MADRID
Actualizado:“Prefiero que se vaya con un gitano malo que con un buen payo”. Se te ponen los pelos de punta. Lola tiene dieciséis años, estudia, es una artista del graffiti y canta en el coro del culto. Vive en Madrid hoy, es trabajadora, es decidida. Y es gitana.
Hasta ahora ha esquivado el inevitable futuro que la espera. Renunciar a la vida. Casarse o casarse, tener hijos y cuidar de ellos y de su marido. Además, a Lola le gusta Carmen, una gitana que ha conocido en el mercadillo donde trabaja la familia. Es Carmen y Lola, el más difícil todavía (mujeres gitanas lesbianas) con el que la cineasta Arantxa Echevarría debuta en el largometraje y con el que se ha ganado merecidísimamente su participación en el Festival de Cine de Cannes, en Quincena de Realizadores.
“O cuenta una paya la situación de la mujer gitana o no la cuenta nadie. Y desgraciadamente tiene que ser una paya porque ellos no tienen voz”, dice Echevarría, que ha conseguido lo imposible, o al menos, lo que todo el mundo a su alrededor le juraba que lo era. La directora y guionista ha rodado con intérpretes debutantes, gitanos y mercheros, una bellísima historia del primer amor, con la que denuncia la situación de las mujeres gitanas, atrapadas en unas tradiciones que se acercan a las que soportan mujeres en países musulmanes integristas. Pero mientras por éstas ponemos obligatoria y necesariamente el grito en el cielo, a las mujeres que tenemos en la calle de al lado ni las miramos. No las vemos. “La mujer gitana está pisoteada, aplastada, es invisible para payos y gitanos”.
Zaira Morales y Rosy Rodríguez son Lola y Carmen, protagonistas milagrosas de esta ópera prima, una de las mejores desde hace muchos años del cine español, la película más audaz y también hermosa de estos tiempos… y una obra urgente para una mujer como Arantxa Echevarría (a la que se le nota que ha visto mucho Saura) que asegura que su película podría llamarse Carmen y Lola. Denuncia. Producida por ella misma y Pilar Sánchez Díaz, que es la directora de fotografía, la película cuenta con música de Nina Aranda, y derriba así otros ‘muros’ del cine español.
¿Para hacer el primer largometraje, una historia de mujeres gitanas lesbianas no era demasiado berenjenal?
Había tenido un mínimo contacto con unos gitanos en un rodaje de Gabriel Velázquez y me sorprendieron mucho, sobre todo su historia cultural. Luego leí la historia del primer matrimonio de dos mujeres gitanas, donde salía una foto de ellas de espaldas y con nombres anónimos, y quise saber más. Pero yo tenía ganas de hablar del primer amor, ése que piensas que es para siempre, que no olvidas. Mi primera relación sexual fue con alguien para quien también era la primera vez y fue un juego, muy divertido. Es un lío lleno de ilusión. Y pensé qué pasaría si fueran chicas gitanas.
¿Cómo hizo todo el trabajo de investigación? ¿contactó con gitanas homosexuales?
Me puse a buscar, pero era imposible. No encontré ni una. Están ocultas. Un día me metí en Internet con el Nick gitana guapa. Me contestó una que me pregunto de qué familia era. Solo se me ocurrió decir que Heredia. Ella no quería ligar, solo hablar. Y encontré un núcleo, pero no quieren que las nombre. Son mujeres que han escapado o han sido repudiadas. Para poder ser aceptadas tienen que rechazar su sexualidad. Ellas quieren estudiar, no ser pedidas con 16. La película es muy light comparada con su vida, que es terrorífica. Ahora que somos todos tan enrollados y que hablamos mucho de las mujeres afganas y de Somalia y de… habría que bajar también a la calle y ayudar al mundo gitano, darle más oportunidades.
¿Cómo consiguió a Zaira Morales y Rosy Rodríguez?
Nos decían que no íbamos a encontrarlas, que una película así era imposible de financiar. Las encontramos. Zaira es merchera, que tienen costumbres muy parecidas a los gitanos, aunque se llevan fatal. Es una adolescente encantadora, muy chula, con mucha fuerza que quiso hacer la película para dar en la cara a todos. Su madre la apoyó. Y Rosy tiene una vida increíble, es una gitana mal casada a los quince años, sufrió malos tratos, fue a un centro de menores y se escapó. Es una desarraigada. Hicimos un casting de mil gitanas, seis meses.
Un beso de dos chicas que puede parecer muy inocente, ¿lo fue al rodarlo con ellas?
Yo tenía miedo de llegar a eso en el rodaje. Cuando lo hicimos, Zaira me dijo: “Yo la beso y luego escupo”. Se besaron y cuando se terminó la toma, Zaira me soltó: “Es la primera vez que me ven besarme con alguien. Espero que estés contenta”.
¿Hay algo de usted en las dos chicas gitanas de la película?
Muchísimo. Los miedos de la adolescencia, la búsqueda del ser propio, saber que eres diferente, yo era la extraña porque quería hacer cine. Cuando le dije a mi padre que era lo que quería hacer, con diez años, me dijo que como era niña podía hacer lo que quisiera. Y mi padre era un hombre progresista.
Rodar con no profesionales y, en este caso, gitanos que hablan de este tema…
En esta película hemos tenido crisis de guion, de financiación, de casting y de rodaje. En el rodaje había reuniones de crisis cada dos días. Los actores, cuando rodábamos, lo primero que soltaban era ¡qué lacha! (¡qué vergüenza!). Al final decidí que iba a ser la película que tuviera que ser. Yo quería que fuera más documental y que todo fluyera, pero no fluía nada. Y como mujer, feminista y activista, éste ha sido el rodaje más duro de toda mi vida, porque tengo que respetarlos, no podía posicionarme.
¿Cómo son los jóvenes gitanos de hoy?
Los jóvenes gitanos de hoy van hacia atrás. Van de Dolce&Gabbana y para ellos lo más importante es tener un buen móvil y que su novia sea la más guapa. No tienen nada de la profundidad de la cultura gitana.
‘Carmen y Lola’ es una película que nace del compromiso, ¿una historia necesaria?
Me sorprende que no haya más películas necesarias, aunque ahora viene una generación de cineastas muy creativa, en España hay muy poco cine de autor y hay menos de cine social. Y vivimos en un momento en que hay que poner el dedo en la llaga en mil cosas.
¿Cómo la situación de la mujer?
Sí, pero ahora las mujeres cineastas lo estamos petando, mira el palmarés del Festival de Málaga. Llevamos calladas mucho tiempo. Siempre he hecho trabajos de empoderamiento de la mujer. Mi corto Yo, presidenta era de una mujer presidenta y luego hice un thriller, una de miedo sobre lo que nos da miedo a las mujeres.
¿Qué le gustaría que resultara de todo este esfuerzo, además de lo ya conseguido?
Lo que decía en esas reuniones. Si conseguimos que lo que hemos hecho lo vea una madre gitana que tiene un hijo que quiere ser chica, por ejemplo, y después de ver la película le dice que haga lo que él crea y quiera, solo por esa persona vale la pena. Quiero que la película se vea en centros, asociaciones, colegios… y en los cines Islazul, que es donde los gitanos van a ronear (ligar). Y si salen con el corazón un poco más rasgaíto…
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