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Mortal Kombat: el camino del exceso

El juego de lucha más sádico renace en las consolas de nueva generación pleno de violencia

JESÚS ROCAMORA

El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría. O eso decía William Blake en sus Proverbios del infierno. Mucho más cerca del averno de lo que ningún otro juego de lucha ha estado nunca, Mortal Kombat es todo carne violada, llamas, cadenas, cuerpos retorcidos y torturados por el dolor. Con el sadismo por bandera, la violencia explícita es la constante de un videojuego cuya verdadera diferencia se resume en la palabra Fatality: un movimiento final y fatal, propio de carniceros, con el que los jugadores despachan a sus oponentes de forma espectacular, despedazándolo y mostrando la casquería sin censura. En efecto, Mortal Kombat, señores, es el puro terror hecho videojuego. Aunque también es cierto que tiene un gran sentido (y muy propio) del humor.

Como su gran rival Street Fighter, Mortal Kombat ha gozado de una larga vida que incluye casi una veintena de títulos en diferentes plataformas y también ha dado el salto al cine. El próximo martes se pone a la venta su última versión, adaptada a la nueva generación de consolas (PlayStation 3 y Xbox 360), tras un descanso merecido. Como en el caso de Street Fighter, es un renacimiento sin grandes cambios, pero de una excelencia y un cuidado que sirven de guinda a un trabajo de años.

Visualmente luce mejor que nunca, algo que un video-juego de última generación no garantiza per se. Realizado en 3D, su modo de juego sin embargo simula las 2D clásicas para mantener sabor y el modo de juego original. Los escenarios son profundos y es habitual ver criaturas en movimiento de fondo, algunas de gran tamaño. La sangre, la espectacularidad de sus combates y los fatalities nunca antes se habían visto así. Duelen.

Su jugabilidad es impecable. Los movimientos son tan fluidos que a veces parece que los luchadores se muevan solos, compenetrados. De nuevo, parece que bailan. Es rápido, ágil, pero también sólido y preciso. Su sistema de combate se basa en cuatro botones (dos patadas y dos puños; además de otro para protegerse de los golpes del adversario), lo que permite, al igual que el último Street figther, que este MK funcione como relanzamiento de la saga para nuevas generaciones de público que nunca antes lo habían jugado. Se han introducido nuevos movimientos, como los X-Ray Attacks, que permiten ver cómo los huesos y los órganos ceden a los golpes.

Su punto fuerte sigue siendo sus modos de juego, que permiten acercarse a él de muchas maneras, desde el entrenamiento al combate online, más exigente, con otros jugadores a través de internet (organizado en salones). El modo Historia supone aire fresco, narrado como si fuera una película interactiva, donde el jugador se encarga de los combates de los diferentes personajes. El modo Arcade vuelve a incluir desafíos alternativos que ponen a prueba la fuerza o rapidez del jugador, pero lo más divertido vuelve a ser La Torre del Desafío, con 300 misiones que también funcionan como un tutorial exigente. Todos ellos le otorgan un ciclo de vida que ya quisieran otros títulos de lucha.

Entre los personajes (más de 25), hay que subrayar que aparte de los clásicos, como Scorpion o Sub-Zero, está disponible el rey de los desmembramientos, el mísmisimo Kratos, de God of War, en exclusiva para PS3. Es, finalmente, un juego de detalles y eso se agradece: es el jugador el que decidirá hasta dónde mancharse para descubrir todo lo que esconde uno de los títulos del año.

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