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Un teléfono que detecta terremotos y otras posibilidades ocultas de los móviles

Científicos e ingenieros desarrollan aplicaciones de tecnología avanzada para los aparatos inteligentes.

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Prueba de teléfonos móviles como sismógrafos sobre una mesa vibratoria en la Universidad de California en Berkeley. UC BERKELEY

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MADRID.- ¿Le ha parecido en algún momento durante la noche que la cama se mueve? Es una experiencia bastante habitual estos últimos meses en la zona sur de España, donde se suceden los terremotos con centro en el mar de Alborán. Comprobar que ha habido un movimiento sísmico, cuantificarlo e incluso disponer de un periodo mínimo de aviso es posible con solo mirar el teléfono, si se dispone de alguna de las aplicaciones que están surgiendo para convertir los móviles en sismógrafos.

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La pregunta es cómo puede un teléfono medir un movimiento sísmico, y la respuesta es que contiene tres acelerómetros diseñados para conocer en todo momento la orientación del dispositivo, con el objetivo de mostrar la pantalla en horizontal o en vertical y para su uso en juegos. Estos acelerómetros son mucho menos sensibles que los sismógrafos profesionales pero pueden registrar terremotos de magnitud superior a 5 en 10 kilómetros a la redonda y lo que les falta en sensibilidad lo compensan con el enorme número de terminales disponibles.

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A fallback.

Prototipo de conversor de energía mecánica en eléctrica, adaptable a una zapatilla. UNIVERSIDAD DE WISCONSIN

“Las señales acústicas son estupendas, porque las ondas de sonido viajan mucho más despacio que las ondas de radio utilizadas en el radar, no se necesita tanta banda ancha y todo es más simple”, ha dicho Shyam Gollakota, director del proyecto, en una reunión científica de la Asociación de los Sistemas Informáticos (ACM). Una vez más el truco está en desarrollar el algoritmo adecuado para hacer un sistema fiable. En el futuro está la posibilidad de seguir a varios dedos a la vez y ampliar la detección a tres dimensiones.
Pero los dispositivos móviles necesitan baterías, que es su talón de Aquiles. ¿Por qué no aprovechar la energía del cuerpo para recargarlos, se han preguntado ingenieros de la Universidad de Wisconsin? Su prototipo va situado en la suela de un zapato o zapatilla y recoge la energía que se gasta al andar. “En el ser humano caminar supone un montón de energía”, dice Tom Krupenkin. “Teóricamente se pueden producir hasta 10 vatios por zapato y esa energía se desperdicia en forma de calor”. 20 vatios es suficiente para alimentar todo tipo de dispositivos móviles; un teléfono inteligente necesita 2 vatios. Este campo de investigación lleva mucho tiempo en desarrollo (recuérdese la estación de metro en Japón en la que se obtiene energía eléctrica de las pisadas de los viajeros sobre una placa) y no es nada fácil traducir directamente la energía mecánica en energía eléctrica. Los ingenieros de Wisconsin han tenido que trabajar arduamente, y lo explican en la revista Scientific Reports, para combinar diversos fenómenos, utilizando un líquido, y conseguir esta conversión. Luego, vendrán los usos. Una posibilidad es convertir la zapatilla en un nodo de wi-fi alimentado con la energía de andar, lo que alarga hasta 10 veces la duración de las baterías del móvil o tableta que se conecte a ese wi-fi.

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