Este artículo se publicó hace 17 años.
El edificio 'Rockefeller' sigue en activo 75 años después
La primera edificación que se hizo en España destinada a la actividad científica cumple su 75 aniversario // Hoy alberga la sede del Instituto de Química Física Rocasolano (CSIC) y abre sus puertas al público pa
“Con la asistencia del Señor Ministro de Instrucción Pública y de varios sabios extranjeros”, como relata un informativo cinematográfico de la época, se inauguraba el 6 de febrero de 1932, en la calle Serrano de Madrid, el edificio Rockefeller, sede del flamante Instituto Nacional de Física y Química.
En el marco de una Segunda República convulsa, que se erigiera un centro de investigación que situaba a España en el mapa internacional de la ciencia de elite fue un acontecimiento extraordinario.
“Se trata del primer edificio construido en España específicamente para la investigación”, presume Carlos González, vicedirector del Instituto de Química Física Rocasolano (CSIC) , el centro que, junto a parte del Instituto de Estructura de la Materia (CSIC), hoy acogen los muros de un edificio que es historia viva de la ciencia en España. El Rockefeller conmemora en 2007 sus bodas de platino, sus 75 años al servicio de la ciencia española. Para celebrarlo, durante octubre y noviembre abrirá al público sus puertas, con una exposición que narra la historia del edificio y de su actividad investigadora por medio de imágenes, fijas y en movimiento.
También se muestra parte del instrumental científico que han utilizado sus laboratorios a lo largo del tiempo. Algunas piezas parecen hoy cacharros inservibles, pero en su día encarnaron una revolución científica para un país que estaba a punto de dejar escapar el tren del desarrollo.
“Es excepcional que una construcción hecha para la investigación, con 75 años a sus espaldas, siga sirviendo a la ciencia. Eso dice mucho de los arquitectos”, añade González. Los autores fueron Manuel Sánchez Arcas y Luis Lacasa.
Fruto del mecenazgo
Su obra aún hoy recuerda a las grandes universidades estadounidenses. No debe extrañar, las instalaciones fueron financiadas por la Fundación Rockefeller que, animada por la existencia de una generación de talentosos investigadores en España, deseaba comprobar si en “un país científicamente retrasado” era posible la implantación de tejido tecnológico.
Entonces se vislumbraban esperanzas para el desarrollo científico del país, animadas por la creación, en 1907, de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, predecesora de lo que tras la Guerra Civil se convirtió en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). La Guerra transformó aquella ilusión en espejismo. Blas Cabrera, Juan Palacios, Enrique Moles, Miguel Catalán… Carreras truncadas por la dictadura franquista. Igual suerte corrieron los arquitectos. O tomaron el camino del exilio o fueron encarcelados. “Se siguió trabajando durante la Guerra Civil y la posguerra, pero en condiciones muy duras”, explica González. El Rockefeller ha sobrevivido a las instituciones que han ocupado sus laboratorios en los últimos 75 años. Y por lo que parece, no ve cerca su jubilación.
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