Este artículo se publicó hace 4 años.
"¡Aplastemos el fascismo!": alpargatas y libros infantiles para derrotar a Franco
Una exposición organizada por la Dirección General de Difusión de la Generalitat explica los medios y las estrategias persuasivas que implementó el Comissariat de Propaganda para hacer frente a la amenaza fascista durante la Guerra Civil.
Madrid-Actualizado a
No se escatimaron esfuerzos. El fascismo estaba a la vuelta de la esquina y frenarlo dependía de todos y todas. La defensa de la República hizo necesarias estrategias persuasivas que plantaran cara a la barbarie fascista y defendieran las políticas de progreso social y las libertades democráticas y nacionales. Unas libertades que estaban en peligro y que el Comissariat de Propaganda de la Generalitat tuvo a bien preservar por medio de una estrategia comunicativa sin precedentes.
Una exposición reúne ahora todo ese ímprobo esfuerzo propagandístico, un llamado a la acción que contó con algunos de los más importantes diseñadores gráficos del momento. Aixafem el feixisme. El Comissariat de Propaganda de la Generalitat de Catalunya, 1936-1939 [Aplastemos el fascismo. El Comisariado de Propaganda de la Generalitat de Catalunya, 1936-1939] recoge la intensa producción de aquellos años, una búsqueda por conmover y movilizar a la población civil.
Organizada por la Dirección General de Difusión de la Generalitat y comisariada por la periodista Ester Boquera, esta muestra −que se podrá visitar hasta mediados de abril en el Palau Robert de Barcelona− da buena cuenta de ese intento por internacionalizar el conflicto bélico y explicar de la forma más directa y catalizadora la importancia de proteger lo conseguido. Una iniciativa que se extendió en el tiempo y fue comandada por una avanzada generación de publicistas catalanes. "Barcelona durante la década de los años treinta es un foco publicitario muy potente, la cuna de la publicidad en España, los primeros teóricos en temas publicitarios salen de aquí, de tal forma que cuando estalla la Guerra Civil todas estas técnicas publicitarias se pongan al servicio de la propaganda", explica Boquera. Tal es así, que algunos de estos expertos nutrirán las filas del Comissariat de Propaganda, comandado por el político y periodista Jaume Miravitlles (Figueres, 1906 - Barcelona, 1988). Uno de esos avezados profesionales que tuvo a bien poner al servicio de la República sus conocimientos fue el fotógrafo publicitario Pere Català Pic, autor, entre otros, del cartel que encabeza esta información.
"Català llega a diseñar una especie de esquema con más de medio centenar de maneras en el que un mensaje propagandístico se puede difundir, que van de los métodos más clásicos como la cartelería o los mítines, hasta otro tipo de acciones más innovadoras como cromos de la revolución, sellos, proyecciones en la vía pública o intervenciones en los escaparates comerciales". Todo era poco para plantar cara al fascismo.
Estatuillas, fotomontajes con alpargatas, dibujos para niños en diferentes idiomas, postales, recortables infantiles, adaptaciones de letras de canciones... El laboratorio de ideas no deja de carburar con miras al exterior. Occidente debía conocer las atrocidades que se estaban cometiendo en nuestro país, la opinión pública internacional no podía mantenerse ajena. Para ello el comisariado pone en marcha una intensa producción editorial que supera el centenar de volúmenes a lo largo de la contienda. Además, su propaganda no se circunscribe al catalán, otros idiomas como el castellano, el francés, el inglés, e incluso el esperanto, como se puede observar en el cartel que lleva la inscripción Kion vi faras por eviti tion?. ["¿Qué haces para evitar esto?"], conforman ese intento por dar a conocer la amenaza fascista más allá de nuestras fronteras. La contienda trascendía el campo de batalla y se extendió al concepto y el relato.
"La nomenclatura fue clave; cómo te autodenominas, cómo llamas al enemigo y cómo explicas aquello que está pasando constituyeron una contienda. Los nacionales frente a los leales, alzamiento nacional frente sublevación militar; el vaciado de las publicaciones de ambos bandos durante las primeras semanas de la guerra evidencia hasta qué punto esta batalla se libró también por escrito", apunta la comisaria. Esa nomenclatura era la munición de la propaganda, la posibilidad de emocionar y conmover, pero también de estigmatizar y denigrar a aquellos que pretendían acabar con los avances sociales de la República.
Una batalla, la del relato, que se diversificaba. El mensaje ya no era siempre el mismo; el combatiente que se jugaba la vida en el frente era uno de los objetivos, pero también lo era la retaguardia, y dentro de esta, no era lo mismo dirigirse a la catalanoparlante, que a la del resto de la zona republicana, por no hablar de las principales democracias europeas, a las que el comisariado trató de interpelar testimoniando las atrocidades fascistas. "Miravitlles se dio cuenta enseguida de que la guerra va a tener un interés más allá de las fronteras del país, de tal forma que se crean cuatro delegaciones internacionales en París, Londres, Bruselas y Estocolmo, y a partir de aquí vehiculan no sólo la información propagandística sino que a veces también llevan a cabo acciones paradiplomáticas buscando la ayuda de estos países". Sobra decir que no se consiguió. Pero de aquella experiencia nos queda un legado gráfico y una producción propagandística sin precedentes.
Los llamados Hechos de Mayo y el posterior traslado del Gobierno de la República a Barcelona supusieron el ocaso del comisariado. Tras una etapa inicial de cierto esplendor, con estrategias hasta la fecha disruptivas, los esfuerzos del comisariado se centraron en defender la contribución de Catalunya a la guerra. "Se puso en solfa la aportación catalana a la guerra, como las industrias que proveían armamento bélico a los frentes, pero también su capacidad para ir recogiendo a las personas refugiadas que huían de las zonas que los franquistas iban ocupando".
La irrupción de las tropas franquistas en Catalunya en abril del 38 conforman la última fase del comisariado. Se suceden los homenajes a los combatientes, la línea entre frente y retaguardia comienza a desdibujarse y los símbolos catalanes adquieren importancia. "La exposición se cierra con todos estos símbolos, como el cartel de la última Diada legal de Catalunya que se celebra en el 38, porque en aquel momento, cuando no puedes dar ninguna buena noticia porque estás rodeado, con bombardeos constantes, con hambre en las calles y con escasez de todo, los símbolos cobraban mucha importancia", zanja la comisaria.
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