finales de julio) en uno de los yacimientos más ricos del mundo.
Bermúdez de Castro advierte de que no todos los años es posible lograr hallazgos espectaculares, pero Atapuerca ha mostrado una capacidad casi inagotable para sorprender a los paleontólogos con sus contenidos.
Diez centímetros al año
Para toparse con los vestigios que dejaron los primeros habitantes humanos de Europa, los arqueólogos pasan seis horas al día (de nueve a tres) encorvados sobre la arcilla que los conserva.
La tarea es tan minuciosa que en el mes y medio que dura la campaña de excavaciones es posible que sólo se retiren unos 10 centímetros de terreno. El trabajo es más bien rudimentario, pero, como los seres que buscan, también ha evolucionado con el tiempo.
Mientras arañan la tierra con minuciosidad y paciencia y recogen restos del suelo, para estudiar la geología de los yacimientos, toman a cada momento anotaciones con sus PDA (ordenador de bolsillo) sobre lo que van encontrando; todos esos datos se guardan directamente en un archivo informático común.
“Cuando excavamos, lo que estamos haciendo es destruir el yacimiento”, explica María Martinón-Torres, una de las investigadoras que trabajan en el proyecto de Atapuerca. “Por eso tratamos de guardar toda la información posible, para después poder reconstruirlo”, precisa.
Queremos salir de la prehistoria de la excavación”, añade Bermúdez de Castro. El codirector señala que las nuevas tecnologías están haciendo más eficiente el trabajo de los arqueólogos.
“Antes se perdía mucho tiempo en dibujar y en tomar los datos. Un 70% del tiempo se dedicaba a estas labores y un 30% a excavar”, dice. Ahora, la tecnología puede invertir esos guarismos.
Los avances tecnológicos también han permitido cambiar otros aspectos del trabajo de los paleoantropólogos. Un ejemplo son las recreaciones digitales de los fósiles realizadas tras su descubrimiento. Estas imágenes virtuales son las que servirán realmente para el estudio; la pieza original se guardará y rara vez volverá a ser manipulada.
Preguntas pendientes
Mientras trabajan para desenredar poco a poco la maraña de piedras y barro en la que está escrita la historia de los primeros humanos europeos, los investigadores se hacen preguntas en torno a los datos que ya tienen.
Uno de los lugares más enigmáticos de los yacimientos de Atapuerca es la Gran Dolina. En este lugar se han encontrado los restos de 11 individuos, casi todos niños y niñas de corta edad, que fueron devorados por sus congéneres. Las marcas en sus huesos muestran que fueron destazados con habilidad para servir como alimento.
“¿Qué sentido tiene que practicasen el canibalismo si, como se ve por los abundantes restos de otros animales encontrados en el mismo nivel, la despensa estaba llena en esa época del Pleistoceno? ¿Por qué los individuos que se han encontrado son tan jóvenes?”, se pregunta Martinón-Torres.
Responder a estas preguntas no será sencillo, pero hallazgos como el del bifaz Excálibur pueden ayudar a completar el rompecabezas. La pieza hace creer a los paleoantropólogos que la acumulación de cadáveres canibalizados podría haber tenido algún tipo de intención simbólica.
Uno de los próximos objetivos de quienes trabajan en Atapuerca –cuyo cumplimiento dependerá, en parte, de la suerte– es dar un contexto a la mandíbula humana de 1,2 millones de años de antigüedad encontrada el año pasado en la Sima del Elefante. Esto permitiría saber con mayor seguridad si realmente perteneció a un Homo antecessor. Cuenta el codirector de Atapuerca que “muchas de las personas que pasan por los yacimientos se enganchan y regresan todos los años”. Es posible que debido a la excitación latente tras la búsqueda de los orígenes de la especie humana.
El paleontólogo dice que los preciados hallazgos de nuevos fósiles son vividos por quienes trabajan allí como una borrachera colectiva. En uno de sus primeros descubrimientos asegura que lloró como un niño.
No obstante, la arqueología no siempre es tan sublime. “Cuando llegué por primera vez a Atapuerca, me pusieron un fósil entre las piedras para ver si lo reconocía y lo tiré como si fuese una roca más”, cuenta Bermúdez. Ese verano se lo pasó trabajando con una herramienta que sus mentores consideraron con sorna “más adecuada para sus habilidades”: un martillo neumático.
Con herramientas más o menos sutiles, pero sobre todo con sus manos, trabajan estos días en Atapuerca decenas de personas; comparten la ilusión de encontrar una nueva pieza del gran puzzle de la evolución de la especie humana.
«Pediría un cráneo de antecessor»
Entrevista con María Martinón-Torres, paleontóloga en Atapuerca
Cuando comienza una campaña de excavación, ¿se tiene ya una idea de qué se puede encontrar o puede haber muchas sorpresas?
En un yacimiento en el que se llevan años excavando parece difícil que haya sorpresas, pero por suerte, por lo que vimos en la Sima del Elefante, pueden producirse. No esperábamos encontrar restos humanos y se encontraron.
¿Hay algún objetivo preciso para esta temporada?
No hay un objetivo preciso. Se trata de hacer una labor diaria, de recuperar lo que aparece y después hacer un trabajo de fondo para comprender la estratigrafía y la geología, para saber por qué esos humanos se han acumulado ahí.
Ahora se trabaja un mes y medio en los yacimientos. ¿Sería posible aumentar ese tiempo si se dispusiese de más fondos?
La idea es aumentar el tiempo de excavación, pero para eso no sólo es necesaria una mayor inversión para trabajar en los yacimientos. Es necesario un aumento proporcional del dinero dedicado a investigación, para poder interpretar adecuadamente todo eso que se está obteniendo en los yacimientos.
Puestos a pedir, ¿qué le gustaría encontrar en los yacimientos?
En el Elefante nos gustaría encontrar más restos humanos, para saber de verdad de quién era la mandíbula desenterrada, porque ésta no es suficiente para saber qué especie es y cómo se relaciona. Y en Gran Dolina, puestos a pedir, un buen cráneo, para conocer mejor la morfología de antecessor y poder compararla con otras poblaciones de Eurasia y África. Queremos más restos para hilar más fino y conocer mejor la vida de estos humanos.
Dos décadas de hallazgos únicos en el mundo
1992. Cráneo de ‘Homo heidelbergensis’
En 1992, en la Sima de los Huesos, se halló el cráneo de ‘Homo heidelbergensis’ más completo del registro fósil mundial. Su datación está en torno al medio millón de años. Miguel Indurain iba ese verano camino de su segundo Tour de Francia y los paleontólogos bautizaron al fósil como ‘Miguelón’. En 1993 se encontró la mandíbula del mismo individuo. En la Sima de los Huesos se han descubierto cerca de 5.000 fósiles pertenecientes a 30 individuos de ‘heidelbergensis’. Estos restos humanos representan el 90% de los disponibles del Pleistoceno Medio en todo el mundo.
1994. Aparece el primer ‘Homo antecessor’
Hasta la aparición de los primeros fósiles de ‘Homo antecessor’ en el yacimiento de la Gran Dolina se creía que los humanos no habían llegado a Europa hasta hace alrededor de 500.000 años. Los más de 80 nuevos fósiles encontrados retrasaron el límite hasta los 800.000 años.
1998. Excálibur, muestra de antiguas creencias
La gran acumulación de humanos en la Sima de los Huesos es un enigma. Una de las explicaciones más aceptadas es que fueron arrojados allí por sus congéneres. La hipótesis cobró fuerza con el hallazgo en 1998 de ‘Excálibur’, un bifaz realizado en cuarcita de color rojo de gran calidad. Se interpreta como prueba de una creencia compartida por todo el grupo. Con 500.000 años, sería el comportamiento simbólico más antiguo conocido.
2007. La mandíbula del primer europeo
En el verano del año pasado, en la Sima del Elefante, se descubrió un premolar de un humano joven cuya antigüedad se estimó en 1,2 millones de años. Pocas horas después, los arqueólogos desenterraban una mandíbula que aún conservaba varios dientes y en la que encajaba el premolar encontrado. Los huesos, a falta de nuevos descubrimientos que lo confirmen, se han atribuido a un ‘Homo antecessor’. Se trataría del humano más antiguo de Europa.
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