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La lección científica del Prestige

Los investigadores fueron los primeros en reaccionar y alertar sobre la magnitud de la catástrofe. Cerca de 90 instituciones han estudiado sus efectos los últimos cinco años.

JUAN J. GÓMEZ

Pocas cosas tienen menos que ver con el trabajo científico que las prisas, y pocas situaciones son más apremiantes que una catástrofe medioambiental. Con estas premisas, no parece recomendable marcar el teléfono de la comunidad científica cuando se presenta una situación de crisis.

Pero existe al menos una experiencia que indica lo contrario. Los científicos fueron de los pocos que estuvieron a la altura tras el hundimiento del Prestige, y aportaron, junto a los voluntarios, las mejores lecciones que pudieron extraerse de la situación.

Hoy hace cinco años que se inició la catástrofe: el SOS emitido por el petrolero, el posterior mayday que pedía el rescate de la tripulación y, también, las primeras pérdidas de fuel-oil se produjeron el 13 de noviembre de 2002.La comunidad científica aún no había sido consultada -o si lo fue, atendida-; de lo contrario, como se ha contado muchas veces, quizá se hubiera protegido el buque en un puerto, en lugar de arrastrarlo de un lado a otro en medio de fuertes temporales, y entonces esta fecha pasaría hoy desapercibida. Pero como no hay datos para saberlo, esto será ya siempre conjetura, nunca ciencia.

La participación de los científicos fue, no obstante, casi inmediata. La científica Beatriz Morales recuerda que 'antes de que el Ministerio [de Ciencia y Tecnología] dijera nada, investigadores de Galicia, Cantabria y País Vasco se lanzaron con sus propios medios a recoger muestras, realizar análisis y ofrecer datos'. Aquel voluntarismo compensó con importantes datos precoces la total falta de coordinación con que se gestó la ayuda.

Morales, que preside la comisión de coordinación científica creada por el Ministerio de Educación y Ciencia para gestionar los proyectos de investigación relacionados con los vertidos (en unas semanas tendrá su última reunión), añade que los investigadores fueron, además, los primeros en dar la voz de alarma cuando sintieron que los políticos miraban para otro lado, que no se estaban contando las cosas
como eran.

'Mientras los políticos seguían esperando a que el petróleo llegara a la costa o se fuera para otro lado, los investigadores creaban páginas web y alertaban de la verdadera importancia que tenía todo aquello', recuerda. Aquella llamada de atención fue el germen de la inquietud ciudadana que, más tarde, una vez convertida en indignación, cuajó en movimientos como Nunca mais.
La célebre alusión del entonces vicepresidente del Gobierno y portavoz para la crisis, Mariano Rajoy, a los 'hilillos en forma de plastilina' se produjo aún el 5 de diciembre. Pasaron otros cuatro días hasta que se organizó, por fin, una ayuda científica formal, un Comité Científico Asesor, formado por 18 expertos en diferentes disciplinas y presidido por el entonces vicepresidente del CSIC (y luego presidente) Emilio
Lora-Tamayo.

Decisiones clave

Este comité tomó, durante los tres meses que estuvo constituido, decisiones importantes, que afectaron tanto al sellado de las grietas por las que se escapaba el fuel-oil del buque hundido, como a la limpieza de los vertidos y el tratamiento de los residuos.

Asimismo, elaboraron un informe de situación encaminado a la neutralización definitiva del pecio -tarea que encomendó luego a Repsol-, que incluía una evaluación de los daños y la propuesta de que se emprendiera una acción específica de proyectos de investigación encaminados a la remediación de los daños.

Cuando piensa en la enseñanza extraída de aquella experiencia, Lora-Tamayo no deja de trabajar, cinco años después, y ofrece de nuevo asesoramiento: 'No es de recibo que un país como España, con tanta costa, no tenga aún un submarino de investigación propio con capacidad experimental similar a la del Nautile'.

Una vez finalizada la larga asesoría de emergencia de aquel comité vinieron aún una decena de trabajos de urgencia. Luego la ciencia volvió a su normalidad, es decir, a las convocatorias abiertas de proyectos, la compleja redacción de candidaturas, la adjudicación de ayudas. Pero esta vez se pensó en crear un programa específico destinado a remediar los daños del Prestige.

La comisión encargada de gestionar este programa ha repartido cerca de 12 millones de euros entre un total de 113 proyectos de investigación, en los que han participado 730 investigadores de 87 instituciones científicas diferentes. El vicepresidente de este comité, el científico Joan Albaigés, asegura que ninguna catástrofe, salvo la del Exxon Valdez, ha merecido una respuesta similar.

La revista Marine Polution Bulletin dedicó el año pasado un número especial a recoger los resultados de estos proyectos, muchos de los cuales siguen su curso. Albaigés asegura que la experiencia ha convertido a España en un líder mundial en la gestión de vertidos marinos. La ciencia, al menos, parece haber aprendido su lección del Prestige.

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