Público
Público

Arcade Fire, la revolución será cantada

El grupo canadiense cerró anoche el FIB con un multitudinario concierto donde sonaron sus principales éxitos

JESÚS MIGUEL MARCOS

Arcade Fire cerró ayer por la noche el FIB con un concierto soberbio ante decenas de miles de personas en el que repasaron grandes éxitos como ‘Wake up', ‘Tunnels', ‘Haiti' o ‘No cars go' y presentaron su último disco, ‘The suburbs'. Se trataba del último concierto de su gira y su cantante Win Butler no quiso desaprovecharlo: 'Vamos a hacer un trato: nosotros vamos a entregarlo todo y vosotros vais a hacer lo mismo', exclamó a las primeras de cambio.

Bajo una marquesina gigante simulando las de los antiguos cines americanos, el concierto comenzó con un vídeo recordando la revolución juvenil que vivió EEUU en la década de los cincuenta, en el seno de una sociedad anestesiada por una engañosa prosperidad de valores. Plantearon su concierto como una pequeña rebelión (precisamente ‘Rebellion (lies)' cerró el set antes de los bises, armada de hits épicos y potentes que consiguieron el efecto buscado: un sentimiento colectivo de que la realidad, aunque negra y dolorosa se puede cambiar.

Más que una banda, son un ejército. Ocho músicos sobre el escenario para ofrecer un concierto narrativo: un grupo con algo que tiene algo que contar y lo hace a voz en grito, con coros de batalla, tambores envalentonados, dos baterías frenéticas, violines festivos y energía desbocada. Lejos, muy lejos de la pose nihilista de los Strokes, cabezas de cartel del viernes.

Bajo el influjo de Dylan y Springsteen, Butler pidió a los asistentes que colaboraran con una campaña en ayuda de Haiti, 'donde lo siguen pasando jodidamente mal', justo antes de iniciar ese tema: ‘Haiti'. En el tramo final del concierto, pidió al público que cantara hasta 'que nos oiga alguien que ahora esté paseando por Valencia'. Y sonó, claro, una majestuosa ‘Wake up', el último gran himno del pop.

Antes de los canadienses, los ingleses Portishead regresaron a España con el mismo show que ya presentaron hace dos años en el festival Primavera Sound. Centrado en su último disco, ‘Third', lograron lo contrario que Arcade Fire: hacer el silencio entre el público con un repertorio desarmante, en el que también sonaron temas de sus dos álbumes de los noventa, ‘Dummy' y ‘Portishead'.

Con una producción visual exquisita en las pantallas del escenario principal, Beth Gibbons, Adrian Utley y Geoff Barrow, acompañados por otros cuatro músicos, recrearon una sesión de hipnosis colectiva sofisticada e inspirada. Soul helado, electrónica cerebral, pop experimental y krautrock en un espectáculo a la altura de muy pocos. Pese a que calcaron el recital de hace dos años y que Benicàssim no es el mejor entorno para sus letanías emocionales, protagonizaron los momentos más intensos del festival.

El FIB ha igualado su récord de asistencia, establecido en 2009, con 50.000 asistentes al día, casi 20.000 más que el año pasado. Aunque su máximo responsable, Vince Power, llegó a achacar a la nube de ceniza del volcán islandés como causa del desplome de 2010, parece más apropiado hablar de la oferta musical, que cuenta bastante más de lo que descalifican al festival como 'de sol y playa'.

Un cartel con Arctic Monkeys, The Strokes y Arcade Fire estaba llamado al éxito de público, que según datos de la organización, estuvo compuesto por un 45% de españoles y un 55% de extranjeros. Esto se ha notado negativamente en la comodidad dentro del recinto, ya que impedía un tránsito mínimamente rápido entre escenarios. Asimismo, siempre según la organización, la repercusión económica del festival en Benicàssim y alrededores ha sido de 18 millones de euros.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?