Este artículo se publicó hace 17 años.
Arte y azar
El próximo día 18 de octubre, La Librería de la Fábrica acogerá la presentación de la segunda edición de Photolatente, el proyecto que el fotógrafo Óscar Molina.
Una propuesta fruto de sus trabajos anteriores Caja de acuarelas y Fotografías de un diario que, además de su valor estético, adquiere una dimensión teórica al cuestionar muchos de los principios de la creación artística. Desde el concepto de autor, la autoría colectiva o la unicidad de la obra de arte, hasta su acceso al mercado y el valor económico de la misma.
“El primer paso de Photolatente son las reuniones”, afirma Molina. “Unas sesiones abiertas en las que se explica en detalle en qué consiste la propuesta y se invita a los asistentes a que formen parte de ella. Incluso si no hubiera pasos posteriores, esas reuniones y esa gente ya serían parte del proyecto”. En esas sesiones Molina entrega a todo aquél que quiera recibirlo un rollo de película de blanco y negro de 36 exposiciones y 400 asa. No es un regalo, es un préstamo. “La persona que recibe el carrete tiene total libertad para hacer con él lo que desee”. Puede velarlo, dispararlo, devolverlo tal cual está o incluso quedárselo.
Todas esas posibilidades son válidas para Molina. “Poner en marcha Photolatente es como tirar los rollos al mar y esperar qué pasa con ellos. Hay gente que no me ha devuelto el carrete nunca; otros me lo han devuelto con una carta en la que me declaraban su deseo expreso de no participar. Según me contaban, nunca habían tenido esa sensación de libertad pero, al mismo tiempo, tampoco habían sentido nunca tanta responsabilidad”.
Los rollos que Molina va recuperando, los va guardando en una caja para que no se pueda saber quién los remitió. Da igual que sea un fotógrafo de fama internacional (que los hay), un aficionado, o un niño pequeño. “No tiene ningún interés saber quién ha participado. Aparte del morbo, al proyecto no le aporta absolutamente nada. Incluso le quitaría interés porque haría una diferenciación entre los participantes. A nadie se le impide que cuente que ha participado en Photolatente. Puede contarlo incluso siendo mentira; yo no voy a afirmarlo ni desmentirlo”.
Cuando hay un número suficiente de rollos, Óscar los revela según un proceso estándar y, posteriormente, impresiona tantos papeles fotográficos con un sello seco de Photolatente como imágenes se supone que tiene el carrete. Hecho esto, introduce cada papel en un sobre resguardado de la luz y los pone a la venta.
El precio de cada sobre es de 100 pesetas, en el caso de la primera edición, y 0,60 en el caso de esta que está a punto de ver la luz, o tal vez, de no verla, pues el comprador puede elegir varias opciones: guardar el sobre y no abrirlo; abrirlo, exponerlo a la luz y velarlo; o bien abrirlo en condiciones óptimas, procesarlo en un laboratorio y averiguar qué imagen se esconde en él.
“El precio tiene una doble función. Por una parte, hace que el sobre entre en un espacio de mercado que, en último término, está en relación con el mercado del Arte. Por otra parte, tiene esa dimensión conceptual relativa a que, por un precio irrisorio, puedes comprar una obra”.
Dos ediciones
Hasta el momento ya se han realizado dos ediciones. La primera, que constaba de 6000 sobres, se puso a la venta a través de la revista Photovisión. Los 2112 de la segunda, a través de Bellamátic, la máquina expendedora de productos artísticos.
Los que tengan curiosidad por saber qué esconden los sobres, además de comprarlos y revelarlos, pueden adquirir el catálogo rasca-rasca, colección de fotos Photolatentes que deben ser descubiertas rascando la superficie como si de un juego de azar se tratase.
También pueden ir a los Fotoencuentros de Murcia del año que viene, donde se hará una exposición del proyecto. Aunque para el espectador todo eso sea importante, para Molina es accesorio: “Con la edición y puesta a la venta de los sobres finaliza la aventura Photolatente”.
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