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Los científicos también se dopan

Un 20% de los lectores de ‘Nature’ toma fármacos para mejorar su rendimiento

JAVIER YANES

Si el dopaje en el deporte es juego sucio, en otras manifestaciones del esfuerzo humano no hay reparo a la hora de ayudarse con un pequeño empujón químico. Nadie se atrevería a descalificar las obras de Edgar Allan Poe por la parte alícuota de genialidad atribuible al opio, ni acusaría a Malcolm Lowry de suplantar al auténtico autor de Bajo el volcán, el mezcal. ¿Y los científicos? La revista británica Nature emprendió el pasado enero una encuesta entre sus lectores –mayoritariamente, científicos y académicos– con el fin de conocer si recurren a fármacos neurotrópicos para mejorar su rendimiento.

Los resultados, publicados en la edición de esta semana, indican que la ciencia no es ajena a sus propios productos, siempre que éstos ayuden a crear más ciencia. Así lo plantea uno de los encuestados, un anónimo residente en EEUU: “Como profesional, es mi deber usar mis recursos para el mayor beneficio de la Humanidad. Si los potenciadores pueden contribuir a este servicio humanitario, es mi deber tomarlos”.

Como en cualquier encuesta de la Red, el estudio no pretende erigirse en una fiel representación a escala de toda la comunidad científica o académica, aunque su valor testimonial es innegable. De los 1.427 que respondieron, una gran mayoría –994, un 70% del total– lo hicieron desde la primera potencia científica mundial, EEUU; seguida de lejos por Reino Unido (87 respuestas), Canadá (78) y Australia (42). España sólo aportó siete respuestas, un 0,5%. El 57% de los encuestados son menores de 35 años y en los sectores de actividad dominan la ingeniería (15,4%), la biología (14,9%) y la docencia (12,2%).

En cuanto al contenido de las respuestas, destaca el dato que sirve de mascarón de proa al estudio: el 20,2% de los encuestados confiesa haber tomado fármacos por razones no médicas para mejorar su concentración, su memoria o su atención. El porcentaje supera a los que han empleado estas mismas sustancias por motivos médicos, un 13,5%. Es abrumadora la proporción de los que están dispuestos a probarlas, casi un 70%.

Los fármacos contemplados en el estudio son principalmente tres: modafinilo, metilfenidato y betabloqueantes. El primero es un estimulante moderado que promueve la vigilia, la atención y la memoria. El segundo, bajo la marca Ritalin, se utiliza en niños para tratar el déficit de atención con hiperactividad. Y los betabloqueantes, como el propranolol, son antihipertensivos. De los que declaran usar estos medicamentos, el 61,7% prefiere el metilfenidato. Un 23,9% llega a consumir diariamente y un tercio compra los fármacos en Internet. La mitad ha sufrido efectos secundarios molestos.

Un aspecto contemplado en la encuesta es el de los exámenes competitivos. Una mayoría (54,5%) defiende el uso de fármacos en estas situaciones e incluso uno de cada tres reconoce que consideraría la opción de administrarlos a sus hijos si los otros niños los tomasen.

Por suerte para ellos, los científicos no se someten a tests antidoping... aún. El pasado día 1, un medio digital advertía de que el Instituto Nacional de la Salud de EEUU planea imponer estos controles. Era una broma de April Fools, Día de los Inocentes en el mundo anglosajón.

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