Este artículo se publicó hace 16 años.
Amores desempolvados
La lascivia de Isabel II la llevó a engendrar fuera del matrimonio// Hernán Cortés se enamoró de su traductora indígena, con la que tuvo un hijo// ‘Grandes polvos de la Historia’ desvela secretos a voces 
“Abrid el libro por la página 110”. Atrás quedaron esas clases en las que la vertiente política eclipsaba la intrahistoria que tanto gustaba a Unamuno.
Los manuales de Historia no contemplan la lascivia que caracterizó la vida sexual de Isabel II (1830-1904), ni la relación de amor que unió a Hernán Cortés (1485-1547) con su traductora y madre de su primer hijo, Martín.
Para eso está el libro de José Ignacio de Arana Grandes polvos de la Historia (Espasa), en el que se esbozan los deslices sexuales de algunos personajes de la realeza y demás figuras insignes del devenir histórico. Una de las tesis que defiende el libro es que la fogosidad de la “insaciable” Margarita de Habsburgo (1480-1530), hermana de Felipe el hermoso, mató al heredero de la corona de Aragón y Castilla, el infante Juan (1478-1497), quien no poseía precisamente una salud de hierro. Pero no todos los protagonistas son de sangre real.
Uno de los capítulos más interesantes es el que relata la amistad entre el descubridor extremeño Hernán Cortés y la india Malinche (1502-1529). Entregada al español como esclava cuando contaba 17 años, Malinche conocía el náhuatl y el maya, lo que la permitió desempeñar funciones de intérprete entre los pueblos autóctonos y los conquistadores. Acompañó a Cortés en todos sus viajes, aprendiendo en poco tiempo el castellano. De su relación nació un niño que llegó a ser comendador de la Orden de antiago en México y que fue ejecutado en 1548 como fruto de una conspiración.
Ni siquiera el clero escapa a las crónicas de Arana. El libro expone los sucesos ocurridos en el madrileño convento de San Plácido en el siglo XVII. Francisco García Calderón, sacerdote confesor del convento, fue condenado por la Inquisición a reclusión perpetua y diversas humillaciones públicas tras saberse que mantuvo relaciones sexuales con la priora, sor Teresa, y más de una veintena de monjas, en un ingenioso ejercicio de exorcismo. Asimismo, se hace eco del sadomasoquismo practicado por frailes y curas como penitencia en respuesta de las confesiones de sus interlocutoras, hechos que recoge la historiadora María Elena Sánchez en su libro Flagelantes licenciosos y beatas consertidoras (1979).
Sobre los amoríos de Isabel II, el autor apunta al capitán valenciano Enrique Puig Moltó como padre biológico de Alfonso XII (1857-1885). Entre los amantes de la reina figuraron Carlos Marfiori, José María Ruiz de Arana, el propio Puig y el general Serrano. Algo que el rey consorte, Francisco de Asís, aprovechó para refugiarse en los brazos de Antonio Ramón Meneses.
Amantes teatreras
Con tal carga en los genes no resulta extraño que Alfonso XII compaginara su enamoramiento por su esposa, María de las Mercedes, con encuentros furtivos con la cantante de ópera Elena Sanz. Fruto de esta pasión nacieron varios hijos (más de uno, menos de cuatro). Tras su matrimonio con María Cristina, el rey cayó rendido ante los encantos de la cantante Adelina Borghi, la rubia.
Alfonso XIII (1886-1941) también tuvo hijos fuera de su matrimonio: primero con la aristócrata francesa Mélanie de Gaufridy, a Roger Leveque (1905-1980); y después con la actriz Carmen Ruiz Moragas, a María Teresa y Leandro Alfonso. Igualmente promiscuo se mostró con la reina consorte, Victoria Eugenia de Battenberg, con la que tuvo siete hijos.
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