Este artículo se publicó hace 2 años.
Expertos alertan del gran riesgo de la vacunación de fauna silvestre en investigaciones para evitar pandemias
El control y la experimentación con virus contagiosos en la naturaleza resurgen en investigaciones en las que se tiende a olvidar o minusvalorar las normas básicas de bioseguridad y ética.
Malen Ruiz de Elvira
Madrid-Actualizado a
Los virus son demasiado peligrosos, por impredecibles, para soltarlos intencionadamente en el medioambiente, aunque el objetivo sea loable, alerta un grupo de expertos. Aunque esto parezca obvio, sobre todo en estos tiempos de coronavirus, estos especialistas muestran en la revista Science su preocupación por la tendencia actual a olvidar o minusvalorar las normas básicas de bioseguridad y ética basadas en la evidencia que se han ido estableciendo.
Recuerdan que décadas de investigación por varias generaciones de virólogos han concluido que el uso de virus modificados en laboratorios y capaces de propagarse es demasiado impredecible para aplicarse de forma segura fuera de los laboratorios. La tendencia a a olvidar estas evidencias abre la puerta a investigaciones arriesgadas y propuestas de uso alarmantes, alertan Filippa Lentzos (del británico King´s College) y sus colegas de varios países. Son propuestas para, por ejemplo, el manejo de fauna silvestre y vacunas que se auto propagan, dos campos que además no son nuevos. Los proponentes, aseguran, no han presentado hasta ahora pruebas de que el beneficio sea superior al riesgo.
Las propuestas son de tres tipos: las destinadas a matar o esterilizar animales silvestres o plagas para reducir su población, las que pretenden vacunar a mamíferos salvajes para protegerlos de enfermedades o limitar su capacidad de ser reservorios de otras enfermedades, y las posibles aplicaciones en humanos, como las vacunas. Lentzos y sus compañeros recuerdan que a finales del siglo pasado investigadores australianos desarrollaron formas de limitar las poblaciones de zorros, ratones y conejos con virus que se auto propagan.
También, investigadores españoles hicieron lo propio, pero para proteger a los conejos silvestres, amenazados por la mixomatosis y la fiebre hemorrágica. En este caso, fue en el Centro de Investigación de Sanidad Animal (CISA) donde se desarrolló una vacuna contagiosa, financiada por la Federación de Caza, que se probó con éxito en la isla del Aire (Baleares). A pesar del optimismo de sus creadores entonces, esta vacuna nunca fue aprobada por la autoridad europea.
En cuanto a los australianos, pararon su investigación sin llegar a hacer ensayos de campo y después alertaron de que la introducción de virus modificados genéticamente, aunque fuera uno solo, como agentes de control biológico puede tener graves consecuencias. Entre las preguntas sin respuesta está la de la responsabilidad en el caso de que los virus liberados no se comporten como se espera o crucen fronteras.
Utilizando el ejemplo de las vacunas que se diseñan con virus transmisibles (que son factibles desde hace décadas pero que nunca se han usado), recuerdan los especialistas que la norma básica general es que los virus que se propagan son genéticamente demasiado inestables para poderse utilizar de forma segura y predictiva fuera de instalaciones completamente aisladas. Estos especialistas eligen el término propagación como el más exacto pero explican que también se utilizan los términos transmisible, capaz de diseminarse, contagioso y transferible horizontalmente.
En la actualidad varias importantes agencias públicas de financiación de investigación en Estados Unidos y en Europa han aceptado proyectos de este tipo, bajo la premisa de que será factible manipular los virus para que se puedan controlar y se autodestruyan pasado un tiempo, lo que eliminaría la preocupación por mutaciones indeseadas o su evolución continua.
Sin embargo, esto no se ha demostrado y además controlar su transmisibilidad limitaría su utilidad. Europa financia proyectos contra la peste porcina africana y la agencia militar de investigación estadounidense (DARPA) lo hace con científicos como Scott Nuismer, de la Universidad de Idaho, quien asegura que la primera generación de vacunas transmisibles aplicadas a animales silvestres ahorraría mucho dinero en casos como el ébola, la rabia canina o el SARS.
Reducir con vacunas el riesgo de la transmisión de animales a humanos de patógenos como el coronavirus de la pandemia actual es otra de las propuestas, atractiva en principio, pero que los expertos no consideran factible. La razón es que la inmensa mayoría de los virus existentes son desconocidos, están en continua mutación y no hay forma de identificar el más peligroso, la especie que lo alberga y el lugar en el que actuar.
En cuanto a las vacunas para humanos, serían fáciles de lograr y más controlables, pero presentan grandes reparos éticos ya que de hecho serían obligatorias. Los expertos autores de este análisis de la situación lo terminan con una petición para establecer urgentemente una regulación internacional actualizada, dados los grandes avances en biología molecular en las últimas décadas, sobre la liberación al medioambiente de virus capaces de propagarse por sí mismos.
Señalan a las instituciones que pueden y deben hacerlo, como el Convenio sobre la Biodiversidad Biológica, de la ONU. "Solo un esfuerzo concertado y global de gobernanza que se implemente de forma coherente en los niveles regional, nacional y local puede enfrentarse a los desafíos que suponen los virus que se auto propagan y tienen la capacidad potencial de transformar radicalmente las comunidades naturales y humanas", concluyen en su particular carta a los Reyes Magos.
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