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Brasil quiere liberar el espacio

El país suramericano promueve el libre acceso a los datos de observación de la Tierra por satélite

DANIEL MEDIAVILLA

Gilberto Camara, director del INPE (Instituto Nacional para la Investigación Espacial, de sus siglas en portugués), tiene fascinado a uno de los camareros del Centro de Conferencias y Exposiciones de Glasgow. “Durante este rato ha charlado con cinco personas en cinco idiomas diferentes”, dice. Como un apóstol, Camara se dirige a cada uno en su propia lengua para proclamar su evangelio: “Datos libres de observación de la Tierra para todos”. Desde hace años, defiende que esa información, utilizada para controlar la deforestación, estudiar los efectos del cambio climático o gestionar desastres naturales sea accesible y gratuita para todo el que la necesite.

Los convencidos por la postura brasileña comienzan a ser muchos y de peso. Un editorial de Nature de marzo de este año mostraba su apoyo a las iniciativas del país suramericano. “Brasil ha sentado un importante precedente haciendo disponibles sus datos de observación de la Tierra, y el resto del mundo debería hacer lo mismo”.

Con apoyo o sin él, Camara pretende continuar con el esfuerzo para liberar el espacio. En una intervención frente a otros directores de agencias espaciales durante el Congreso Internacional de Astronáutica este mes, el director del INPE mostró una de sus estrategias para poner datos con interés social a disposición del público, aun con la renuencia de sus dueños. “Para una adecuada gestión de desastres necesitamos buena información topográfica”, comenzó Cámara. “Esa información”, continuó, “la proporciona la misión [liderada por la NASA] Shuttle Radar Topography (STRM), que cubre la Tierra con una resolución de 30x30 metros. Sin embargo, alegando razones de seguridad, EEUU sólo proporciona imágenes con una resolución de 90x90, insuficiente para la gestión de desastres en la mayor parte de los casos”.

Para circunvalar las restricciones, el INPE ha utilizado los datos del STRM y ha realizado una interpolación utilizando geoestadísticas. Así, ha logrado los datos de elevación del terreno con una resolución de 30x30. Esta información ya está disponible para el territorio brasileño y el INPE quiere que esté disponible también para África el año que viene. “Por supuesto, cuando nosotros hagamos esto, EEUU también liberará sus datos de 30x30, que tienen una mayor calidad que los interpolados, y entonces todo el mundo estará feliz”, predijo Camara. En una línea similar, Brasil, junto con China, ha puesto a disposición de todos los países africanos 5º al sur del ecuador los datos obtenidos con el programa CBERS (Satélite Chino Brasileño de Recursos de la Tierra).

“La liberación de datos es una tendencia mundial. Los americanos han anunciado que su catálogo Landsat [uno de los satélites de observación de la Tierra más utilizados] será gratuito a principios del año que viene y creo que en los próximos 10 años todos los datos de observación de la Tierra en una resolución de hasta 5 metros serán gratuitos”, afirma Camara. En su opinión, los datos libres traerán también beneficios económicos. La disponibilidad de la información, que antes se echaba a perder por no poder ser utilizada, permitirá la creación de nuevas aplicaciones, nuevos usuarios y, en definitiva, nuevos negocios.

Con un presupuesto anual de poco más de 80 millones de euros, Brasil es un ejemplo de la influencia que pueden llegar a tener los países emergentes si se fijan objetivos razonables. En el caso del país suramericano, como en el de casi todos los países en desarrollo, es necesario que el rendimiento social sea muy visible. La investigación básica queda en un segundo plano.

Un ejemplo de la utilidad social del dinero invertido en el espacio –y de que la combatividad de Camara se aplica también en su propio país– se ha observado este mismo año. En enero, el INPE publicó un informe que mostraba cómo la deforestación de la Amazonia se había incrementado de nuevo tras dos años de descenso. El informe provocó un enfrentamiento con el gobernador del Estado de Mato Grosso, el de mayor producción agrícola y uno de los motores del crecimiento económico brasileño. Pese a las presiones, el Gobierno permitirá que el INPE siga haciendo este tipo de estudios.

La posibilidad de realizar otro tipo de exploración espacial no entusiasma a Camara, que critica la forma de gastar dinero de la NASA en este apartado. “Han perdido su visión original [que incluía la frase “para comprender y proteger nuestro planeta”] y se han jugado todo su prestigio en la exploración. Deberían ir a la Tierra, no a Marte”, afirma. “Enviar humanos a Marte es una idea estúpida, un despilfarro de dinero público. Espero que, con la crisis, estos sueños megalomaniacos se olviden y se vuelva a mirar hacia la Tierra”, concluyó.

India: Un país con ambición de superpotencia en el espacio
Buena parte de la población india no tiene cubiertas las necesidades más básicas, pero en el espacio, al contrario que otros países en desarrollo, no se conforma con desarrollar programas con beneficios sociales directos. El próximo 22 de octubre, India lanzará la misión Chandrayaan, un satélite para estudiar la Luna. Además, pese a que la política tradicional de la agencia espacial india (ISRO) indica que los esfuerzos del país en el espacio tendrán como objetivo ayudar a mejorar las capacidades del país en ámbitos como las telecomunicaciones, la salud, la educación o la vigilancia del medio ambiente, el Gobierno ya ha anunciado el interés por desarrollar un programa de vuelos tripulados propio. Este tipo de esfuerzos en el espacio tiene un coste muy elevado y una rentabilidad social discutible. Sin embargo, como explica Gerard Brachet, presidente del Comité de la Federación Astronáutica Internacional encargado de las relaciones con los países en desarrollo, “el espacio es una manera de certificar el liderazgo internacional de un país en materias científicas o tecnológicas”. “Eso es lo que estamos viendo ahora con China”, afirma Brachet. “Mandar a gente al espacio, en la práctica, no les va a servir para nada, pero demuestran al mundo su capacidad; tienen una motivación política y no económica”, explicó. El desarrollo de un programa espacial tripulado por parte de India, aún por concretar y aprobar, mostraría la intención del país de colocarse entre las grandes potencias mundiales. Pese a sus enormes problemas sociales.

Argentina: La diferencia con las grandes agencias solo ha de ser cuantitativa
“Nosotros queremos que la diferencia entre lo que hacemos nosotros y lo que hacen las agencias más grandes sea básicamente cuantitativa, y no cualitativa. Lo que hacemos, lo hacemos al máximo nivel”, explica Conrado Varotto, director de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). El objetivo de los proyectos argentinos debe tener un fin “cien por cien socioeconómico”. Ese es el caso del satélite de observación de la Tierra SAC-C, lanzado en 2000, y del satélite de la misma serie SAC-D, actualmente en construcción. El artefacto, que se lanzará en 2010, recogerá información sobre la salinidad del mar y datos que servirán para conocer qué zonas tienen riesgo de incendio o inundación. Además, Argentina quiere promover la creación de una agencia espacial que integre a varios países del cono sur. Este organismo serviría a los países del entorno para aunar esfuerzos y poder hacer frente a proyectos más ambiciosos. Ahora, dice Varotto, Argentina ya aprovecha las instalaciones del INPE brasileño y colabora en varios proyectos con agencias como la NASA o la agencia espacial italiana.

Nigeria: En África subsahariana también se invierte en el espacio
Robert Boroffice, director de la agencia espacial nigeriana (NSRDA), reconoce que no le importaría realizar tareas de exploración en el espacio, pero cree que “la situación socioeconómica del país requiere que el esfuerzo se centre en aspectos como el medio ambiente o la mitigación de desastres”. Nigeria lanzó su primer satélite en 2003, y en 2007 lanzó NigComSat-1, un satélite de comunicaciones pensado para proporcionar acceso a Internet en las zonas rurales. Nigeria también ha empleado la información proporcionada por satélites de otros países con el fin de vigilar la deforestación y la sequía en distintas zonas del país. NSRDA cuenta con un presupuesto de algo más de 65 millones de euros.

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