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El codescubridor de la estructura del ADN afirma que los negros no son tan inteligentes como los blancos

El padre de ADN y premio Nobel, James Watson, asegura en una entrevista a un periódico británico que las pruebas demuestran la diferencia entre las razas

JAVIER YANES

El codescubridor junto a Francis Crick de la estructura de la doble hélice de ADN y premio Nobel en 1962, James D. Watson, ha provocado un nuevo terremoto en la comunidad científica y en la opinión pública mundial al asegurar en una entrevista publicada el domingo en el rotativo británico The Sunday Times que los africanos son menos inteligentes que los occidentales.

El polémico genetista, de 79 años, destacó que en su opinión “las políticas sociales hacia África se basan en el supuesto de que su inteligencia es la misma que la nuestra, pero las pruebas dicen lo contrario”. Para apoyar su afirmación, añadió que su deseo es considerar iguales a todas las personas, pero que “quienes tratan con empleados negros, saben que esto no es verdad”.

Las declaraciones de Watson están en consonancia con las tesis que defiende en su último libro, Evite aburrir a la gente: lecciones de una vida en la ciencia, que presenta estos días en Londres, y donde se puede leer: “No hay firmes razones para suponer que las capacidades intelectuales de los pueblos geográficamente separados en su evolución hayan evolucionado de forma idéntica”.

No es la primera vez que Watson es criticado por sus controvertidas declaraciones. Antes defendió ideas como el aborto selectivo si pudiera verificarse la homosexualidad del feto, el mayor impulso sexual en la raza negra o el ideal de que algún día se pueda engendrar sólo mujeres hermosas.

Reacciones en España

Para el genetista Francesc Palau, del Instituto de Biomedicina de Valencia (CSIC), el exabrupto de Watson es “una boutade, una tontería”. Palau niega la mayor, objetando que el concepto decimonónico de raza tenga algún sentido desde el punto de vista genético: “Es algo fundamentado en rasgos fenotípicos, pero no hay una base genética estricta”.

El  investigador señala que las diferentes etnias presentan distintas frecuencias alélicas, un hecho a menudo relacionado con enfermedades: “Del mismo modo que estas variantes condicionan caracteres físicos, pueden hacerlo con los intelectuales, pero no sabemos en qué genes reside la inteligencia”.

En esta idea incide Roberto Gallego, del Instituto de Neurociencias de Alicante, que matiza: “Es cierto que algunos tests han detectado un mayor coeficiente intelectual en los asiáticos que en los occidentales, y en éstos que en los africanos, pero lo que miden estos tests es discutible”. Gallego es partidario de la cautela: “A medida que ahondemos en el origen genético de la inteligencia, podremos saber cómo influyen los genes y el entorno en distintas poblaciones. Pero podrían aparecer resultados incómodos. ¿Querrá la sociedad que lo estudiemos?”.

Con respecto al argumento evolutivo de Watson, el codirector de la excavación de Atapuerca, José María Bermúdez de Castro, se muestra tajante: “En 100.000 años de expansión del Homo sapiens no ha habido tiempo suficiente para cambios apreciables en la inteligencia. Hay diferencias por las condiciones ambientales, pero genéticamente somos exactamente iguales que hace 200.000 años”. Bermúdez de Castro cierra con un sarcasmo a raíz de otra polémica actual: “A lo mejor por esto Hamilton no gana el mundial”.

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