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"Se ocultó la información a la población"

Roland Desbordes dirige el laboratorio independiente de referencia CRII RAD, que investiga el accidente de Marcoule

ANDRÉS PÉREZ

Roland Desbordes, físico, profesor de Física Aplicada en varias universidades del este de Francia, dirige el laboratorio independiente CRII RAD, uno de los centros de referencia cuando se trata de efectuar mediciones que escapan al control de la industria o de los gobiernos. Y también cuando se trata de plantear los interrogantes oportunos para no perderse en la comunicación oficial. Es lo que su laboratorio está haciendo, gracias a su red de balizas de detección y sus expertos, tras el accidente en un horno radiactivo del complejo de Marcoule, a orillas del Ródano, en el sur de Francia.

¿Son afinados y completos los datos que les están suministrando oficialmente?

'Hay lagunas informativas; no se puede decir que todo va bien sin más'

Por un lado hay elementos inquietantes, y por otro hay lagunas. Han anunciado que el nivel de radiación en el horno mismo era de 67.000 bequerelios (Bq). Resulta curioso que no hayan explicado la naturaleza de los radioelementos presentes. Pero es que además es inquietante por dos razones: primero, es un nivel anormalmente bajo. Dicen que en el horno había cuatro toneladas de chatarra radiactiva. Cabe saber que esa chatarra, muy heterogénea, puede llegar a niveles de 100.000 o hasta un millón de Bq por kilo, no por tonelada. Segundo, dicen 67.000 exactamente, y no 66.000 o 68.000. El dato es excesivamente preciso con respecto a lo que sería normal. Lo normal con la chatarra, precisamente, es que mezcla niveles muy diferentes de radiactividad para fundir, y además ese constituye un problema suplementario habitual de estas instalaciones.

¿Hay alguna manera de salir de estas ambigüedades?

Bueno, la instalación de Socodei-Centraco tiene una autorización por decreto de emanaciones, gaseosas y líquidas, que se efectúan con toda normalidad sin que haya habido accidentes. Para la atmósfera, esas emanaciones salen por la chimenea, que tiene filtros y sensores. Lo que queremos es que nos den los resultados y los datos de esos filtros y sensores, antes, durante y después del accidente. Si no hay modificación en los niveles, podremos certificar científicamente que ninguna radiación suplementaria ha salido a la atmósfera por la chimenea. Luego, hay instrumentos de medida en torno a las instalaciones. También deberían dar los datos. Lo que no es correcto es afirmar simplemente a la opinión pública que todo va bien, sin más. No es satisfactorio.

'Necesitamos más datos para certificar que no ha escapado radiación'

Y, sin embargo, una ley de transparencia y seguridad nuclear de 2006 obligaba a esa comunicación precisa, en particular a la población local.

Así es, pero no la han respetado. El operador Socodei-Centraco y su casa madre EDF disponen de las informaciones. No las pusieron a disposición de la población. No se ha respetado la Convención de Aarhus, que en principio es una obligación europea.

¿Hay algún problema específico con la chatarra, debido al hecho de que en el complejo de Marcoule coexisten instalaciones en funcionamiento de tecnología punta, instalaciones muy viejas que esperan desmantelamiento y zonas que son en realidad bases secretas militares, que escapan a todo control civil?

'No se ha respetado la ley de transparencia y seguridad'

Socodei es una filial de EDF, que puede aceptar chatarra procedente de cualquier operador. Lo importante sería que respete el pliego de condiciones en cuanto a niveles de radiactividad y en cuanto a radioelementos prohibidos en sus hornos. Y el problema es que la Agencia de Seguridad Nuclear ha detectado en varias ocasiones niveles que superaban el tope. De momento es imposible saber quiénes eran los clientes. Es el problema, efectivamente, de una instalación así.

¿Entonces es deliberada esa intención de mezclar lo civil y lo militar?

Bueno... Piense que, originalmente, el plan de las autoridades era instalar en otra parte esa fábrica de incineración y acondicionamiento de residuos. Allá por 1995, el plan era colocarla en Le Pouzin [unos 90 kilómetros al norte, por el valle del Ródano]. Querían colocarla en una zona industrial normal, donde había, por ejemplo, una planta de pastelería. Los municipios reflexionaron y no quisieron el incinerador de chatarra radiactiva. Empieza a ser normal que se acumulen instalaciones de riesgo en lugares ya de riesgo. Y la práctica, efectivamente, hace que mezclen en los hornos chatarra muy radiactiva con la medianamente radiactiva y la que es muy poco radiactiva. Lo importante, de todas formas, es recalcar que en sí, el principio de incinerar estos residuos es bastante idiota. Sólo sirve para reducir el volumen, así que luego se paga menos a la Agencia nacional de Residuos (ANDRA) por el almacenamiento. Lo que logran recuperar y reciclar es realmente ínfimo.

'El principio de incinerar estos residuos es bastante idiota'

De las versiones que están saliendo sobre el accidente, ¿cuál le parece la más coherente?

Los gendarmes están efectuando una investigación que empieza a arrancar. Ya han logrado saber, hablando con los obreros que acompañaban al fallecido, que la víspera había habido un problema en ese horno. Se trata un horno por inducción magnética. Es decir, que utiliza el campo magnético de la electricidad para calentar la chatarra, pero en la superficie, a causa del contacto con el aire, puede formarse una costra que no se funde, en la que se concentran las impurezas del metal. Habían tenido que paralizar el horno. El lunes por la mañana lo volvieron a poner en marcha. El obrero intentó romper la costra. ¿Fue la presión liberada del metal en fusión lo que lo mató? En cualquier caso, al menos ya está claro que están abandonando una versión que acariciaron al principio. La que decía que la explosión tuvo lugar al lado, en una zona 'no nuclear'.

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