Este artículo se publicó hace 15 años.
El peaje emocional de la 'generación sándwich'
Los inmigrantes de segunda generación sufren más trastornos psiquiátricos que sus padres y sus coetáneos
Emigrar a un país desconocido en busca de mejores oportunidades tiene un fuerte componente de estrés, aunque esto no implica que los inmigrantes de primera generación tengan más trastornos mentales que la población nativa de su país de destino. Es más, según los estudios realizados hasta ahora en Estados Unidos, país creado por emigrantes que lleva recibiendo oleadas de extranjeros desde principios del siglo XX, los inmigrantes de primera generación tienen una mayor fortaleza mental que los ciudadanos autóctonos.
Sin embargo, la situación es peor entre los hijos de inmigrantes que nacen en el país de acogida y que, en palabras de Javier I. Escobar, profesor de Psiquiatría de la Universidad de Medicina de New Jersey (EEUU), "viven en un limbo, porque ya no son del país de origen de sus padres, pero tampoco se sienten del país de acogida". Este colectivo sí presenta problemas mentales con mayor frecuencia que los nativos, según se puso de manifiesto recientemente en Madrid en un simposio de psiquiatría organizado por las universidades Autónoma de Madrid y de Alcalá de Henares.
"Son vistos como extraños en el país de origen y en el de acogida""Tienen un problema de identidad tremendo", agrega el experto, que cita la depresión y la ansiedad como algunas de las dolencias más frecuentes en estos inmigrantes, aunque las patologías más extendidas son los trastornos por abuso y dependencia de drogas como el alcohol o la cocaína. "En esta segunda generación", explica Escobar, "las depresiones son muy frecuentes, aunque lo más común y trágico es el aumento de los trastornos por adicción". Las causas de esta situación no están claras. Puede haber un "problema de arraigo" en la nueva cultura, sin olvidar que algunos hijos de los inmigrantes se ven a sí mismos como "personas discriminadas", agrega.
De hecho, estos inmigrantes de segunda generación carecen de las armas de sus padres para resistir mejor el proceso migratorio. En primer lugar, como señala Escobar, las familias, cuyos lazos son muy fuertes al principio, se descomponen y se separan en la sociedad de acogida, que además, en el caso de EEUU, es mucho más individualista. Asimismo, los hábitos saludables que sus padres llevaron desde sus países de origen también se acaban perdiendo.
Por otro lado, Escobar cree que es previsible que este proceso se reproduzca, con sus propios matices, en España. "Podemos esperar un proceso similar en España que lleve a estas personas a tener más problemas mentales, porque al inmigrante siempre se le va a mirar de distinta forma", sostiene.
Faltan patrones culturalesEn este sentido, el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría , Jerónimo Saiz, cree que la aparición de trastornos en esta generación sándwich se debe a que "se quedan a caballo y son vistos como extraños en el país de origen de sus padres y en el de acogida", un problema que se agudiza por la "falta de un patrón cultural". "Hay problemas de salud mental, pero también dificultades de adaptación cultural", añade.
Tanto Saiz como Miguel Casas, jefe de Psiquiatría del Hospital Vall dHebrón de Barcelona, reconocen que ya han empezado a detectarse problemas entre los adolescentes de segunda generación en España, aunque hay muy poca investigación al respecto. "Se está empezando a estudiar la cuestión y ya hay unidades en Madrid, Barcelona o Zaragoza, pero son pequeñas y tienen poco presupuesto; el problema no recibe la atención que merece", valora Casas, que apuesta por dotar a los centros de más mediadores culturales.
Casas cree que la patología mental es más frecuente entre los adolescentes de la nueva generación que viven en grandes ciudades, frente a los habitantes de áreas rurales o ciudades pequeñas que han absorbido bien la inmigración. A su juicio, estos adolescentes no presentan diferencias en psicosis, pero sí en trastornos derivados de los consumos de drogas y las conductas violentas.
En todo caso, según aseguran los expertos, los problemas de la segunda generación se diluyen en la tercera y posteriores, según se avanza en el proceso de integración.
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