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Resucitar un mundo extinto

Los artistas que reconstruyen fósiles de humanos y dinosaurios explican sus secretos

NUÑO DOMÍNGUEZ

En abril, un grupo de investigadores presentó un cráneo de hace dos millones de años al que llamaron 'la piedra rosetta de la humanidad'. Sus cuencas, llenas de sedimentos, su tabique nasal casi intacto y sus dientes aún pegados a la calavera presagiaban a un ser mitad mono y mitad hombre que pudo ser el ancestro de los primeros humanos. Ahora, esta nueva especie, llamada Australopithecus sediba, ya tiene cara. Su nariz es aplastada como la de un simio y sus mandíbulas son más potentes que las de un hombre, pero la mirada presagia una profundidad humana. Es el resultado de una reconstrucción artística hecha para Público por el paleoartista español Mauricio Antón, uno de los mayores expertos del mundo en devolver a los fósiles la carne y la piel que perdieron hace millones de años.

Antón sigue la estela de maestros de este oficio como Jay Matternes. Este autor fue responsable de reconstruir a Ardi, un supuesto ancestro del hombre aún más antiguo que el sediba, para la revista Science. Su nombre, como el de muchos otros artistas que ilustran los descubrimientos paleontológicos más importantes del mundo, suele quedar en la sombra mientras sus creaciones dan la vuelta al mundo.

'No entiendo por qué se le da tan poca importancia al artista', explica Raúl Martín, otro autor español que ha reconstruido el mundo sin hombres en el que camparon los dinosaurios para revistas como National Geographic y museos de Tokio, San Diego o Barcelona. 'Al fin y al cabo, sin nosotros nadie sabría el aspecto que tenían estos animales', advierte.

Los paleoartistas más prestigiosos dedican meses a la investigación de los fósiles y trabajan con los científicos que los desenterraron para que su reconstrucción esté lo más cerca posible de la realidad. Dibujan de dentro afuera. Primero reconstruyen la parte que falta de cada hueso y luego buscan dónde y cómo engarzaría cada músculo según la anatomía. Cuanto más afuera se llega, más especulativa es la reconstrucción, hasta llegar a una total ausencia de datos.

'El aspecto exterior de los dinosaurios, los colores de su piel son siempre una suposición'

'El aspecto exterior de los dinosaurios, los colores de su piel son siempre una suposición', explica el británico John Sibbick, uno de los paleoartistas de la vieja escuela más respetados del mundo por sus reconstrucciones de braquiosaurios, ovirraptores y otras criaturas prehistóricas. Su fama ha llegado a tal punto que una especie de dinosaurio lleva su nombre, el Ludodactylus sibbicki. 'Cuando no hay pruebas fósiles, tienes que usar referencias actuales', explica. 'Si estás reconstruyendo un fósil de un dinosaurio carnívoro, puedes inspirarte en el colorido que tienen los carnívoros depredadores de hoy, como los grandes felinos', detalla.

Algo parecido sucede con la actitud de ciertas especies, como el T-rex, que se ha convertido en un icono de la ferocidad. 'Todo se debe a las películas', lamenta Sibbick. Por ejemplo, en Parque Jurásico cambiaron los rasgos del tiranosaurio para que la expresión de sus ojos y cejas 'diera más miedo', explica.

Algo similar vivió Mauricio Antón cuando, en 2002, reconstruyó un fósil que puso patas arriba la evolución humana. Era el Homo georgicus, hallado en el yacimiento de Dmanisi, en Georgia. Se cree que este homínido que vivió hace 1,8 millones de años fue el eslabón intermedio entre Homo habilis y Homo erectus. Antón planeó una reconstrucción para la portada de National Geographic en la que la expresión del georgicus era neutra. 'Mi editor me recomendó que me tomase una copa de vino y que le pusiese más fiereza, más dientes', recuerda. El resultado fue una inquietante expresión entre la amenaza y la sonrisa.

En la década de los noventa, Antón fue responsable de reconstruir los primeros fósiles de Atapuerca usando la técnica de dentro afuera. Ahora introduce modificaciones a medida que salen más datos de la Gran Dolina y la Sima de los Huesos usando un programa informático de moldeo por 3D. 'Mauricio ha hecho visible un mundo de huesos hermético y oscuro', explica Juan Luis Arsuaga, codirector de Atapuerca. 'Es un artista que se atiene a los conocimientos científicos y es capaz de devolver la vida a especies extintas', añade.

No siempre se tiene tanto éxito. El paleoantropólogo estadounidense Lee Berger, que encontró los restos del sediba en Suráfrica, no está del todo de acuerdo con la reconstrucción que Antón ha hecho de su fósil. 'No me gusta la nariz', explica. 'El sediba tenía una nariz ligeramente proyectada hacia fuera, es poco probable que fuera tan simiesca', añade. 'La parte superior de la cara me gusta', concluye.

'Es un artista que se atiene a los conocimientos científicos'

Otros artistas no han tenido que preocuparse por los fósiles. A Nuka Godtfredsen, reconstructor del Museo Nacional de Dinamarca, sólo le dieron un mechón de pelo. De él se había extraído un genoma completo. El ADN decía que su dueño fue un paleoesquimal que vivió en Groenlandia hace 4.000 años y que se parecía a las poblaciones de chuckchis actuales que viven en Siberia. 'Encontré en el museo fotos antiguas de chuckchis cazando pájaros, en las que me inspiré', explica Godtfredsen. El resultado fue Inuk, un esquimal algo calvo (tal como dictaba su genoma) y de gesto duro. 'La expresión es interpretación mía', reconoce el artista. En continuación de este trabajo prepara una serie de cómics que retratarán la primera colonización de Groenlandia por los paleoesquimales.

Muchos otros reconstructores se dedican al cómic y las ilustraciones fantásticas. Sibbick es famoso por sus portadas de juegos de rol como Warhammer 40.000, que está ambientado en el siglo XLI y en el que varias estirpes alienígenas conviven con el Imperio del Hombre. 'Cuando reconstruyes fósiles no puedes hacer ni un trazo que no esté basado en hechos, pero si dibujas monstruos puedes hacer lo que quieras', comenta. 'Es la parte del trabajo que me ayuda a relajarme', explica.

También es una forma de llegar a finde mes. 'El paleoarte no es un gran camino hacia la riqueza', explica Julius Csotonyi, un ilustrador de origen húngaro que reside y trabaja en Canadá. Csotonyi es el autor de una de las mayores ilustraciones paleontológicas hechas jamás. Se trata de un mural de 19 metros sobre el norte de EEUU durante el Cretácico que realizó para el Museo de Ciencias Naturales de Houston. Comenta que en muchos casos, la paga no se ajusta a la cantidad de horas necesarias para realizar este tipo de trabajos. En otras ocasiones, es la falta de encargos lo más preocupante. 'La recompensa en este oficio debe ser el trabajo en sí mismo', concluye.

Entrevista al paleoartista Mauricio Antón

La casa de Mauricio Antón (Bilbao, 1961) está llena de cráneos. Son reproducciones exactas de fósiles humanos y, sobre todo, de dientes de sable, el animal extinto al que este paleoartista ha dedicado gran parte de su carrera como ilustrador científico. Trabaja en su casa de Madrid, pero los martes está en el Museo de Ciencias Naturales, rebuscando en los archivos nuevos datos sobre sus carnívoros favoritos. 'Lo hago por amor al arte de investigar', reconoce.

¿Cómo fueron sus primeros pasos en este oficio?

Desde que tenía 8 añitos veía las reconstrucciones de la vida prehistórica y quería viajar allí para ver todos esos animales. También quería coger mis lápices y copiarlo.

¿Cómo es el proceso de dibujar seres de carne y hueso a partir de sus fósiles?

La base es la anatomía comparada. Georges Cuvier, que la fundó a finales del siglo XVIII, decía 'dadme un diente y os daré un animal entero'. Era una bravuconada, pero si tienes un fósil parcial, lo tienes que poner en perspectiva con otros de especies relacionadas. Una vez tengas el esqueleto, pones todas las capas de tejido en su sitio haciendo inferencias anatómicas.

¿Cuánto se tarda?

Se puede tardar toda una vida. Es un proceso abierto y toda reconstrucción es preliminar. Para las primeras reconstrucciones de Atapuerca hice modelos de plastilina de los huesos sobre los que luego colocaba las capas de músculo y de piel. Ahora, para las nuevas reconstrucciones que estarán en el nuevo Museo de la Evolución Humana, uso modelado por ordenador en 3D con datos de rayos X que se han hecho a los huesos. En ambas ocasiones tardé en torno a un mes y medio.

¿Hay espacio para la imaginación?

Si te encuentras un mamut congelado en Siberia y casi entero hay muy poco margen. Pero si tu fósil es un fragmento de maxilar de un homínido, es más lo que tienes que aportar, no de imaginación, sino de inferencia. En los homínidos, por ejemplo, el color de la piel o la cantidad de vello llevan mucha inferencia. Es inevitable que se te cuele una valoración subjetiva. Es como Jekyll y Hyde, tienes que encontrar un equilibrio entre el científico que quiere ser objetivo y el artista que quiere expresarse.

¿Por qué le gusta tanto el dientes de sable?

Porque tiene morbo. Está en el límite de lo familiar y lo alienígena. Un dinosaurio me resulta más lejano, mientras que un dientes de sable es como un león o incluso como un gato doméstico, algo con emociones de mamífero. Además tiene relación con los homínidos. Era un cazador solitario cuando los homínidos se volvieron carroñeros y cazadores. Se organizaron en grupos y al dientes de sable se le acabó el chollo. Una banda de 20 homínidos podía robarle su presa. Hay teorías que dicen que se extinguieron porque nos colamos en su nicho ecológico. 

 

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