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Star Wars, episodio 2

EEUU da el primer paso hacia un nuevo programa de defensa espacial

JAVIER YANES

En 1984, faltaban tres minutos para la medianoche.

El reloj que lo marcaba era el Doomsday Clock (reloj del juicio final), una metáfora visual ideada por científicos de la Universidad de Chicago que representa el riesgo de conflicto global como la cercanía a las 12, la hora final.

Aquel año, las relaciones entre EEUU y la URSS tensaban la cuerda de la amenaza nuclear. Unos meses antes, el presidente de EEUU, Ronald Reagan, había lanzado la Iniciativa de Defensa Estratégica, un programa de armamento espacial que se conoció popularmente como La Guerra de las Galaxias.

Tras más de dos décadas, en 2007 el minutero se acercó de nuevo a la menor distancia de las 12 desde 1984. Los desencuentros crecientes entre las potencias, el rearme nuclear y la amenaza del cambio climático han dejado reducida a cinco minutos la separación entre ambas agujas.

En este escenario, otro elemento viene a añadir un nuevo factor de inestabilidad al frágil equilibrio terráqueo: por primera vez desde hace 15 años, EEUU abre de nuevo la puerta al despliegue de armamento en el espacio.

En esta ocasión no se ha pregonado a bombo y platillo, como lo hizo Reagan cuando lanzó su programa el 23 de marzo de 1983. La primera medida orientada al renacimiento de la defensa espacial se ha deslizado de forma casi subrepticia en una ley de presupuestos aprobada el pasado septiembre y firmada recientemente por el presidente George W. Bush.

Debido a la cercanía de las elecciones, el proyecto de ley de presupuestos de Defensa S.3001, aprobado como ley pública 110-417, se acogió a un trámite acelerado bajo el paraguas de la resolución HR2638, un revoltillo de asignaciones presupuestarias para distintos capítulos de seguridad, defensa y ayuda a desastres.

La sección 236 insta al Secretario de Defensa para que antes de 75 días establezca un contrato con una “entidad independiente” para elaborar un estudio sobre la “viabilidad y conveniencia de desarrollar un elemento de interceptación en el espacio para el sistema de defensa de misiles balísticos”.

El estudio deberá, según el texto legal, abordar todos los pasos –investigación, desarrollo, demostración, obtención, despliegue y lanzamiento– incluyendo consideraciones de seguridad, científico-técnicas y políticas. Para ello, la ley asigna un presupuesto de 5 millones de dólares.

Según los expertos consultados por Público, la medida no ha llegado por sorpresa. Ya en los dos ejercicios pasados, los partidarios de la defensa espacial solicitaron una partida de 10 millones de dólares para fundar un testbed o campo de pruebas en el espacio. En ambos casos, la propuesta fue rechazada. El senador republicano Jon Kyl, principal adalid de este grupo de presión, tampoco logró este año la luz verde para el testbed.

Para Travis Sharp, analista de política militar del Centro de Control de Armas y No Proliferación –entidad independiente con sede en Washington–, la aprobación del estudio es “un premio de consolación por los recortes” en el testbed y en otras propuestas del grupo de Kyl relacionadas con la defensa espacial.

Pero, ¿se trata simplemente de un premio de consolación, o es el primer punto de una hoja de ruta hacia el testbed? Los analistas coinciden en afirmar que podría depender del pronunciamiento del estudio, lo que a su vez dependerá de la entidad que finalmente lo elabore. Y sobre esto, albergan pocas dudas respecto a que el elegido será, como desea Kyl, el Instituto de Análisis de Defensa (IDA), un ente que, pese al requisito de “independiente” que establece la ley, está financiado por el Pentágono.

Victoria Samson, analista del Centro de Información de la Defensa –un laboratorio de ideas integrado por académicos y antiguos mandos militares críticos con el sistema–, opina que “nada está escrito en piedra”, pero que “Kyl debe pensar que un estudio del IDA sí apoyará la defensa espacial”.

Aunque prevé la asignación del estudio al IDA, apunta que esta entidad no es la voz de su amo y que recientemente ha incomodado al Gobierno recomendando que se despoje de algunas atribuciones a la Agencia de Defensa de Misiles (MDA).

“El problema con los testbeds es que tienden a hacerse permanentes”, agrega Samson. “El enclave de la MDA en Fort Greely, Alaska, que albergará hasta 26 interceptores al final de este año, empezó como un testbed. Me preocupa que EEUU se encuentre de pronto con una capacidad de hecho en armas espaciales sin haber agotado antes el importante debate sobre pros y contras”, sentencia.

La visión a largo plazo difícilmente puede ser optimista. El contexto internacional, dice el ex asesor de Bill Clinton, Bruce MacDonald, dicta que “algún grado de capacidad ofensiva espacial es inevitable”. Aunque el Tratado del Espacio Exterior de 1967 impide el despliegue de cabezas nucleares en el espacio, no ocurre lo mismo con las defensas convencionales antimisiles, sobre todo desde que EEUU abandonó en 2002, de forma unilateral, el acuerdo vigente desde 1972.

EEUU no es el único jugador en liza. En enero de 2007, China suscitó rechazo general al derribar un viejo satélite propio con un misil terrestre. EEUU se apuntó a una prueba similar en febrero de 2008, si bien en este caso se adujo como pretexto que el satélite, fuera de control, contenía combustible tóxico.

En una conferencia de desarme de la ONU el pasado febrero, China y Rusia abogaron por prohibir el armamento espacial, propuesta que fue rechazada por EEUU para no limitar su acceso al espacio. El ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, advirtió: “El despliegue de armas en el espacio disparará una reacción en cadena y amenaza con una nueva espiral en la carrera armamentista”.

La ecuación tiene una variable más: el próximo cambio en la presidencia de EEUU. “Obama no apoya el armamento espacial, pero no significa que cancelarlo sea el primer punto de su agenda”, dice, escéptica, Samson.

Sharp añade: “McCain cree en la teología de la defensa de misiles, no en su tecnología”. Una pista (o no): en la votación en el Senado de la ley S.3001, ambos candidatos se abstuvieron.

Tecnología: viejas ideas reeditadas

Algunos defensores del armamento espacial quieren rescatar un concepto del programa de Reagan: ‘brilliant pebbles’ (guijarros brillantes). Sería una red de pequeños interceptores que patrullarían la órbita para derribar misiles lanzados desde cualquier lugar del mundo. Muchos dudan de su viabilidad; la analista Victoria Samson insinúa que estudios previos han rebajado deliberadamente las estimaciones de costes.

Defensa antimisiles: planes de expansión

Además de la instalación de silos de misiles interceptores en California y Alaska y de los buques que disponen de defensas antibalísticas móviles, EEUU ha firmado acuerdos para desplegar en Europa un escudo compuesto por cohetes interceptores en Polonia y una estación de radar en la República Checa. En teoría estas defensas protegerían a Europa de un ataque de misiles iraníes, pero los rusos acusan a EEUU de encubrir que ellos son el verdadero objetivo de este sistema. Como respuesta, Rusia amenaza con una escalada que podría desembocar en una “segunda guerra fría”.

Consecuencias: basura espacial

La creación de un campo de pruebas en el espacio generaría más basura, un problema que empieza a ser acuciante y que en el futuro podría impedir los viajes espaciales con fines civiles y científicos. Samson apunta que este asunto “se trata más como algo secundario que como parte crucial del debate”. Para el analista Travis Sharp, “EEUU es el que más tiene que perder” con la proliferación de basura espacial.

Obama y McCain: cambios políticos

El candidato demócrata Barack Obama ha manifestado que “las armas en el espacio son una mala idea. Un tratado que aumente la seguridad en el espacio es una buena idea, pero llevaría mucho tiempo negociarlo”, añade. “Hay una vía más rápida y simple: un Código de Conducta para naciones responsables con presencia espacial. Un elemento clave de este código debe incluir una prohibición de interferencias dañinas contra satélites”. Sharp destaca que Obama detraería recursos de sistemas caros y no probados, como el ‘testbed’ espacial, para dedicarlos a sistemas dirigidos contra misiles de corto y medio alcance. El candidato republicano McCain es ferviente partidario de la defensa antimisiles y podría, dice Sharp, apoyar un ‘testbed’, pero es probable que un Congreso de mayoría demócrata lo bloquease. El signo político de la Casa Blanca tras las próximas elecciones podría afectar incluso a las conclusiones del estudio previo, según Samson, ya que del resultado electoral puede depender la composición del comité del Congreso. En cambio, Sharp espera un estudio más imparcial. El nuevo presidente tendrá la última palabra. 

 

Entrevista con Bruce W. MacDonald

Bruce W. Macdonald es consultor de tecnología y seguridad nacional. Fue asesor de Bill Clinton en la Oficina de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca. Dirige la Comisión del Congreso sobre la Posición Estratégica de EEUU y acaba de publicar el informe 'China, armas espaciales y seguridad de EEUU'.

¿Cómo valora la aprobación del estudio sobre defensa espacial?

El Congreso pide muchos estudios cada año. Esto no implica que EEUU desplegará la defensa espacial, aunque hay miembros del Congreso que lo desean.

¿Cree que un estudio elaborado por el IDA será independiente?

IDA es una organización muy reputada. Si finalmente reciben el encargo, harán un trabajo de gran calidad. Yo no haría predicciones sobre qué recomendarán.

¿El ‘testbed’ será el siguiente paso?

No quiero hacer una predicción. El 'testbed' requeriría estudios adicionales.

¿Necesitan EEUU y sus aliados un sistema de defensa espacial?

Creo que EEUU necesita más satélites seguros y otros sensores en el espacio. Las defensas espaciales deben ser viables, eficaces y costeables, según los criterios que se aplican a todos los sistemas de defensa de misiles, que para este caso serán obstáculos difíciles de superar.

¿Qué opina de los movimientos de China y de la respuesta de EEUU?

Hay contradicciones entre lo que China propone y sus acciones. Creo que se debe abrir un diálogo para discutir las limitaciones y reglas de acción para el espacio, en interés de todas las naciones con presencia espacial y para garantizar que no surja un conflicto en el espacio.

¿Es inevitable la militarización del espacio?

Ya está militarizado.

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