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Antonio Martínez Ron "En España algunas élites culturales e intelectuales no se fían de la ciencia y la miran con recelo"

El periodista y divulgador científico Antonio Martínez Ron te lleva de viaje por la historia de la ciencia en 'El ojo desnudo'

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Antonio Martínez Ron. / REPORTAJE GRÁFICO: TONI JULIÁ

MADRID, Actualizado:


Antonio Martínez Ron (Madrid, 1976) posee la preciada virtud del escribidor que te cautiva con textos cuya temática, a priori, puede no interesarte. El periodista comenzó a ganarse a su parroquia desde el púlpito de Fogonazos, un blog de divulgación científica que transportó al lector a lugares abandonados, a pruebas nucleares en medio del desierto y a las simas oceánicas donde habitan monstruos lovecraftianos.

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Aquellas amenas anécdotas proporcionaron a la imprenta ¿Qué ven los astronautas cuando cierran los ojos?, un libro que se lee con unos cacahuetes a mano: un relato lleva a otro, hasta que no queda ninguno en la bolsa.

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A fallback.


Martínez —lo de Ron es apellido artístico; @aberron en Twitter— ahora afina la vista. Su segunda incursión en las librerías pretende ir más allá de lo aparente y hace girar sus casi trescientas páginas alrededor del ojo, palabra y órgano que se repetirán a lo largo de la entrevista, empezando por el título.


El ojo desnudo
(Crítica) aprovecha la luz y el color para hablarnos de lo visible y de lo invisible —si no lo vemos, ¿cómo sabemos que está ahí?, nos preguntamos cuando es descubierto un virus o un planeta—, aunque lo que siempre le ha gustado al autor es hablarnos de todos los mundos que están en éste a partir de un calcetín perdido o de los globos oculares de John Dalton, que a lo mejor les suena de las historietas de Lucky Luke, pero no.

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Lo de escribidor no es despectivo, sino que alude a su prolífica obra: el periodista y divulgador —que hoy recibe el premio Concha García Campoy por el artículo Plasticidad a la carta para salvar cerebros— publica en prensa, ha hecho tele (Órbita Laika) y, después de sus inicios en la radio, ha vuelto a las ondas con Catástrofe Ultravioleta, un podcast con modos de radionovela científica.


Faltan muchas cosas —Naukas, Te doy mi palabra, Next, el documental El mal del cerebro y, claro, su blog, que le ha reportado varios premios y todavía colea—, y más que tiene en proyecto. Durante la comida que precede la charla en La Follable —donde graba el programa con los Javis, Peláez y Álvarez—, adelanta que está a punto de sacarse de la manga un cómic para adultos. O sea, de ciencia ficción para mayores.

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¡Hágase la luz!


Tenemos un mundo tan sofisticado y una ciencia tan avanzada que los adultos contamos con muchas respuestas, pero se nos han olvidado las preguntas. El libro intenta desmadejar una historia compleja a través de dos elementos tan sencillos como la vista y la luz.

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Antonio Martínez Ron, autor de 'El ojo desnudo'. / FOTO: TONI JULIÁ


Un canto a la ingenuidad. No hay que perder la capacidad de sorpresa para seguir adelante.


Curiosamente, somos tricrómatas... ¡por culpa de las serpientes! Bueno, al menos eso era lo que pensaba en su día Davis Lynee Isbell.

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Oliver Sacks, en La isla de los ciegos al color, escribió sobre la deficiencia que afecta a muchos habitantes de Pingelap y Pohnpei, dos pequeñas islas de Micronesia: ven el mundo en blanco y negro.

Antonio Martínez Ron, autor de 'El ojo desnudo'. / TONI JULIÁ

¿Qué pregunta le ha hecho su hija que quedara sin respuesta?

Pues un montón… Una de las cosas que intento enseñarle es que yo lo no sé todo. No sólo yo, sino tampoco toda la humanidad.

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¿Le ha hablado a la niña de la criogenización?

De eso no hemos hablado. Ahora mismo, la criogenización es un engaño. Es posible que en el futuro sea posible conservar los tejidos sin dañarlos y luego recuperarlos. Pero con la tecnología actual es bastante improbable. Te aseguro que las personas que han sido congeladas por las empresas del sector están clínicamente muertas y no van a poder ser resucitadas.

Antonio Martínez Ron, autor de 'El ojo desnudo'. / TONI JULIÁ


¿Abunda la buena pluma combinada con el rigor científico?

Escasea la tradición, más propia del Reino Unido. Aquí hay gente con sobrado talento, pero no mucha que se haya lanzado a escribir, incluso con ambición literaria. Nos falta soltarnos la melena y perder el miedo. En cuanto a quién lo hace mejor, el divulgador o el científico, el debate me parece absurdo.

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Hay buenos comunicadores que, sin tener una formación específica, han contado algunas historias mejor que los científicos. Aunque, en el fondo, los mejores han sido los grandes científicos que también fueron grandes comunicadores, como Carl Sagan e Isaac Asimov. Lo importante es conectar con el lector y que éste se inmiscuya en la historia.


Faltan programas de divulgación científica en la televisión pública.

Claro, pero es predicar en el desierto. La televisión pública debería entender la ciencia como parte de la cultura y darle un espacio digno en la parrilla. Sin embargo, tenemos justo lo contrario: gente que defiende teorías pseudocientíficas y que dice tonterías sin ningún fundamento. Eso está provocando un daño que pagamos todos.

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O sea, que el estado de salud de la ciencia en España es grave, pero estable.

Yo creo que está en la UCI y ha empezado a decir buenos días [risas].

Antonio Martínez Ron, autor de 'El ojo desnudo'. / TONI JULIÁ


Por no hablar del coste de la formación de los profesionales que luego emigran.

Es capital que pierde el país y que aprovechan otros. España es una de las primeras economías del mundo, por lo que no debería tener una investigación tercermundista.

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¿Por qué han calado algunos mensajes de los antivacunas y de los homeópatas? ¿Es una cuestión de ignorancia?

No sólo. Pensar de manera científica requiere un esfuerzo extra, porque lo natural —lo que nos saldría a todos— es ser supersticioso. Hay falta de cultura, de interés, de inversiones y de una apuesta por la ciencia desde las televisiones públicas. Todo eso sumado provoca que determinadas personas que escriben para muchísimos lectores opinen sobre cosas de las que no tienen mucha idea.


Sin embargo, el margen de beneficio es astronómico, ¿no?

Claro, porque no hacen I+D, sino que es agua con azúcar.

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Otro ejemplo: estamos obsesionados con las radiaciones electromagnéticas del wifi o de las antenas de telefonía móvil, aunque luego nos tiramos una hora al sol o nos echamos un cigarro en mitad de la playa. Te estas exponiendo a riesgos muchísimo mayores, pero nadie se ha molestado en generar campañas de miedo sobre esas cuestiones concretas.

Antonio Martínez Ron, autor de 'El ojo desnudo'. / TONI JULIÁ


Volvamos al libro. No sólo no vemos lo que está ahí, sino que además el ojo nos engaña.


¿Cuál es su trampa visual favorita?

Las que demuestran que la visión está llena de conocimiento. O sea, que lo que conoces condiciona lo que ves. Y que si no conoces algo, eres incapaz de interpretarlo. Cuando Galileo mira Saturno, ve tres luces, pero no los anillos. Años después, Christiaan Huygens se da cuenta de que Galileo estaba viendo los anillos en distintas posiciones, aunque no fuese capaz de interpretarlos, porque en su cabeza no existían los planetas con anillos.


Trucos que trascendieron los teatros y fueron trasladados al campo de batalla. Ahí están las ilusiones ópticas de Jasper Maskelyne, el mago de la guerra.

Sí, pero además de las maquetas de tanques y otros trucos de la guerra perceptiva, la historia está llena de engaños. En una ocasión, una expedición polar fue detrás de una isla del polo norte que, en realidad, era un espejismo. Casi palman todos. Perseguían algo que alguien había creído ver y, en el fondo, era un reflejo de la luz sobre el agua. La historia de los espejismos y de las fata Morgana es maravillosa. De hecho, la atmósfera actúa como una lente y, gracias a la refracción de la luz, podemos ver el atardecer cuando el sol ya se ha puesto o una montaña situada a más de trescientos kilómetros.

Antonio Martínez Ron, autor de 'El ojo desnudo'. / TONI JULIÁ

Si al filtro del ojo y al cerebro le sumamos las condiciones extremas, con las alucinaciones hemos topado: ¡ahí va, la Virgen!

Los condicionamientos cognitivos te hacen escuchar voces y ver fantasmas. El ser humano, como herramienta perceptiva, no es nada fiable. Eso que llamamos sentido común, tan valorado, es justo lo contrario de lo que hace la ciencia, que ha construido herramientas para combatir esos engaños y para poner a prueba lo aparentemente real. Lo más lógico es pensar que el sol da vueltas alrededor de la Tierra y no que estamos sobre una bola gigante que va a toda velocidad y rota a 1.600 kilómetros por hora, porque esto último no es nada intuitivo. Adquirir el conocimiento científico cuesta trabajo, por eso es tan difícil luchar contra las pseudociencias.


El daltonismo no se cura. ¿Le ha sorprendido especialmente alguna enfermedad que podría haberse curado, pero no se investigó lo suficiente para erradicarla? ¿Hay más interés en atajar ciertas enfermedades? ¿En descubrir una cosa antes que otra?


Tampoco se le prestaba atención a las enfermedades minoritarias, antes llamadas raras, cuando los casos aislados sumaban una multitud de personas. En fin, la investigación nunca ha sido objetiva porque viene sesgada de serie.

Ahora escribe sobre la vista, aunque en el pasado ha dedicado muchos textos a la ceguera. Comentaba que los sordociegos, por ejemplo, se ven forzados a agudizar otros sentidos. ¿Cuál preferiría perder?

Si me dan a elegir, ninguno... Pero si no quedase otro remedio, prescindiría del olfato —que casi no utilizamos— o del gusto —un mal menor en comparación con perder el tacto o la vista—.

Antonio Martínez Ron, autor de 'El ojo desnudo'. / TONI JULIÁ

La ciencia, como la música, está llena de versiones y de remixes.

Claro. Cuando estudias la historia de la ciencia y echas la vista atrás, te das cuenta de que hay mucho material averiado sobre los primeros descubrimientos. Hay mucha mitología y se cuenta mal lo que hizo Galileo, Thomas Young, Isaac Newton o Arquímedes.


Por una parte, la historia, muchas veces, está mitologizada o adulterada. Por otra, los descubrimientos geniales y súbitos no ocurren prácticamente nunca. Casi todo el mundo descubre cosas al mismo tiempo o poco después que otros. El conocimiento es una tarea colectiva que flota en el ambiente, porque es muy raro que un solo tipo tenga una idea genial que lo cambie todo. Newton o Einstein no son la norma. La ciencia es una labor de un montón de gente.

¿Ha descubierto la ciencia dónde están los calcetines de la lavadora?

Hace mucho tiempo: se llama entropía y es una marca de lavadoras que lo manipula todo [risas]. No, eso es un misterio insondable, como el de la materia oscura. La ciencia admite que no sabe a dónde van a parar los calcetines [risas].


Usted se dio a conocer con Fogonazos, cuyos escritos dieron lugar a ¿Qué ven los astronautas cuando cierran los ojos? Uno de los capítulos aborda el efecto nocebo a través de una anécdota desconcertante: en 2003, miles de sudaneses acuden al médico porque creen que les ha encogido el pene. ¡Problemón!

Antonio Martínez Ron, autor de 'El ojo desnudo'. / TONI JULIÁ

Naukas, las jornadas de divulgación en Bilbao y Valladolid, Next… ¿De dónde saca el tiempo?


Con Mengele sería más complicado, ¿no?

Claro, no jodas [risas]. Hay cosas por las que no se debería pasar, aunque Von Braun fue acusado de actos muy graves. En la fábrica de cohetes, maltrató a quienes trabajaban como mano de obra esclava. No tengo una idea clara al respecto, y eso está bien, porque uno no tiene que tener opiniones formadas sobre todo. Hay cuestiones sobre las que no tienes suficientes elementos para juzgarlas.

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