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Un paraíso amenazado por los restos de la batalla

Varios petroleros hundidos en la Segunda Guerra Mundial amagan con cubrir de petróleo las islas del océano Pacífico

JAVIER SALAS

Tras cuatro días de viaje surcando las aguas desde las Islas Gilbert, medio centenar de barcos de guerra, incluidos cinco portaaviones y diez submarinos, abordaban el 16 de febrero de 1944 el atolón de Truk, donde Japón había levantado su mayor bastión en la zona y una de sus principales fortalezas marítimas. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial había sido la cabeza de puente para la expansión nipona ya que allí el emperador Hirohito había establecido el cuartel general de su IV Flota, la armada que debía custodiar todos los archipiélagos del Pacífico Sur comprendidos entre Filipinas y Nueva Guinea.

Los buques que comandaba el vicealmirante Marc A. Mitscher, respaldado por casi 600 aviones de combate, cayeron con toda su furia sobre las numerosas defensas que el imperio nipón tenía allí desplegadas, reduciendo a cenizas las instalaciones (incluidos cuatro aeródromos) que 200 condenados a trabajos forzados habían construido en ese pequeño archipiélago. Aunque Japón había desplazado buena parte de su flota hacia Palau porque la evolución de la guerra del Pacífico dejaba a Truk en una posición vulnerable, la incursión de las fuerzas de EEUU dejó fuera de combate a casi 70 buques japoneses, junto a 300 aviones que los escoltaban. El ataque se denominó operación Granizo (en inglés, Hailstone).

Más de 60 barcos cargados de fuel yacen junto al atolón de Chuuk

Buena parte de esa maquinaria de guerra acabó olvidada bajo las aguas de ese atolón. Hasta ahora, casi siete décadas después, cuando los buques hundidos han empezado a sangrar petróleo al mar. En la actualidad, más de 60 barcos yacen en el fondo de las poco profundas aguas del atolón de Truk, ahora denominado Chuuk Lagoon, uno de los principales destinos turísticos de los Estados Federados de Micronesia.

Paradójicamente, esos pecios hundidos, que le han servido al pequeño archipiélago para atraer a los aficionados al buceo, pueden convertirse en su ruina. De todos los buques sepultados por las aguas, al menos media docena de ellos mantienen en vilo al Gobierno de Micronesia porque ya han empezado a liberar algunas cantidades de combustible a través de pequeñas fugas.

Dos petroleros con 20 millones de litros de crudo han empezado a filtrarlo

'Por el momento se han detectado filtraciones en seis de los buques hundidos en Chuuk Lagoon. Y, aunque por desgracia no podemos precisar cuánto combustible permanece dentro de estos barcos naufragados, lo que sí sabemos es que esos seis buques están liberando petróleo y lo seguirán haciendo en el futuro', explica el autor del más detallado estudio sobre los vertidos que amenazan la zona, Anthony Talouli.

Dos de esos buques, el Hoyo Maru y el Rio de Janeiro Maru, son petroleros que podrían contener cada uno alrededor de 11 millones de litros de crudo en su interior. Su orografía convirtió en una fortaleza naval casi perfecta a este atolón, que fue colonia española desde que se repartió el mundo con Portugal hasta el desastre de 1898. Es una laguna de 50 kilómetros de ancho con algunos islotes en su interior, a la que sólo se podía acceder por unos pasos muy señalados, los que se abren en el anillo terrestre que la rodeada. Una balsa paradisíaca que puede convertirse en una charca de chapapote que arruine la biodiversidad, los corales, la pesca regional y el turismo que mantiene a los nativos.

En concreto, el punto más caliente está en el casco del Hoyo Maru, un petrolero que de momento sólo está liberando pequeñas cantidades de fuelóleo. Este combustible, el mismo que cargaba el Prestige cuando naufragó frente a las costas gallegas en 2002, es especialmente nocivo por tratarse de un residuo pesado que no se evapora y es muy adherente, por lo que ahoga a los animales marinos con los que entra en contacto.

Los expertos avisan de que en cinco años cederán los cascos corroídos

Varios son los futuribles detonantes de la catástrofe, con el armazón de estas naves cerca del punto crítico de deterioro. 'Según un estudio realizado en Chuuk Lagoon, con el ritmo de corrosión que se ha registrado en los cascos de los buques, al metal le quedaría poco más de cinco años de vida', augura Talouli, responsable de contaminación marina del Programa Regional del Pacífico para el Medio Ambiente.

Las prácticas locales de pesca con dinamita podrían asestar el golpe de gracia a uno de estos buques. Y los tifones, nada excepcionales en la zona, podrían quebrar el casco de unos barcos que llevan 67 años deteriorándose. De hecho, un tifón causó el vertido de otro petrolero hundido en la Segunda Guerra Mundial, el USS Mississinewa, en aquella región.

Este navío hundido por Japón a finales de 1944 obligó a Micronesia a declarar el estado de emergencia en 2001, cuando empezó a verter crudo tras el paso de un tifón. En aquel caso, tuvo que ser el Gobierno de EEUU, dueño del USS Mississinewa, el que tomara la decisión de vaciar los tanques del petrolero para evitar que el crudo se desparramara por el Pacífico. La operación finalizó en 2003 y se extrajeron alrededor de diez millones de litros de petróleo con un coste de 4,5 millones de dólares para EEUU. Un dinero que Micronesia no tiene.

'Necesitamos la ayuda de Japón para retirar el crudo y acabar con la amenaza de estos barcos', reclama el director de la oficina Medioambiental de Micronesia, Andrew Yatilman. La penúltima vez que envió un SOS a Tokio, en 2008, el Gobierno nipón se mostró comprensivo con la petición, pero no dio ningún paso concreto. Ahora, víctima de su propio desastre natural, la posibilidad de que Japón se haga cargo de sus buques hundidos se aleja más allá de un horizonte cercano.

'Como ha demostrado lo sucedido en el golfo de México tras el accidente de la Deep-water Horizon, es mucho más caro limpiar un vertido', defiende Rean Gilbert, una de las mayores expertas en este problema incipiente de los pecios de la Segunda Guerra Mundial, con numerosos trabajos publicados sobre la materia. Talouli, responsable de la estrategia regional diseñada para que los gobiernos corten el cable rojo de estas bombas de tiempo, aboga por tratar cada caso por separado, abordando sus necesidades, circunstancias y posibilidades: 'Las negociaciones con Japón (o EEUU) tendrán que ser bilaterales entre el país costero amenazado y el país al que pertenezca la bandera del buque naufragado'.

El problema es mucho más grande que la laguna de Chuuk, que los expertos aspiran a convertir en el laboratorio de pruebas para aprender a atajar este peligro. El último cálculo, realizado por Gilbert, determinó que las profundidades marinas albergan unos 8.000 navíos hundidos entre 1939 y 1945. De ellos, más de 860 serían buques petroleros que llevan, como el Hoyo Maru, más de seis décadas corroyéndose bajo el mar. Y 79 cargaban fuelóleo, el más dañino de los derivados del petróleo. 'La peor previsión sugiere que todos esos barcos contienen 20 veces más crudo que el que se derramó en el golfo de México', advierte Gilbert.

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