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Un precursor de la vida, en un incubador de estrellas

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El glicolaldehído, el azúcar más simple, no es un signo de vida. Pero es un buen comienzo: con el empujón adecuado, puede reaccionar con un compuesto orgánico tóxico llamado propenal.

El producto, la ribosa, puede encadenarse con otras ribosas mediante conexiones de fosfato y formar una columna vertebral capaz de sostener distintos tipos de enchufes moleculares, que encajan unos en otros.

El conjunto se denomina ARN, una molécula de la herencia más sencilla que el ADN y que precedió a éste en la aparición de la vida en la Tierra.

El glicolaldehído es, hasta hoy, el único azúcar detectado en el espacio. Observaciones previas ya habían revelado la firma de esta sustancia en el centro de la Vía Láctea, pero, por la intensa radiación, esta región no es el entorno propicio para el desarrollo de productos más complejos.

Según publica The Astrophysical Journal Letters, un equipo internacional de científicos, con la participación de la española María Teresa Beltrán, de la Universidad de Barcelona y el CSIC, ha dirigido las antenas del Instituto de Radioastronomía Milimétrica (IRAM), en los Alpes franceses, a una zona de la galaxia alejada de su centro y a 26.000 años luz de la Tierra.

Allí ha aparecido la firma del glicolaldehído, en una región donde, dice Beltrán, “se están formando nuevas estrellas”. Un buen comienzo.

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