Este artículo se publicó hace 16 años.
Hacia la vigilancia total
El MIT desarrolla tecnologías para analizar el comportamiento social que podrían aplicarse al control de las personas
Gracias a los últimos adelantos en telefonía móvil, el Grupo de Dinámica Humana del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en EEUU, puede reconstruir la vida de una persona día a día. Las aplicaciones -la mayoría, aún teóricas- son tan prometedoras como inquietantes.Desde móviles capaces de adivinar las preferencias del usuario a tecnología para mejorar la productividad de los empleados en una empresa.
El científico del MIT Ben Waber ha desarrollado unos sensores, del tamaño de una baraja de cartas, con los que puede rastrear los movimientos y conversaciones de un grupo de personas durante semanas. El sensor se puede llevar colgado del cuello, como una tarjeta de identificación, y utiliza Bluetooth, antenas WiFi y acelerómetros, para localizar a una persona y saber qué otros usuarios están cerca.
El artilugio contabiliza el número de conversaciones mantenidas gracias a un detector de rayos infrarrojos, que sólo se activa cuando dos personas están cara a cara. Además, un micrófono graba el tono de voz y la velocidad del habla, lo que permite inferir si el usuario está interesado en la conversación o si su discurso es persuasivo.
Cuantificar las relaciones
Waber apunta que estos dispositivos pueden ser usados en el entorno empresarial, para mejorar la comunicación entre empleados. "Te ayudan a ver cosas que antes no podías ver", aclara.
El dispositivo ha sido ensayado para controlar con cuántas personas se establecía contacto durante un congreso profesional, o para predecir cuánto tiempo tardarían los empleados de una empresa en terminar un trabajo, en función de sus movimientos y contactos con otros compañeros.
Waber especula sobre otra aplicación: "Puedes imaginar un detector de errores médicos en tu teléfono móvil, que vibra cuando alguien parece estar cometiendo un error, a juzgar por sus movimientos".
Predecir el comportamiento de la gente a través de sus móviles no es algo nuevo en el MIT. En 2004, Nathan Eagle siguió los pasos de un grupo de 100 estudiantes y profesores durante nueve meses. Gracias a teléfonos capaces de localizar a los usuarios, el investigador del MIT grabó los movimientos, las conversaciones y la proximidad entre los participantes.
La ingente cantidad de datos dibujó al detalle las rutinas de cada uno de los usuarios. Tanto es así que el equipo de Eagle fue capaz de crear algoritmos que adivinaban los movimientos de una persona, con un margen de acierto cercano al 80% en algunos casos.
Eagle especula sobre llevar este adelanto a los móviles. "Si podemos cuantificar esas rutinas, podemos ayudar a los usuarios a obtener los servicios que desean antes de que los pidan", señala. Prevé que el teléfono se convierta en una extensión de la memoria a la que su dueño pueda preguntar cuándo fue la última vez que estuvo en el cine, o cuántas horas durmió la semana previa.
Invadiendo intimidades
Frente al potencial de estas tecnologías para estudiar el comportamiento, algunos expertos las consideran una amenaza a la privacidad en el entorno laboral. Muchas empresas controlan ya las páginas web que visitan sus empleados, o conocen su paradero en cada momento, gracias a las tarjetas de identificación para acceder a los edificios. En muchos casos, aceptar un empleo supone aceptar ese tipo de vigilancia.
El profesor de Derecho en la Universidad de Indiana James Nehf advierte: "Una vez que la información queda grabada, perdemos el control sobre ella. Tal vez la empresa comparta esos datos con compañías de tele marketing, o quizás sea robada, si los sistemas de seguridad no son buenos".
David Aldia, miembro del Beckman Center for Internet and Society (Universidad de Harvard), recela. "Estos adelantos llegan con la promesa de beneficiar a la sociedad y tendemos a fijarnos en las ventajas, sin analizar qué aspectos negativos tienen a largo plazo. Esa ha sido la historia del desarrollo tecnológico", advierte.
Muchos de estos dispositivos están ya disponibles en el mercado, pero las leyes no determinan cómo deben usar las empresas la información sobre sus trabajadores. Los investigadores del MIT apoyan que haya nuevas leyes al respecto, pero se toman el problema con calma. "No es el fin del mundo", sentencia Waber, quien recuerda que la gente puede apagar su móvil o quitarse los dispositivos cuando lo desee. Es cierto, por lo menos, hasta que se lo prohíba su contrato.
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