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Donar un riñón en vida no aumenta la mortalidad

La práctica de que un donante vivo ceda un riñón a un enfermo se está popularizando en EEUU y otros países debido en parte a la escasez de órganos disponibles que provienen de personas fallecidas

N. D.

Donar un riñón en vida no implica una mortalidad mayor a largo plazo, según un estudio realizado en EEUU y que se publica hoy en la revista JAMA. La práctica de que un donante vivo ceda un riñón a un enfermo se está popularizando en EEUU y otros países debido en parte a la escasez de órganos disponibles que provienen de personas fallecidas. Uno de los grandes impedimentos de esta donación en vivo era la falta de datos sobre sus impactos en la salud.

El trabajo ha analizado datos de más de 80.000 estadounidenses que donaron uno de sus riñones entre 1994 y 2009. Ha comparado su esperanza de vida con la de otras personas con un perfil médico similar pero que no habían sido donantes.

El riesgo de muerte de los donantes, 90 días después de la operación, era de 3,1 fallecidos por cada 10.000 personas respecto al 0,4 por cada 10.000 personas sanas que no cedieron un órgano. Pasado un año, las diferencias ya no eran significativas y se debían a factores ajenos a la falta de un riñón, señala el estudio, realizado por investigadores de la Universidad Johns Hopkins. En el grupo de seguimiento de 12 años, el riesgo de muerte de los donantes era el mismo o menor que el del otro grupo.

Los autores señalan que los cambios fisiológicos que conlleva una donación de riñón 'no suponen una muerte prematura. Aunque se necesitan nuevos estudios para esclarecer esos cambios físicos, la donación en vida debe considerarse una opción razonable y segura para aliviar la gran escasez de órganos provenientes de personas fallecidas', concluye la investigación.

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