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Ciencia y Cultura democrática

El secretario de estado de Universidades e Investigación, Miguel Ángel Quintanilla Fisac, escribe sobre ciencia y cultura democrática

La celebración del IV Congreso de Comunicación Social de la Ciencia supone mantener viva la llama encendida en Granada el año 1999, el de la primera edición de este encuentro.

Asistimos ahora a la consolidación de una iniciativa imprescindible, como lo demuestra el lema escogido: Cultura científica, cultura democrática, que dirige nuestra atención al corazón del problema de la comunicación social de la ciencia: tan cierto es que la sociedad contemporánea no puede concebirse sin un papel central de la ciencia y la tecnología, como que la convivencia democrática no puede progresar ni enriquecerse sin prestar mayor atención a la dimensión científica de la cultura.

Este congreso corona en la práctica los actos de la celebración de este 2007 como Año de la Ciencia. Que uno de los principales eventos de este año sea, precisamente, un encuentro que reflexiona y debate sobre el valor de la cultura científica es un hecho valioso, pues muestra el compromiso de las instituciones implicadas en esta celebración –comenzando por el Ministerio de Educación y Ciencia– con la necesidad de construir el discurso y desarrollar los instrumentos necesarios para acercar, más y mejor, ciencia y sociedad.

Y también es valiosa porque nos recuerda que la celebración del Año de la Ciencia no es un punto de llegada, sino una estación de tránsito: un hito importante en la empresa de situar a la ciencia y a la tecnología en el núcleo de las preocupaciones de los ciudadanos.

Acabar con los recelos

Decía W. H. Auden, un poeta inglés, por cierto, bastante irónico con la ciencia: “Esta pasión que tenemos por el proceso de investigación,/es un hecho que nadie puede cuestionar,/pero yo la disfrutaría más si supiera con mayor claridad/para qué queremos el conocimiento,/y si tuviera la seguridad de que la mente todavía es libre para saber si quiere saber.”

No estaría mal que parte de nuestros esfuerzos, dentro y fuera del congreso, sirvieran para acabar con los recelos del poeta: para poner una vez más de manifiesto la relevancia social del conocimiento científico y tecnológico, y para mostrar cómo la libertad, uno de los pilares de la democracia, también lo es del desarrollo de la ciencia.

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