Por qué quiero ya uno
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Cuando Apple presentó el iPhone dije que no quería uno, al menos en aquel momento, porque no me convencía el hecho de que sólo se pudiera acceder a aplicaciones nuevas a través de la web, en especial en un teléfono sin 3G, algo que a estas alturas no puede faltar en un dispositivo móvil que quiera servir para navegar por Internet.
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Tampoco me convencía el que Apple hubiera cerrado el iPhone a los desarrollos de software de terceras partes ya que, a menudo, es precisamente por ahí por donde llegan aplicaciones y usos que nunca se le habrían ocurrido al fabricante.
Pero pronto se demostró, una vez más, que no se pueden poner puertas al campo y, en cuestión de semanas, el iPhone había sido desbloqueado. Aparecieron innumerables aplicaciones que lo hacían cada vez más útil, lo que hizo que mi convicción comenzara a flaquear. El posterior anuncio de Apple de que al final iba a abrir el desarrollo de aplicaciones a terceras partes resquebrajó mi determinación, aunque aún me quedaba lo de la conexión 3G, algo que a partir de hoy ya no puedo aducir.
Así que sí, ya quiero un iPhone 3G, aunque no seré de los primeros en comprarlo y esperaré a ver si se puede cambiar de operadora o en qué condiciones se puede adquirir libre, y a comprobar cómo desbloquearlo.
Y es que aunque sé que el iPhone no hace nada que no hagan otros teléfonos y que dista de ser perfecto, también tengo claro que te deja hacer lo que quieres hacer sin preocuparte de cómo hacerlo, lo que es su gran ventaja en un mercado en el que no todos los demás terminales inteligentes pueden decir lo mismo. Y eso, para mí, vale dinero.
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Javier Pedreira es editor de Microsiervos.com