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Cerco al 'número dos' de la malaria

Actualmente están en marcha ensayos clínicos para 23 vacunas y 13 fármacos contra el 'Plasmodium falciparum'

JAVIER YANES

Desde que en 2002 se logró secuenciar el ADN de Plasmodium falciparum, el parásito que más casos de malaria provoca en el mundo, la información genética de este protozoo ha repartido juego a cientos de científicos involucrados en la lucha contra una enfermedad que aún amenaza al 40% de los seres humanos. Fruto de estos esfuerzos, actualmente están en marcha ensayos clínicos para 23 vacunas y 13 fármacos contra esta especie de plasmodio.

Lo anterior contrasta con el único fármaco y las dos vacunas en fase clínica contra Plasmodium vivax, considerado el primo olvidado del falciparum. Aunque vivax suele causar formas más benignas de la enfermedad, sus datos dan idea de que el problema no es menor: es la forma mayoritaria en América y Asia, e infecta a entre 100 y 300 millones de personas al año.

El bastión de vivax va a romperse por fin gracias al trabajo desarrollado en los últimos seis años por 40 científicos en una veintena de instituciones de seis países, con la participación de Hernando del Portillo y Carmen Fernández-Becerra, del Centro de Investigación en Salud Internacional del Hospital Clínic de Barcelona.

Los investigadores publican hoy en Nature la secuencia genética del vivax. Destaca su similitud con falciparum, a pesar de sus diferentes mecanismos de infección. En la misma revista, otro equipo publica el genoma de otro plasmodio, P. knowlesi, que infecta a monos, pero que se detecta cada vez más en humanos. Tanto las secuencias como las nuevas técnicas –al contrario que vivax, knowlesi puede cultivarse en el laboratorio– son un paso más hacia el fin de esta lacra.

 

El colombiano Del Portillo y la española Fernández-Becerra describieron en ‘Nature’ en 2001 genes de virulencia del ‘vivax’, inspirando un proyecto que, dice Del Portillo, ha luchado “a la sombra del ‘falciparum’”, que llegó a pararse un año por falta de fondos. Otra dificultad es que ‘vivax’ no crece in vitro: “Lo intentamos durante años, pero no hay manera. Sin los monos, sería imposible”, afirma.

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