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La ciencia, marcada por la política

La caída de la URSS, Oriente Medio o el auge chino afectaron a la investigación

MIGUEL ÁNGEL CRIADO

Entre los recuerdos de un pasado glorioso del imperio soviético, la casa de subastas canadiense Waddington's ofrece al mejor postor el traje espacial de Anatoli Artsebarsky. El cosmonauta llegó como soviético a la estación espacial Mir en mayo de 1991 y cuando la abandonó, en octubre, sólo era ruso. En agosto, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se desintegró. Y con ella, su ciencia.

El traje de Artsebarsky es sólo una metáfora del hundimiento de la ciencia soviética que revela un estudio de la firma canadiense Science-Metrix. Para realizarlo, se ha recopilado el número de investigaciones publicadas en revistas científicas (la métrica más fiable del avance científico) desde 1980 y lo han relacionado con algunos de los hechos históricos del último tercio del siglo XX. La desmembración de la URSS, Oriente Medio o el despertar de China son, si no la causa, sí contemporáneos al avance o retroceso de su ciencia.

Cuando Mijail Gorbachov llegó al poder en 1985, la ciencia de la Unión Soviética publicaba más de 37.000 investigaciones. Estaba lejos de EEUU, pero nadie discutía su posición como segunda potencia del mundo. En disciplinas como la física o las matemáticas eran líderes. Incluso en 1989, el año de la caída del Muro de Berlín, la URSS presumía de tener 1,7 millones de científicos.

En agosto de 1991, nostálgicos del KGB, el ejército y los más reaccionarios del PCUS dieron un golpe de Estado. Su intentona acabó con Gorbachov, pero también con sus reformas. Subido a un tanque, el presidente de Rusia, Boris Yeltsin, heredó los restos de la Unión Soviética. Pero la ciencia se hundió con la URSS.

Desde entonces, como revelan las estadísticas de Thomson Reuters (en las que se basa el estudio), Rusia ha sido incapaz de tomar el relevo. No se trata de que, al dividirse la URSS en 15 repúblicas, se atomizara la ciencia en 15 partes. Kazajistán o Ucrania no producen hoy ni la mitad que cuando eran soviéticas. Rusia ha perdido un tercio de su producción como país.

Las razones son variadas. El descalabro económico tras la desaparición del Estado asistencial provocó el fin de la inversión en ciencia básica. En 1999, el porcentaje del producto interior bruto invertido en investigación era un tercio del de 1991. La fuga de cerebros no se detuvo hasta esta década. Sólo la mitad de los investigadores seguía en su puesto en 2000.

Más daño hizo el desmantelamiento del complejo industrial militar. Alimentada por la Guerra Fría, la investigación con fines militares acababa llegando a la sociedad. La edad media de los miembros de la Academia Rusa de Ciencias es de más de 50 años (y 60 en el caso del sector de defensa). Hoy, la producción científica rusa es inferior a la canadiense o a la australiana.

Pero no a todos les ha ido tan mal. Dos países de la ex URSS producen ahora más que cuando eran soviéticos. Lituania, el primero en independizarse en 1990, y Estonia no han dejado de crecer. En especial la primera, cuya aportación a la ciencia se ha multiplicado por ocho. Sólo Letonia sigue estancada.

También han mejorado los antiguos miembros del Pacto de Varsovia (disuelto también en 1991). Ciencias como la checa, la húngara o la polaca, que destacaron en la primera mitad del siglo XX, se oscurecieron tras caer bajo la órbita soviética. Entre los emigrados (en su mayoría judíos) a EEUU, los muertos durante el terror nazi y las nuevas generaciones que marchaban a universidades de Moscú como la Estatal Lomonosov o el Instituto de Física y Tecnología -del que han salido una decena de premios Nobel- se creó un vacío en el Este europeo que sólo empezó a llenarse al librarse de la bota soviética.

Esta liberación y su giro hacia la UE, en particular a Alemania, han provocado el despegue. Polonia ha multiplicado casi por cuatro sus publicaciones. Checoslovaquia (computada como una unidad) ha pasado de 4.000 papers a 8.000 desde 1990. Hungría y, en menor medida, Rumanía y Bulgaria, también han despertado. Sin establecer una relación de causalidad, Science-Metrix recuerda que son también los de cultura protestante y germánica.

En 1980, con los rescoldos de la revolución islámica en Irán aún calientes, el ayatolá Ruhollah Jomeini tuvo que hacer frente a una guerra que Irak, presidido por Sadam Husein, le había declarado. El conflicto mostró que, mientras una decena de países, con EEUU a la cabeza, ayudaban a Sadam, Irán estaba solo. Esa soledad es, según Science-Metrix, la posible causa de que, desde entonces, la producción científica iraní haya explotado. Irán, con un crecimiento 11 veces superior al de la media mundial, es el país que más ha crecido en estos 30 años.

'Un examen de las especialidades científicas que han experimentado un crecimiento mayor sugiere que Irán ha movilizado a sus científicos hacia el desarrollo de la tecnología nuclear', dice el estudio. Mientras que los campos de la física de partículas o la química nuclear han crecido un 34% en todo el mundo, en la antigua Persia se ha multiplicado por 84. Sin embargo, el estudio huye del maniqueísmo. También muestra cómo las investigaciones relacionadas con la salud pública (óptica, ginecología, veterinaria y biología en general) han crecido más que la media mundial.


A Irak, las guerras le han sentado peor. Aunque partía de unas cifras similares a las de Irán, produjo en 2009 igual que en 1980. Entre medias, los enfrentamientos con EEUU provocaron dos colapsos de la ciencia iraquí de los que se recupera desde 2005.

Por su parte, las dos potencias del Próximo Oriente, Israel y Turquía, presentan tendencias contradictorias. Israel, desde su creación en 1948, vio en la ciencia un arma de subsistencia, siendo el país de mayor creación científica de la zona. Sin embargo, en estos años se ha estancado en las 6.000 publicaciones anuales, siendo superado por Irán y Turquía. La ciencia de este, que sufrió su último golpe de Estado en 1980, ha crecido más de 10 veces. Dos factores ayudan a explicarlo: su trato preferencial con Europa y, desde 1991, su relación con las ex repúblicas soviéticas de población turca.

Si Irán es la potencia científica de Oriente Medio, China va camino de ser el líder mundial de la ciencia. En 1980, inicio del estudio, Deng Xiaoping llevaba en la cúspide del poder unos meses. Tanto Mao Zedong (el creador de la China socialista) como la Banda de los Cuatro que le siguió despreciaron la ciencia. Durante la Revolución Cultural se purgó a miles de científicos.

Todo cambió con el autor de la frase '¿Qué importa si el gato es blanco o negro, con tal de que cace ratones?'. Deng Xiaoping, junto a las reformas económicas, movilizó al partido comunista y al Estado para espolear la investigación.

Los resultados son espectaculares. La investigación china crece a un ritmo cuatro veces superior a la media mundial. Hace años que superó a Japón y este año pasará a EEUU en el campo de las ciencias naturales y las ingenierías. En algunos sectores tecnológicos, ya los ha superado. Science-Metrix calcula que, sin contar las ciencias sociales y humanidades (donde se nota el carácter autoritario del régimen), China pasará a EEUU en 2015.

Para el director de Science-Metrix, Eric Archambault, los que acusan a China de apoyar su avance en la copia simplifican las cosas. 'Ya tiene diseños propios en muchos productos de alta tecnología. Además, reinvierte un mayor porcentaje de los beneficios que Occidente y aún no hemos visto todo el poder de la industria de este país. No me extrañaría que sus científicos marquen el camino de la ciencia en los próximos 40 años', asegura.

Archambault señala la dramática situación de la ciencia en África. España sola supera a todo el continente, que crea el 1% de la producción científica mundial. Lo peor es que no ha crecido un ápice en 30 años.

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