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Antonio López: "Me alegro de haberme quitado de encima
el cuadro de la familia real"

El pintor dice que se quiere olvidar de una obra que culminó después de 20 años. Anuncia que retratará las ciudades de Bilbao y Sevilla para “comparar el norte y el sur de España”

Antonio López en una imagen de archivo. - EFE

SAN LORENZO DE EL ESCORIAL (MADRID)- La pintura es el lenguaje de Antonio López, es lo que ha guiado su camino desde una edad bien temprana. Le ha llevado por muchos caminos pero tal y como afirma el pintor español, él está donde quiere estar. Siempre se ha llevado muy bien con la pintura, cuenta. Este arte le ha hecho sufrir en multitud de ocasiones, llevándole a la frustración, a las dudas. Pero su pasión por transmitir el mundo a través del lienzo con óleo le hizo continuar.

López siempre ha querido reflejar en sus cuadros el mundo real, tanto el exterior como el interior. “El trabajo comienza con una chispa que surge de algo que me impresiona y que está en contacto con el mundo”, asegura en una de las charlas de los Cursos de Verano organizados por la Universidad Complutense de Madrid. Las flores, la comida y los seres humanos son los temas en los que basa su trabajo, porque con ellos “nos comunicamos constantemente”.

Tal es así que Antonio López, siempre con Velázquez como referente, fue el pintor encargado para llevar a cabo el retrato de los miembros de la familia real. Un cuadro que le llevó 20 años de duro esfuerzo y que como hoy reconoce, se alegra de “haberse quitado de encima”. “Me quiero olvidar un poco de él porque me ha absorbido mucho el tiempo”, añade, aunque asevera que lo realizó con “mucha generosidad” y que, a pesar de haber obtenido malas críticas, ha hecho “lo que ha podido”.

La clave para este pintor del mundo real es no tanto la técnica, sino la idea. “Lo importante es que haya algo que nos haga hacer algo”, afirma durante su conferencia en San Lorenzo del Escorial.

Los procesos de su creación pictórica

El pintor, natural de Tomelloso (Ciudad Real), cuenta que a sus 17 años, durante unas vacaciones muy largas, se atrevió a hacer un retrato de su ciudad durante el atardecer. En el año 53, López comenzó a visualizar el mundo a través del óleo y se aventuró a pintar a su hermana mayor leyendo en un jardín y a su hermana pequeña, recién nacida. Cuando él tenía claro qué quería pintar, “el cuadro ya estaba hecho. Es la esencia, es todo”.

López, que dice que ser pintor es un oficio como cualquier otro, relata que pintaba sin descanso, de principio a fin, pero que el tiempo le ha hecho volverse una persona más paciente porque lo importante es que la idea que tiene sobre el cuadro siga “viva” en él. “Ahora empiezo un cuadro, lo abandono, puedo pasarme así 20 o 30 años. Tengo muchas obras sin acabar”.

“Ahora empiezo un cuadro, lo abandono, puedo pasarme así 20 o 30 años. Tengo muchas obras sin acabar”

El cuadro de la ciudad de Sevilla es una de estas obras a medias. El pintor comenzó a pintar desde una torre casi en medio del río Guadalquivir. Este mes de julio, López comenzará con el retrato de Bilbao desde la Torre Iberdrola, mirando hacia la desembocadura de la ría bilbaína.

El agua, este elemento tan real como natural, es la “espina dorsal” de estas dos ciudades tan lejanas. “Quiero comparar un poco el norte y el sur de España. Son dos ciudades muy misteriosas, cada una muy sentida, me gusta mucho las idea de trabajar sobre cosas tan distantes”, afirma.

Sin embargo, López no confirma cuándo expondrá estas obras al público, ya que como él comenta, su manera de trabajar “es un incordio”. Este pintor procedente de Ciudad Real necesita siempre encontrar el sitio adecuado. Ha podido recorrer ambas ciudades durante muchos años hasta dar con el sitio que él considera perfecto.

Esta fragmentación en el tiempo y el hecho de paralizar sus obras le lleva en muchas ocasiones a incorporar cambios. “Aunque sea una sesión dividida en dos descansos, ya hay cambios. Sin embargo, no hay que tener miedo porque van a favor tuyo”.

Velázquez y Giacometti, sus referentes

Es conocida la pasión y admiración del pintor por Velázquez, al que califica de moderno. “Se permitía hacer cosas que nosotros podemos hacer ahora. Él se basaba en su intuición y tenía que ser fiel a ella”.

Diego Velázquez, pintor barroco, mostraba en sus cuadros “la vitalidad” y la “naturalidad”, asegura López, que admira profundamente a todos aquellos que utilizaban su imaginación para plasmar “temas que no encontraban en la calle”. Del mismo modo, mencionó durante la conferencia a Alberto Giacometti, caracterizado por su pintura y escultura realista y natural, otro de sus referentes.

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