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Ciencia casera en el garaje

Un seminario en el Medialab-Prado de Madrid presenta prototipos de investigación colaborativa

VÍCTOR CHARNECO

Muchos de los grandes avances de la ciencia han tenido su origen en los garajes, donde, con tanto entusiasmo como escasos medios materiales, brillantes inventores han hecho evolucionar sus ideas. Con escaso presupuesto también, y la premisa de construir prototipos experimentales utilizando herramientas de software y hardware abierto (aquel que puede ser libremente copiado y modificado), se ha clausurado el seminario Interactivos 09: Ciencia de Garaje, celebrado en el Medialab-Prado de Madrid.

La convocatoria internacional de su cuarta edición, que en 2008 pasó también por Nueva York y México, motivó el envío de 90 propuestas, nueve de las cuales han sido ejecutadas bajo la dirección de Julian Bleeker y Steve Kurtz, líder del grupo Critical Art Ensemble y bioartista acusado de bioterrorismo por el FBI en 2004 respectivamente. Los autores han contado con grupos de entre cuatro y diez personas, elegidos entre las solicitudes llegadas desde todo el mundo por Internet, para desarrollar sus prototipos en un ejercicio de ciencia colaborativa y abierta, al estilo de los procesos de creación en la Red.

El proyecto estrella de esta convocatoria ha sido la impresora de tres dimensiones 3-D Rep-Rap, que fabrica máquinas por un coste de unos 400 euros y que, al utilizar software libre y código abierto, permite la autocopia, lo que facilita el acceso a la tecnología de los países en desarrollo.

La selección de proyectos efectuada por la organización incluía áreas muy diversas, lo que permite al espectador (los modelos estarán en exposición durante el próximo mes) contemplar inventos tan dispares como Rompetechos, una plataforma aérea no tripulada y autónoma para usos tales como la recogida de datos atmosféricos, o las Hormigas Interactibus, una colonia de hormigas-robot.

Entre las aplicaciones más curiosas está el Laboratorio de ordenadores-fruta, que utiliza el flujo eléctrico producido por las reacciones químicas de las frutas para crear interruptores on-off, con la intención última de hacer funcionar una computadora a base de frutas. También es peculiar la aplicación Los sonidos de la ciencia, donde se han empleado equipos de bajo coste para crear remezclas de sonidos e imágenes capturadas del contexto microscópico de la vida cotidiana.

Las especies microbianas de la ciudad han sido, también, el elemento de estudio de Garage Astrobiology, cuyo equipo las ha sometido a los efectos de campos electromagnéticos y ondas de radio hasta comprobar 'que eso no les gusta demasiado'. El empleo de herramientas de código abierto sirvió, igualmente, para montar el proyecto Farm the city, destinado a controlar un huerto urbano y elaborar un mapa de las especies más adecuadas a ese entorno.

Pero, ¿por qué sigue vigente el garage? 'Porque es necesario experimentar, y es un lugar excelente para la observación y el desarrollo', cuenta Hernani Dias, autor del proyecto Farm in the City. A los 33 años, este diseñador de formación se ha becado a sí mismo para desarrollar experimentos sobre ecodiseño financiados con sus propios ahorros. Un caso parecido es el de Igor Gómez, ingeniero de informática de sistemas, treintañero y autor de Rompetechos, que utiliza su habitación como garaje 'para cacharrear y hacer experimentos'.

'La ciencia funciona, pero a veces nada avanza si no hay quien te haga las preguntas adecuadas. Por eso ha sido importante trabajar de forma colaborativa, abriendo tu garaje a las ideas de otros', afirma Hernani. 'Sin duda', ratifica Igor, 'el resultado final de los experimentos habría sido otro de no contar con las soluciones surgidas del grupo'.

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