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'Google' nació en 1910

Un museo recuerda Mundaneum, la iniciativa de dos pioneros belgas de recoger y relacionar la información de todos los libros publicados 

JUAN MANUEL DAGANZO

En 1968, mientras la revuelta estudiantil traía de cabeza a las autoridades de buena parte de Europa, un estudiante australiano recién licenciado descubrió un auténtico tesoro en el viejo edificio de Anatomía de la Universidad Libre, situada en el parque Leopold de Bruselas. El joven, William Boyd Rayward, estaba muy interesado por la figura de Paul Otlet , un abogado y visionario belga de principios de siglo, así que decidió acudir a la oficina donde se encontraba lo que quedaba del exhaustivo trabajo de Otlet. Allí, en una inmensa habitación llena de libros y montañas de papel cubiertas de telarañas, encontró restos de la primera pieza de lo que hoy es Internet.

El propio Otlet había escrito: 'La mesa de trabajo dejará de estar llena de libros. En su lugar habrá una pantalla y un teléfono. Allá, a lo lejos, en un edificio inmenso, se almacenarán todos los libros y toda la información, y con una llamada podremos solicitar cualquier página para verla en la pantalla'.

Paul Otlet es uno de los dos visionarios que, a principios del siglo XX, y cuando nadie siquiera intuía la revolución tecnológica y social que supondría Internet, pusieron en marcha una iniciativa que podría considerarse como la abuela de la Red y, particularmente, de los buscadores como Google.

Otlet conoció en 1890 al abogado y político Henri La Fontaine, también belga y posteriormente galardonado con el premio Nobel de la Paz en 1913 por fomentar las buenas relaciones entre Francia y Alemania. Otlet era ambicioso. Antes de conocer a La Fontaine ya había imaginado 'una máquina para el trabajo intelectual, soporte de una enciclopedia total y colectiva que refleje el pensamiento humano y la materialización gráfica de todas las ciencias y de todas las artes. Todos los pensadores de cada época colaborarían en su creación, y el resultado sería un esfuerzo intelectual conjunto'.

Cuando se conocieron, ambos se propusieron poner en marcha la idea de Otlet, y hacerla aún más ambiciosa, recogiendo la información contenida en todos los libros publicados durante toda la historia, y hacerse con revistas, periódicos y fotografías que las bibliotecas desechaban.

Su ingente trabajo dio como resultado, en 1910, al Mundaneum. Construido en el Palais du Cinquantenaire de Bruselas, la biblioteca llegó a albergar millones de entradas, organizadas en pequeñas fichas. Otlet habló, incluso, con el arquitecto Le Corbusier en 1929 para construir un edificio gigantesco en Ginebra que nunca llegó a construirse.

Muchas de esas fichas aún se conservan hoy en el museo de Mons, una pequeña localidad belga, donde explican que las intenciones de Otlet era crear un vasto equipo de catalogadores que analizaran cada información que les llegara. 'Este nuevo entorno permitirá mucho más que consultar documentos; les permitirá anotar la relación entre los elementos de los documentos para formar lo que se podría llamar un Libro Universal', escribió el investigador.

Otlet y La Fontaine fueron los precursores de muchas ideas que aún hoy se utilizan en biblioteconomía y tecnologías de la información. Ambos fueron los inventores de la clasificación Decimal Universal (CDU), que crearon basándose en la Clasificación Decimal desarrollada por el estadounidense Melvil Dewey, presidente de la Asociación de Bibliotecarios Americanos.

El principio de la CDU es simple: el conjunto de los conocimientos humanos se reparte en diez clases numeradas del cero al nueve; cada clase se subdivide en diez grupos que, a su vez, se dividen en diez, y esas diez en otras diez.

La CDU se presentó por vez primera en 1895 durante la Conferencia Bibliográfica celebrada en París y, dos años más tarde, se publicó la primera guía de este sistema alrededor del cual Otlet y La Fontaine crearon el Repertorio Bibliográfico Universal (RBU), que más tarde se conocería como Mundaneum.

Entre 1895 y 1930 se redactaron, clasificaron y se interrelacionaron más de 18 millones de fichas de 15 x 5 x 7,5 centímetros, cada una con información precisa y detallada, con objeto de clasificar y organizar todas las publicaciones aparecidas durante toda la Historia, en todos los países y relativos a todas las materias. Las fichas se almacenaban en armarios formados por pequeños cajones: algunos de ellos forman parte de la escenografía del Mundaneum en la actualidad, donde se conserva todo aquello que se salvó de la destrucción nazi durante la II Guerra Mundial.

Unos pocos años antes de la entrada de los alemanes en Bruselas, Otlet diseñó un sistema mediante el cual todos los libros, documentos escritos, imágenes, películas y audios estuvieran interconectados entre sí. En realidad, Otlet creó una protoweb basada en una red de telescopios eléctricos, como él los denominaba, que permitían navegar entre millones de referencias en bases de datos conectadas por líneas de teléfono.

Otlet, incluso, describió cómo los usuarios podrían enviar mensajes, compartir ficheros o congregarse en redes sociales. De hecho, él mismo aseguró que su invento se había convertido en algo con lo que 'cualquiera, desde su asiento podría contemplar toda la creación'. Es decir, pensó en que todo el mundo tuviera acceso a toda la información imaginable desde su casa, y utilizó términos como 'red de conocimientos' o 'enlace', para describir su visión de un almacén donde se encontrara todo el conocimiento humano.

Pero Otlet fue más allá. En 1935, el Gobierno belga cedió un edificio para el proyecto y los dos visionarios contrataron a un gran número de trabajadores que daban servicio a cualquier ciudadano que les hiciera llegar por carta o telégrafo alguna consulta. Se convirtieron en algo similar, por tanto, a Google y recibían más de 1.500 consultas al año referentes a los temas más variados.

Pero el crecimiento del Mundaneum provocó que cada vez hubiera más cantidad de papel y que, literalmente, inundara todo el espacio disponible. Por eso, Otlet imaginó una máquina que unía documentos utilizando links o enlaces simbólicos. Aunque esto pueda parecer obvio hoy día, en 1935 fue todo un descubrimiento conceptual.

Además, Otlet imaginó una especie de ordenador basado en papel, instalado en una plataforma móvil con ruedas que movería los papeles sobre la superficie de la mesa. El belga escribió sus ideas en un libro llamado Cerebro, donde plasmó su concepto de cerebro mecánico colectivo capaz de almacenar toda la información del mundo accesible a través de una red global de telecomunicaciones. Google, por tanto, nació en 1910.

Paul Otlet

Hijo de un rico financiero de Bruselas, Paul Otlet se doctoró en Derecho en 1890, el mismo año que conoce a su socio. Anteriormente ya había destacado como un teórico de la naciente biblioteconomía. Jurista de prestigio, pierde a un hijo en la Gran Guerra, hecho que le afianza en su pacifismo. Teorizó sobre una Sociedad de Naciones para la resolución pacífica de los conflictos. Muere en 1944, arruinado por Mundaneum y sin ver la liberación de su país de la ocupación nazi.

Henri La Fontaine

Senador socialista y masón de origen burgués, Henri La Fontaine también se decantó por el Derecho. Su activismo pacifista fue premiado con el Nobel de la Paz en 1913, galardón que no evitó el conflicto mundial. Feminista cuando pocos hombres lo eran, moriría en 1943, en plena guerra. 

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