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¿Sueñan los ordenadores con ovejas eléctricas?

La Universidad de Reading convoca un concurso para descubrir una máquina capaz de imitar a los humanos

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¿Pueden pensar los ordenadores? El profesor Kevin Warwick tiene clara la respuesta: "Sí, piensan, por supuesto. Pero piensan como una máquina. Ahora tratamos de descubrir si son capaces de dar la impresión de que piensan como un humano". Con este fin, la Universidad de Reading (Inglaterra), donde Warwick dirige el departamento de Cibernética, ha convocado un concurso para valorar la habilidad conversacional de sistemas informáticos. Una persona -el juez- tecleará una serie de preguntas y deberá decidir si las respuestas recibidas en pantalla proceden de un ser humano o de una máquina.

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La prueba forma parte de la última edición del Premio Loebner en Inteligencia Artificial, que se falla el próximo domingo en el campus universitario de Reading.

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El examen se basa en la fórmula para medir la inteligencia de la máquina ideada, en 1950, por Alan Turing. Conocida como prueba turing , está destinada a valorar si una máquina puede imitar, en una conversación fluida, efectiva y limitada a cinco minutos, la forma cotidiana de comunicación entre los humanos. "Turing era un visionario. Se anticipó a las cuestiones que hoy en día son absolutamente pertinentes", explica el profesor.

Nadie ha superado la prueba Turing, pero Warwick cree que hay "muchas posibilidades" de lograrlo esta vez. "Se ha avanzado muchísimo en los dos últimos años. Los nuevos sistemas de conversación han mejorado en cuanto al lenguaje, humor, expresiones. Es erróneo calificarlos de programas informáticos. Son mecanismos capaces de conversar y demostrar, incluso, emoción", dice.

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Estos mecanismos se llaman Artificial Conversational Entities (ACE), y seis de ellos competirán en Reading, tras una criba inicial de 13. "Me sorprendió el nivel de los candidatos", dice el profesor, conocido en el mundo de la cibernética porque en 1998 se injertó un microchip en el
brazo para demostrar que podía abrir puertas sin accionar manualmente el código de seguridad.

"Los finalistas son las mejores máquinas que existen en el mundo", añade Warwick. "Y el interés por el concurso es también excepcional, tanto entre los expertos, aficionados o escolares como entre los medios de comunicación. Se puede comparar a la carrera por pisar la luna por primera vez; suscita pasión y derriba las fronteras del conocimiento", asegura Warwick.

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Tres de los finalistas trabajan en Estados Unidos y el resto procede de Reino Unido, Alemania y Ucrania. La prueba se hará en inglés, sin restricciones ni limitaciones temáticas en la conversación con la máquina. El hilo de la conversación no depende exclusivamente del interrogador. Como recuerda el profesor, "en una ocasión, la máquina me soltó una barbaridad sexual extremadamente grotesca y repugnante". Se niega a repetirla en público. "Me contestó con un chiste verde a una pregunta inocente".

El oro está prácticamente descartado en la 18 edición del premio Loebner. Pero sí parece seguro que, en Reading, se repartirá la medalla de bronce al "ACE más parecido a un humano". Cada concursante se someterá a una serie de conversaciones de 5 minutos con distintos jueces, seleccionados para cubrir todo el abanico del panorama social: expertos en informática, escolares de primaria, universitarios, filósofos, amas de casa... La identidad del ganador se conocerá el domingo por la tarde.

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Patricia Fernández de Lis

“Si lo que quiere es ser científico, está perdiendo el tiempo en esta escuela”. La nota del director del colegio donde estudiaba el pequeño Alan Turing (1912-1954) no debió sorprender a sus padres, que ya conocían la obsesión de su hijo por las matemáticas y habían comprobado, asombrados, cómo había aprendido a leer por su cuenta en sólo tres semanas. El padre de la moderna teoría de la computación fue uno de los matemáticos más brillantes de todos los tiempos. Demostró que lo que hoy se conoce como máquina de Turing era capaz de implementar cualquier problema matemático mediante un algoritmo. Y contribuyó de manera decisiva a la victoria de su país en la Segunda Guerra Mundial al diseñar La Bomba, el ordenador que consiguió descifrar los códigos de la máquina criptográfica que usaban los nazis, la endiablada Enigma.

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