Este artículo se publicó hace 16 años.
"Ser un buen científico no es cuestión de género"
Margarita Salas se convirtió esta semana en la única mujer española miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
Margarita Salas Falgueras (Canero, 1938) es, desde esta semana, la primera científica española que tiene un sillón con su nombre en la prestigiosa Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
Discípula del Nobel Severo Ochoa y esposa del desparecido científico Eladio Viñuela, esta bioquímica asturiana ha dedicado 40 años de su vida al estudio del virus bacteriófago Phi29, lo que le ha valido un premio Jaime I, la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo y la dirección del Instituto de España, entre otras distinciones.
El miércoles fue homenajeada en el Instituto Cervantes de Nueva York.
Es usted la primera científica española que consigue acceder, como miembro de pleno derecho, a la prestigiosa Academia Nacional de Ciencias. ¿Qué supone, en una carrera tan premiada como la suya, este nuevo reconocimiento?
Para mí es muy importante, lo mejor que me ha pasado en mi vida científica, el mayor honor al que he accedido. Estoy muy contenta porque además, según me cuentan, es mucho más complicado acceder como miembro extranjero, ya que el número de plazas disponibles es menor.
Este ingreso, el premio Jaime I, la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, la dirección del Instituto de España.... ¿Qué hace una asturiana como usted sin el Príncipe de Asturias?
Es verdad, es un galardón que se me resiste, pero esperemos que caiga. Todavía tengo unos años para esperarlo. El premio Príncipe de Asturias es un reconocimiento que me haría mucha ilusión recibir, como asturiana y como investigadora.
Ha llegado muy lejos sin que su condición de mujer haya supuesto un obstáculo. ¿Encontró alguna dificultad en el comienzo de su carrera?
Al principio, sí. Cuando empecé mi tesis, el director [Alberto Sols] no confiaba en mí, pero no porque fuera yo, sino porque no tenía fe en las mujeres como científicas. Esa discriminación fue bastante frustrante, pero desde que me vine a Nueva York a trabajar con Severo Ochoa me sentí bien tratada. Él reconocía el trabajo bien hecho, con independencia de quién lo ejecutara, y me permitió sentir que tenía todas las posibilidades de ser un científico más.
¿Le parece que hoy se han eliminado esas diferencias entre hombres y mujeres en la ciencia española?
Sí, ahora ya hay muchas mujeres que empiezan carreras de investigadoras, aunque también es verdad que todavía son pocas las que ocupan puestos de dirección o de responsabilidad. Sin embargo, yo espero que en quince o veinte años todas estén en el lugar que les corresponda por su capacidad. Y debo aclarar que yo no soy partidaria de las cuotas, no quiero que me den nada por ser mujer, sino que se me permita ocupar el lugar que me corresponda por mi trabajo.
¿Aporta alguna diferencia a la hora de enfrentarse a la investigación el sexo de quien se dispone a hacerla?
En absoluto. La diferencia la da la calidad del trabajo que se lleve a cabo y el rigor con el que se ejecute, no si quien lo está desarrollando es un hombre o una mujer. Como investigadora y docente, yo he tenido colaboradores excelentes de ambos sexos y puedo decir que ser un buen científico no tiene nada que ver con el género.
¿Qué opina de que el Gobierno haya creado el Ministerio de Ciencia e Innovación?
Creo que es muy importante porque va a unir la ciencia que se hace en el país, que ha pasado por varios departamentos distintos, con la parte más tecnológica y de innovación de nuestra industria. Era necesario que se tratara a ambas disciplinas de manera conjunta.
Al frente de ese Ministerio está la bióloga Cristina Garmendia, a quien usted conoce bien porque la dirigió en su tesis doctoral. ¿Qué puede decir de ella?
Es una persona con una excelente formación teórica y muy valiosa. Tiene la ventaja de que ha dedicado algunos años a la investigación y que, además, ha tenido una empresa biotecnológica, con lo cual conoce bien los dos campos.
También ocupa el puesto de secretario de Estado Carlos Martínez, también miembro destacado de la biología molecular española. ¿Qué significan estos nombramientos en una rama en la que usted fue pionera?
Su entrada en el Ministerio nos va a ayudar a que la ciencia y la investigación reciban un empuje mayor. Es necesario porque, aunque estamos alcanzando un buen nivel en los últimos años, aún nos queda mucho para situarnos a la altura del resto de los países de la Unión Europea.
Como investigadora del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, usted sigue teniendo contacto directo con los jóvenes que se forman en investigación. ¿Cree que el recambio generacional está listo?
El problema es que los jóvenes están teniendo dificultades para incorporarse a la investigación en nuestro país. Por eso hace falta que haya más inversión, para eliminar las dificultades a las nuevas generaciones y que no lleguen tan tarde o se marchen al extranjero.
¿Para cuándo un incremento del aporte privado?
Es indudable que hace falta más inversión privada, porque todavía las cifras son bajas, pero yo siempre digo que nadie puede obligar a las empresas a invertir en el desarrollo de la ciencia teórica. Para ello es importante que haya más relación entre la investigación básica y su aplicación ordinaria, y eso puede ayudar a que la empresa privada se convenza de la utilidad práctica de nuestro trabajo y se comprometa a tirar del carro.
¿Espera de Garmendia y de su nuevo ministerio que consigan esta mejora del aporte financiero privado?
Creo que sí, que van a ser un motor fundamental para que la financiación que venga de las empresas vaya a más. La experiencia de la ministra como investigadora y empresaria puede hacer que se mejore la inversión privada en investigación.
Usted fue discípula de Severo Ochoa y esposa de Eladio Viñuela, dos grandes hombres de la Ciencia española sin los cuales, según sus palabras, no hubiera llegado hasta el lugar que ahora ocupa.
Sí, los dos han sido esenciales en mi trayectoria. Severo Ochoa nos enseñó a mi marido y a mí la biología molecular que luego nosotros desarrollamos en España; y Eladio no sólo me ayudó en mi carrera profesional sino que se esforzó porque yo tuviera la independencia suficiente como para ser reconocida como una científica por mí misma, y no como la mujer de un científico.
Parece usted con fuerzas para seguir durante muchos años investigando el bacteriófago Phi29...
Espero que sí, que todavía me queden muchos años de trabajar con él. Yo siempre he dicho que me gustaría morirme con la bata blanca puesta, seguir dedicándome a la pasión de descubrir, como decía Ochoa, hasta el final de mis días.
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