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Occidente veta a los científicos iraníes

Las autoridades de seguridad de Francia imponen controles a las visitas y proyectos internacionales de sus científicos. EEUU y Holanda toman medidas similares

ANDRÉS PÉREZ

Aprieta pero no ahoga. Esa es la imagen que los responsables de seguridad y defensa que protegen la investigación científica francesa quisieran dar del cerrojo impuesto, desde noviembre pasado, a la cooperación científica con Irán. Amparados por tres resoluciones de la ONU y por dos decisiones de la UE, los funcionarios de Defensa de Francia han establecido un control global de la cooperación de la ciencia francesa con la iraní. Un cordón sanitario que no es del gusto de todos.

La revista científica Nature fue la primera en publicarlo, en uno de sus números a finales del año pasado. Los Altos Funcionarios de Defensa y Seguridad (HFDS) que, en Francia, controlan las actividades internacionales sensibles de sus científicos se han apoyado en las resoluciones de la ONU sobre proliferación nuclear iraní para generalizar, al conjunto de las disciplinas, unos controles sistemáticos que normalmente sólo ejercían en investigaciones con usos militares.

'Lo que hemos hecho es reforzar la vigilancia del sistema de autorización previa sistemática ya existente para cualquier llegada de un investigador extraeuropeo, incluidos los iraníes, en los Establecimientos con Régimen Restrictivo (ERR)', explica a Público el responsable de una célula del HFDS, Joseph Iland. 'Hay países que presentan más riesgos que otros para nuestro patrimonio científico y prestamos mucha atención a las investigaciones civiles que pueden ser utilizadas de forma malintencionada por ciertos Estados o ciertas organizaciones terroristas', añade.

El alto funcionario de Defensa tiene a su mando un equipo de cinco personas, y su terreno de caza es la más vasta institución de investigación de Europa: El Centro Nacional de la Investigación Científica (CNRS).

Entre los 1.300 laboratorios de investigación propios al CNRS, unos 150 son juzgados extremadamente sensibles. Son los ERR. No todos ellos tocan terrenos de doble uso, con aplicaciones militares, como la bacteriología, la física nuclear, la balísticas, el tratamiento de señales o la informática. Los hay que trabajan, por ejemplo, en riesgos financieros u obesidad, y por ello dan a sus investigadores medios de trabajo, programas informáticos y conocimientos que sí abarcan campos con aplicaciones militares. Existe también una tercera categoría de laboratorios ultrasensibles: hay uno, por ejemplo, que puede trabajar sobre un tema tan inocuo como la risa de la mujer en la antigüedad del Alto Egipto -no es broma-, pero se encuentra en el perímetro sagrado de Saclay, sede geográfica de la materia gris nuclear militar francesa, al suroeste de París.

Ahora todos esos ERR tienen la obligación legal de pedir permiso al Alto Funcionario de Defensa antes de acoger a un investigador iraní. Además, Defensa empieza a ampliar el cordón. Los 450 laboratorios de segundo nivel de protección, calificados de 'sensibles' (ES), ya deben obligatoriamente declarar a Defensa la llegada de cualquier investigador extraeuropeo.

Pese al cerco que se estrecha en torno a la libertad de circulación de la ciencia, el responsable de Defensa del CNRS rehúsa toda acusación de caza de brujas. Según indica a Público, de las 108 demandas iraníes tramitadas en 2007 para trabajar en establecimientos ultrasensibles franceses, sólo seis fueron rechazadas.

'En ciertos casos, nosotros obligamos a modificar algo los proyectos de investigación, para evitar terrenos sensibles', explica. Según fuentes de los laboratorios, ése fue el caso de un científico que quería trabajar sobre el écoulement termique (un proceso que tiene que ver con el combustible nuclear), y de otro que quería perfeccionar su conocimiento de la separación de isótopos, la técnica de enriquecimiento del material fisible.

Illand se declaró totalmente ajeno al incidente relatado por la revista Nature, que afectó a un aparentemente pacífico matemático iraní, Ali Tahzibi, privado de su visado para Francia. 'Si me hubieran preguntado, yo habría aceptado su candidatura', explicó. Científicos relacionados con el caso han explicado que hubo error de Asuntos Exteriores o exceso de celo.

Lo que sí está en marcha ya es la resistencia de muchos investigadores del CNRS a lo que puede empezar a cobrar la forma de un control militar progresivo de la ciencia. Casi ninguno de los 700 jefes de laboratorios convencionales ha aceptado la invitación de enviar la información sobre sus iraníes al funcionario del Secretariado general de Defensa, en una forma de desobediencia civil y de resistencia pasiva evidente.

La frontera entre la ciencia francesa y la iraní, que cooperan desde hace décadas, es muy porosa. Francia fue hace cinco décadas un país proliferante, tanto como Irán pueda serlo hoy, puesto que París que se dotó de la bomba atómica contra lo que quería Estados Unidos. Es más, éste país alberga un consorcio franco-iraní, la SOFIDIF, hasta hace poco situado en Saclay, que teóricamente confiere a Teherán el derecho al 10% de uranio enriquecido por Francia. Clave para la bomba francesa, por cierto, fueron los científicos que Estados Unidos aceptó en el CERN de Ginebra en los años 50, en el marco de un espionaje científico mutuo y amistoso. En 2005, un eminente físico teórico iraní, Hessamaddin Arfaei, agradecía emocionado al CERN la participación de sus hombres en la construcción del acelerador colisionador de hadrones. Allí siguen trabajando ahora doce científicos iraníes.

Irán detiene a científicos de EEUU
El mes pasado, el científico estadounidense Glenn Schweitzer, de visita en Irán, fue detenido. El incidente llevó a la Academia Nacional de Ciencias de EEUU a suspender toda visita a Teherán. Pero éste sólo es el último conflicto en la tormentosa relación que existe entre EEUU e Irán desde la caída del Sha de Persia y el asalto a la embajada estadounidense en 1979. Desde entonces se han producido expulsiones recíprocas, detenciones y sanciones. El Departamento del Tesoro de Estado de EEUU dictó una amplísima lista de prohibiciones y sanciones al régimen de los ayatolás.

En el apartado científico, por ejemplo, se prohibió en 2004 a toda institución publicar cualquier estudio de origen iraní. En una reunión con 30 editores, el responsable del Departamento les exigió cumplir con esta política. Algunos Estados han dictado normas aún mas severas. Florida, por ejemplo, prohíbe a científicos que reciban fondos estatales colaborar con colegas de Irán. En los últimos años, varios científicos iraníes que iban a EEUU a participar en congresos internacionales fueron expulsados del país. Uno de los asuntos más polémicos fue el del Institute of Electrical and Electronics Engineers (IEEE). Esta organización, de carácter internacional pero ubicada en EEUU, reune a 350.000 científicos de todo el mundo. En 2002 retiró a los investigadores iraníes varios de sus derechos, como publicación y acceso a estudios o apuntarse a las listas de ofertas de trabajo, por miedo a ser sancionado por EEUU.

La política errática de Holanda
Tras la resolución de las Naciones Unidas en 2006, el Gobierno holandés comunicó a las universidades que debían vigilar la admisión de estudiantes iraníes. En diciembre de 2007, la Universidad de Twente anunció que no admitiría estudiantes procedentes de Irán debido a la exigencia del Servicio de Inmigración y Naturalización holandés de garantías de que los persas no tuvieran información sensible a su alcance.

Por su parte, la Universidad de Tecnología de Eindhoven dijo poco después que contaría con las autoridades para decidir sobre las admisiones. Ambas decisiones provocaron manifestaciones de protesta que conllevaron una suavización de las medidas. Pero las cosas empeoraron en julio pasado. El Gobierno dictó nuevas normas para implementar la resolución 1737 de la ONU. Desde entonces, tanto los estudiantes como los científicos iraníes tienen vedadas hasta nueve áreas de estudio y el acceso a cinco instalaciones de investigación.

El Ministerio de Asuntos Exteriores aseguró ayer que el Estado español no aplica un veto similar al francés o al estadounidense a investigadores de ninguna nacionalidad. La posibilidad de condicionar la aceptación de científicos a su nacionalidad causó sorpresa en grandes organismos de investigación como el CSIC o el CIEMAT. Desde estos centros se confirma que la procedencia de los aspirantes extranjeros no tiene más influencia en su contratación que la derivada de los distintos tratados migratorios de España con unos y otros países.

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