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"Álex ha sido el mejor presidente que ha tenido la Academia"

Actor. Aspira al premio a la mejor interpretación masculina de reparto por 'También la lluvia'

JESÚS ROCAMORA

Karra Elejalde (Vitoria, 1960) contesta sin aliento al otro lado del teléfono, como un escalador que hubiera llegado por fin a la cima. '¡Me tenéis loco los periodistas!', se lamenta, sin perder el humor. Cosas de encadenar más de una entrevista el mismo día y cosas de ser candidato al Goya a la mejor interpretación masculina de reparto por su actuación en También la lluvia, de Icíar Bollaín, que aspira mañana a 13 cabezones. Elejalde interpreta a Antón, un actor en decadencia y con problemas de comunicación con los demás, que a su vez debe interpretar al mismísimo Colón en la película sobre el colonialismo que sirve de excusa a También la lluvia. Es decir: Elejalde es un actor en la piel de un actor en una película que habla sobre otra película.

Antón, Colón, una película dentro de otra... ¿Cómo se preparó para semejante juego de espejos?

Al principio, Colón me tenía obsesionado. Pero cuando me vi maquillado de moreno, con ese pelucón, el ropaje, la armadura, pensé que la mitad del personaje ya estaba hecho. Esto anima. Es como cuando un portero se santigua ante un penalti: te da fuerzas. Con el personaje de Colón casi construido, me dediqué a deconstruir a Antón. Parece ser que está enfermo, pero es algo que no se comenta durante la película ni se indicaba en el guión. Parece ser que es alcohólico, pero no se le ve mamao. Parece ser que tiene una familia. Más que armarlo, lo tuve que desarmar. Pero interpretar a dos personajes no tiene dificultad añadida, y no es falsa modestia.

¿Es su personaje el que más se moja ideológicamente?

No tanto. En la película hay un juego de cambio de roles: Sebastián, el director (Gael García Bernal) empieza altruista y positivo, y al final se convierte en un obseso de su película. Costa, el productor (Luis Tosar), empieza siendo un escéptico y amoral, y acaba interviniendo en el conflicto. Y dos personajes como Antonio de Montesinos y Bartolomé de las Casas (Raúl Arévalo y Carlos Santos), que fueron defensores a ultranza de los derechos indígenas, son las ratas que abandonan el barco cuando estalla la Guerra del Agua. Antón/Colón, por el contrario, es el que se queda. Pero no tiene mérito ni es una heroicidad: es que sólo le queda su trabajo. Queríamos quitarle cualquier aire mítico, moral, honesto y coherente. No trabajé la coherencia ideológica del personaje. Si eres un alcohólico no tienes moral, eres un veleta, hoy dices sí y mañana dices no.

'Hoy no se pueden hacer juicios éticos y políticos del colonialismo'

¿Cree que la reflexión que hace También la lluvia' sobre el colonialismo está asumida o es incómoda?

En absoluto está asumida. Hay gente que no quiere tocar ni oír hablar de ella, que siente como una vergüenza histórica, ridícula. Hay gente muy chiíta de esas cosas, gente que se siente más española que los demás españoles. Es pueril. No se puede hacer juicios hoy con la reglas de la política, de la ética y de la moral de aquel entonces, porque entonces los españoles eran unos cabrones, pero también los holandeses, los portugueses, ingleses. Iban todos a lo mismo: a pillar cacho. Lo que no quita una lectura actual: en el Archivo de Indias constan los dos primeros precursores de la defensa de los derechos humanos: Bartolomé de las Casas y Antonio Montesinos. Hoy hay calles y plazas dedicadas a Colón. ¿Cuántas hay a ellos? Es paradójico y es negar nuestra historia. Así que sí, aún saltan chispas por ese tema.

¿Y qué reflexión hay sobre el cine y su negocio como forma de neocolonialismo?

La película no es nada autoindulgente y es bastante crítica con la profesión. Hay otras formas de colonizar. Antes se hacía de una manera, y ahora pagando dos euros la hora. Aunque no se dio el caso: los indígenas en También la lluvia cobraron un sueldo justo.

'Icíar dirige con mano de hierro; no hubo espacio para la improvisación'

¿Fue un rodaje complicado?

No difiere mucho de un rodaje aquí en España. Rodamos en la selva del Chapare, en Villa Tunari y en Cochabamba y allí estábamos todos: uruguayos, argentinos, bolivianos, españoles, mexicanos. Todos juntos, con fiestas, y buen rollo. ¡Llegamos a jugar un partido de fútbol 70 contra 85! Mucho mosquito y mucho calor. Algunos con mal de altura, muchos con cólicos y otras enfermedades propias de esos lugares.

¿Qué tal fue el trabajo con Paul Laverty? ¿Hubo espacio para la improvisación?

Estuvo con nosotros constantemente, con Icíar y con sus niños. Y hablábamos de fútbol, porque es un fanático del Celtic de Glasgow. Con Icíar se improvisa poco. Lo tiene todo muy claro y nos ceñimos al texto. Y yo con un guión así hubiera tenido miedo de tocarlo. Icíar dirige con mano de hierro.

¿Cómo has visto la crisis en la Academia y la dimisión de Álex de la Iglesia?

¡Pues que ha sido todo demasiado rápido! Lo que es evidente es que no hay sintonía ideológica entre la ministra y el presidente de la Academia. Es lógico que suceda. Todo el mundo dice, y a mi también me lo parece, que Álex ha sido el mejor presidente que ha tenido la Academia. La ha dinamizado y modernizado. Tiene un talante campechano y es un cinéfilo a muerte. Me da pena que abandone la Academia.

Para pena, que al final También la lluvia' no llegue a los Oscar...

No es una pena. No se puede pedir más. A la gente le está gustando la película, que ya es mucho cuando las salas de cine están vacías. Ese es nuestro premio. Misión cumplida. Si encima la nominan a 13 goyas, es una alegría. ¿Qué más queremos?

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